Podium para Israel en genocidio a largo plazo
Mientras el mundo miraba las últimas disciplinas en competencia en los Juegos Olímpicos de París, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) “aprovecharon” de realizar ataques puntuales a escuelas en la Franja de Gaza. Cuatro centros educativos fueron bombardeados en lo que va de agosto, por ser, según los israelitas, escondrijos de militantes de Hamas. Los daños colaterales, por supuesto, superaron con creces el número estimado de militantes. Muchos niños; una cantidad de personas difícil de determinar, puesto que los cadáveres quedaron destrozados; pedazos por aquí y por allá, según reportaron los pocos medios que aún pueden cubrir en la zona. Otro día “normal” en la Palestina ocupada por la potencia militar que se lava la cara con sus atletas-soldados en París.
La ofensiva contra las escuelas –conocidas además por ser albergue para refugiados– representa una escalada en la ola de violencia sistémica de Israel, una violencia con “toques” simbólicos que no se pueden olvidar, pues retratan la crueldad y la intención de exterminio. El ataque más reciente (sábado 10) se realizó a la hora de la oración, en una escuela en el barrio de Ed-Deraj, lo cual hizo más letal a los tres cohetes reportados por la agencia de defensa civil palestina. La FDI niega los números y testimonios palestinos, mientras ofrece exactamente la misma razón para todos los bombardeos a centros civiles. “tenemos reportes de que allí se esconden altos mandos de Hamas”. Si esto fuera cierto, podría pensarse que, desde octubre del año pasado a la fecha, Hamas tenía un número exorbitantemente elevado de “altos mandos” y una capacidad de reproducción de los mismos que ya quisieran copiar los virus.
El cinismo no tiene límites. Es un genocidio admitido y defendido, aclamado incluso, bien en nombre de una interpretación particular de una idea religiosa, o bien en nombre de una creencia estructural, poco ligada a la razón y entregada a la emoción. Un grupo de fanáticos extermina a un pueblo que ellos interpretan intrusos de una tierra que asumen les entregó Dios. No creemos que Dios guste del desmembramiento de niños de forma regular o de quemar vivas a las personas, pero ¿quién sabe? El Dios que retratan ciertos libros no es precisamente bondadoso o cortés. La humanidad decidirá, como siempre, a cuál Dios seguir y cuáles “lógicas” defender. En el Olimpo de las vergüenzas hay demasiados compitiendo por el oro, mientras Palestina, dignísima, resiste, esperando el fin de la pesadilla.
Mariel Carrillo García