¿Volverá el esplendor de los extremistas?
Europa, la vieja Europa, y nunca mejor dicho, pues a menos de cien años de concluida la Segunda Guerra Mundial, con sus conocidas y desgraciadas consecuencias para ese continente y para el mundo, los europeos parecen haber vuelto a las andanzas que desencadenaron el conflicto. Si bien es cierto que, en la actualidad, los países cuentan con un frente unido como la Unión Europea, frecuentemente catalogada como el más avanzado de los sistemas de integración multilateral del planeta, también es verdad que los principios que llevaron a esta unión parecen resquebrajarse, con una infiltración lenta, pero constante, de posiciones nacionales ultraderechistas (rayando en el nazifascismo) que, sin duda, están reconfigurando la UE.
Como en toda tendencia política, en la derecha europea hay bemoles y, considerando la diversidad de países que pertenecen a la UE, se comprende que a la hora de presentar propuestas y alcanzar acuerdos en el Parlamento, la cosa no sea ni fácil ni rápida. Siendo así, tenemos que, con las elecciones parlamentarias de este 9 de junio, a pesar de la confirmación del ascenso de representantes de derecha y ultraderecha, quienes estarían superando los 130 (mientras se escribe este artículo aún no hay cifras definitivas), aún no alcanzarían a la mayoría de socialdemócratas y liberales socialistas que dominan la Comisión Europea, es decir, que, por ahora, los llamados «europeístas» siguen controlando el poder.
Más allá de este dato, no menor, lo que destaca es el trabajo de hormiga de la ultraderecha, que ha venido sumando escaños incesantemente con cada elección. En el actual Parlamento, países como Italia, Polonia y Hungría tienen más del 40% de todos sus representantes en partidos de ala extrema, mientras que en Francia sumaban casi el 25%, con un gran aumento en el sufragio del domingo, tan espectacular que el presidente Emmanuel Macron (centrista) disolvió la Asamblea Nacional y decidió adelantar las elecciones legislativas internas, ante la «amenaza» de los radicales nacionalistas, antiinmigración y liberales económicos, los más votados por los franceses para ser su voz en Bruselas.
La prensa europea da cuenta de una alta abstención y de un llamativo voto joven muy radical libertario, que defiende abiertamente cualquier propuesta de fronteras fuertes, reducción de la cooperación europea y, en general, de principios de soberanía nacional y supremacía racial. Vaya que la juventud está mirando con muy buenos ojos no solo los mismos viejos discursos «nacionalsocialistas», sino toda la estética y argumentos que alguna vez tuvieron éxito en Europa. El ambiente social es de preguerra, con los peligros que eso implica.
La vieja Europa saca a sus fantasmas con poca vergüenza. Lo que hasta hace algunos años era prácticamente imposible, hoy se permite. ¿Por qué no?, dicen los seguidores, por ejemplo, del nazismo. Figuras públicas y privadas se permiten defender ideológica y militantemente posturas fascistas y personajes deleznables, como antiguos miembros de la SS alemana. Algunos de ellos son integrantes de ese perfil de partidos que, a partir del domingo 9 de junio, serán la primera fuerza en Francia y Austria, la segunda en Alemania y la tercera en España. Ni hablar de Italia, donde hoy son gobierno nacional.
La ideología que arrasó con un continente hace casi ochenta años nunca se fue, solo estuvo trabajando en silencio para emerger en el momento adecuado. Ese momento ya llegó y el mundo debe estar preparado para lo que eso significa.
Mariel Carrillo García