Puntos Ciegos

Por Joseluisp

Confieso que siento una gran fascinación hacia la ventana de Johari. Sobre todo con aquella parte de nosotros que somos incapaces de percibir desde nuestra mirada personal pero que es completamente visible para las personas que nos acompañan. A esta zona de la ventana la conocemos como el yo abierto.

A nadie le sorprende que, cuando evaluamos directivos con el Feedback 360, las percepciones que tiene una persona sobre sí misma son totalmente diferentes a las que muestran sus superiores, sus compañeros, sus colaboradores, sus clientes o sus proveedores.

¿Cómo es posible esta brecha entre la percepción que tenemos de nosotros mismos respecto a la que tienen los demás? Para Daniel Goleman la respuesta se encuentra en nuestra tendencia al autoengaño. La negación de nuestras verdades más crueles es una estrategia que desarrollamos para protegernos del sufrimiento en que incurriríamos si las reconocemos y conectamos. Por ello tendemos a exagerar nuestros puntos fuertes y a rechazar todos y cada uno de nuestros puntos débiles.

El resultado es previsible: por un lado negamos nuestras debilidades y las convertimos en puntos ciegos, por otro lado magnificamos nuestros puntos fuertes y nos encerramos en una coraza que nos impide conectar con cualquier oportunidad de mejora, de aprendizaje o de innovación. Cuando caemos en el autoengaño desconectamos de todo lo que nos ayuda a conocernos a nosotros mismos y vivimos de espaldas a cualquier oportunidad de aprendizaje. Nos instalamos en una rigidez que nos impide adaptarnos a cualquier cambio que se produce en el entorno.

Robert E. Kaplan estudió a diferentes directivos que, después de haber conseguido triunfos excelentes, iniciaron una trayectoria que les condujo al fracaso. Kaplan comprobó que estos directivos caían en el autoengaño, en la negación de sus propios errores, y esto les impedía recurrir al aprendizaje, a la innovación y a la mejora. En su mayoría, los puntos ciegos les llevaban a la ambición ciega, al establecimiento de objetivos poco realistas, a incurrir en esfuerzos desmedidos, a la intromisión y al aislamiento, a la sed de poder, a la necesidad insaciable de reconocimiento, a la preocupación por las apariencias, o la necesidad de parecer perfecto. Obviamente, las consecuencias son nefastas para la persona y para todos los que se relacionan con ella.

Nuestros puntos ciegos nos impiden conocernos. Nos alejan de la conciencia de nosotros mismos, una de las principales competencias de inteligencia emocional. El autoconocimiento nos ayuda a conectar con nuestras fortalezas y nuestras debilidades y es la base sobre la que establecemos la confiaza sobre nosotros mismos y en nuestras capacidades. Desde el conocimiento de nosotros mismos podemos reconocer nuestras emociones y sus efectos, así como trabajar en la regulación de nuestros estados emocionales. Merece la pena.

NOTAS

El estudio mencionado de Robert E. Kaplan está citado en “La práctica de la inteligencia emocional” de Daniel Goleman, publicado por Editorial Kairós.

Un resumen de estos puntos ciegos puede consultarse en el siguiente enlace. Corresponde al material que utilizo en los Talleres de Coaching para la Inteligencia Emocional que estoy impartiendo estos días en varias ciudades.