Camino hacia el infierno
Desde el 14 de abril hasta el 9 de junio, el MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona) dedica un ciclo al director británico Peter Watkins, considerado el pionero del docudrama y del falso documental. Esta retrospectiva revisa toda su filmografía, tanto para el cine como para la televisión, en la que básicamente ha recreado hechos históricos reales y ficticios con actores no profesionales, utilizando la voz en off y la cámara en mano para darle mayor autenticidad a los hechos que ha querido mostrar. Su forma de rodar se acerca mucho al periodismo televisivo para dar más credibilidad a las escenas, haciendo además entrevistas a los personajes que se ven inmersos en la trama.
Su primer largometraje, Culloden (1964), es la primera película de la historia del cine que representa un hecho histórico (en este caso, La batalla de Culloden) realizado como si fuera un reportaje televisivo. En el documental The War game (1965), Watkins se imagina las consecuencias de una guerra nuclear, entrevistando tanto a la gente experta como a los transeúntes; aunque debido a la dura crítica hacia la política gubernamental y a la crueldad de las escenas, la BBC, que en un principio había encargado el proyecto, prohibió su retransmisión por televisión durante veinte años. Aún así, cuando se estrenó en cines recibió varios premios, entre ellos el oscar al mejor documental.
En 1971 filmó Punishment Park, un tremendo documental en el que se plantea la posibilidad de si entrara en vigor la Ley McCarran de 1950, en la que el presidente de los EEUU tiene el derecho de declarar el estado de urgencia sin la aprobación del Congreso, con el consecuente derecho de detener a cualquier individuo que se considere sospechoso de complot contra la seguridad interna del estado. Todos los detenidos serían interrogados por un tribunal, sin tener la opción de libertad bajo fianza, con la única posibilidad de elegir entre ser encarcelados o pasar unos días en Punishment Park, un desierto en California del Sur.
En la película, los que deciden trasladarse a Punishment Park, disponen de tres días y dos noches para alcanzar una bandera de los EEUU que se encuentra a unos 85 kilómetros de donde están. En ese lugar, deberán esperar hasta las diez de la noche del tercer día para ser liberados (si no han sido capturados con anterioridad). Para motivarles, ya que la temperatura a la que van a someterse podría llegar a los 45 grados durante el día, se les comunica que a mitad de camino encontrarán agua potable. Sin embargo, parte de la horrible condena conlleva a que pasadas las dos horas desde el inicio del recorrido, la policía comenzará a perseguirles, no permitiéndoles escapar de los límites del camino planeado (aunque con la prohibición de golpearles e impedirles a que lleguen a su destino), complicándose la situación debido a unas circunstancias que producirán un aumento del odio entre ambos bandos. Además, durante el tiempo que tienen que esperar los policías para ir tras ellos, el sheriff les enseña diferentes armas que pueden utilizar para disparar si es necesario, algo que hace aumentar las sospechas de que algo no muy bueno puede deparar a los que corren en el Punishment Park.
Con esta interesante premisa y con la guerra de Vietnam de transfondo, Peter Watkins usa el recurso de la voz en off y divide el documental en tres secuencias paralelas: el grupo que corre por Punishment Park, los policías que los persiguen y otro grupo que es interrogado por un tribunal de urgencia. Este último grupo de jóvenes pacifistas es acusado también por complot contra la seguridad del estado. En él se encuentran un periodista de radio y activista político, un cofundador del Comité contra la guerra y la represión, una cantante y compositora y unos cuantos objetores de conciencia. Todos ellos defienden su causa y no paran de meterse con el sistema y de hablar de la injusticia de las guerras. Y como hizo con sus anteriores trabajos, Watkins utiliza las cámaras de televisión para filmar los sucesos, consiguiendo de esta manera una mayor verosimilitud, con una tensión casi palpable en el cargado ambiente debido a gritos e insultos entre los acusados y los miembros del tribunal.
Watkins utiliza también muy bien las severas imágenes del desierto, en las que se siente verdaderamente el calor agotador que deben pasar los acusados, anunciando el narrador a cada rato la temperatura a la que se encuentran. Pero lo que se le puede achacar a este documental es que se hace un poco largo, dando la sensación de que las imágenes de los que huyen por el desierto se repiten demasiado, no creyéndote tampoco que vayan respondiendo a todas las preguntas que les hacen los periodistas durante el recorrido. Y el final, aunque contundente y en parte acertado, se alarga también un tanto. Aún así, Watkins consigue aportar su granito de arena, criticando a la policía, al gobierno y a todo su sistema, provocando opiniones diversas al respecto.
"Punishment Park es un más que interesante falso documental que logra sorprender por la autenticidad de sus imágenes y por descubrir una historia que, si se hiciera realidad, pondría los pelos de punta a cualquiera"
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