Aunque tuvimos que quedarnos un día más en Cusco, debido a una pequeña fiebre que tuvimos en nuestra aventura por Machu Picchu, eso nos permitió descansar y empezar nuestra ruta hacia Puno con más fuerza.
En vez de pillar un bus nocturno, como siempre habíamos hecho, este tour nos incluía un bus de día que aprovechaban para hacer paradas y visitas a diversas partes de la ruta entre Cusco y Puno. A esta ruta se le conoce como la ruta de Manco Capac, fundador del imperio Inca, pasando por un máximo de 4321 m.s.n.m. y por Pucará, de donde son famosos los Toritos de Pucará, toritos de cerámica que se ponen en los techos de la casa mirando hacia el norte para dar protección y fertilidad.
En esta ruta pudimos ver varías vicuñas, que son difícil de ver, a diferencia de las alpacas y llamas, aunque lastimosamente estaban muy lejos. En fin, el viaje se hace entretenido, pero muy importante llevar tus pastillas para el soroche, más conocido como mal de altura. Pasar por La Raya, el punto más alto de este trayecto, sería interminable, además que es una constante subida de altura y bajar a Puno no es que sea mucho, alrededor de 300m de altura menos, osea que mejor pillarse unas pastillitas y disfrutar del viaje, vimos mucha gente que lo pasó muy pero que muy mal.
Puno no es una ciudad estilo Cusco, y mucho menos Lima, está creciendo, pero hay muchas zonas de alrededores más abandonadas. La falsa sensación de mejoría y crecimiento de un país, es decir, el dinero solo para las grandes ciudades, de los pueblos nadie se acuerda, pero bueno, aquí estamos para contar las maravillas de mi país. Al llegar a Puno, me sorprendió lo que había crecido en menos de 5 años, de ser un pueblito/ciudad pequeño, se estaba expandiendo ya por las montañas, cuando antes muy poca gente vivía en ellas. Llegamos a la estación de buses donde ya nos esperaban con nuestro taxi para llevarnos a nuestro hotel (jiji que lujo, pensando en lo que vivimos en otros países). Hicimos nuestro checking, descansamos un poco, bebimos mate de coca con muña para la altura y después ya estábamos acordando con nuestro guía el itinerario del siguiente día, el Lago Titicaca. Esta vez sería distinto y nuevo también para mi, la única vez que hice este viaje no había hecho noche en una de las islas del lago (Amantaní).
Temprano por la mañana, nos dirigimos a la agencia desde donde nos llevarían al barco para hacer la ruta del lago navegable más alto del mundo, el Titicaca, a más de 3800 m.s.n.m. En realidad más parece un mar, es inmenso y hay zonas en las que casi no ves tierra, es increíble estar navegando por su aguas.
Y por supuesto, primera parada: Los Uros. Unas islas flotantes, artificiales, hechas por los pobladores de ellas a base de la totora, planta acuática que abunda en la zona. Pararse y caminar en ellas es como sería caminar en una nube, es muy suave al paso y a la vez muy firme. La gente es muy amable y por supuesto, somos turistas, e intentarán vendernos artesanías hechas por ellos. Es una manera de ganarse la vida, más ahora que la ciudad está creciendo tanto y por lo tanto, se va haciendo más cara. Eso si, si alguien decide ir, comprar antes lápices de colores, caramelos, etc. para regalar a los niños. Lo normal es visitar una de esas islas, habitada por una familia, la que ya está acordada de antemano con la compañía, cualquiera a la que vayan será una experiencia inolvidable.
Ya por la tarde y después de 4 horas de navegación llegamos a Amantaní, una de las islas del Lago, donde pasaríamos la noche en una de las casas de los lugareños. Cuando llegas, los del barco se organizan con las familias, dependiendo de cuántas habitaciones tengan y la cantidad de visitantes. Todas las casas han sido formadas para saber atender a los visitantes, ofreciéndote también platos típicos, pero un poco modificados para el paladar de los turistas. Las sopas... unas delicia, todo en general, pero las sopas... madre mía!
Por la tarde se sube al templo del Sol, arriba en la montaña, una subida que te deja muerto. Por suerte por el camino hay bastante muña, la cual podías coger y estrujarla en la mano para ir oliéndola durante la subida y ayudaba a que no te den mareos. Y por la noche hacen una fiesta para los turistas, donde los disfrazan con los atuendos típicos. Nosotros no fuimos porque nos quedamos haciendo fotos a las estrellas... si, a las estrellas jajaja. Conocimos a un brasileño que también le gustaban las estrellas y aprovechamos para sacar algunas esa noche, hasta la madrugada, eso si, con un frío que si no te movías te quedabas congelado en el sitio.
Y por la mañana siguiente, tocaba coger nuevamente el barco e ir a la siguiente isla: Taquile. Se hace un recorrido por ella y terminas comiendo en algún restaurante con todo el grupo. Lo mejor, la trucha del lago, riquísima. Ya va bien, ya que después toca unas 5 o más horas de retorno a la ciudad de Puno, donde ya solo hicimos un peuqeño recorrido por el centro y nos quedaba una sola noche para coger nuevamente otro bus que nos llevaría a Arequipa, el último punto de este tour tan completo, que vuelvo a decir: valió la pena... y con creces!
De Arequipa no contaremos nada, ya que no era la época de visita, nos tocó muy mal tiempo, con una niebla que cubría los techos de los edificios, así que decidimos volver a Lima al día siguiente para coger otro vuelo que nos llevará a las playas del norte.
Así que nada, hasta la próxima, aquí hay más fotos de esta etapa en el Lago Titicaca y Puno.