Puyol conduce a la mejor España hacia la mayor oportunidad de su historia: la final del Mundial

Publicado el 07 julio 2010 por Toni_delgado @ToniDelgadoG
Villa, Piqué e Iniesta abrazan a Puyol para festejar el gol del triunfo ante Alemania -EFE.
Abandonó el campo cabizbajo, sin aliento y, por una vez, sin sonreír. Pedro Rodríguez (Santa Cruz de Tenerife, 1987) sólo se concedió una tregua para comentarle algo al oído a su sustituto, David Silva. Después, sus dientes volvieron a pegarse en sus labios y su mente, a torturarse con esa dichosa jugada. Directo, concreto y altruista siempre, el extremo canario se había enredado en recortes antes que en ver solo a Torres. Friedrich, inclemente, había despejado sin contemplaciones. En otros tiempos la jugada de Pedro hubiese sido eterna y utilizada por ser un recuerdo de lo que pudo ser y no fue, una nueva instantánea para acompañar al codazo de Tassotti, a los fallos de Cardeñosa, Zubizarreta o Salinas y a los goles mal anulados de Míchel o Morientes. Al historial de decepciones de España en un Mundial. Pero esta vez la jugada supone una anécdota, un mal menor por no haber premiado al agitador del equipo. Porque la acción para recordar es otra y es fantástica: Xavi saca un córner y Puyol remata de cabeza y está a punto estuvo de llevarse por delante a Piqué, que intentaba hacer lo mismo. El gol de un defensa que sólo había marcado dos partidos con España, un gran pellizco para los apostantes que lo pronosticasen, condujo a España hacia su mayor oportunidad: la final de un Mundial. El tanto premió el extraordinario trabajo colectivo del combinado español, que empequeñeció a la jovial y entusiasta Alemania, debilitada por la baja de Müller y la presión del rival. La selección de Löw perdió frescura y contundencia mientras que España recuperó su mejor versión en el momento preciso y está a un paso de ganar su primer Mundial tras este 0-1, el resultado de la Eurocopa de 2008. El domingo intentará completar este sueño ante la Holanda de Snjeider y Robben, dos jugadores descartados en Madrid hace un año que ahora opositan por el Balón de Oro.
“Impresionante, Pedro ha estado impresionante”, concedió Villa. Un elogio individual que precedió al resto de secundarios: “Todos los que entran aportan mucho”. Declaraciones humildes, de grupo, del goleador del Mundial junto con el propio Snjeider y responsable hasta este partido de cinco de los seis goles de España, que con tres en las tres eliminatorias se ha plantado en la final. Como durante el torneo, a la selección le faltó acierto y le sobraron ocasiones para encontrar el premio, especialmente en el inicio del segundo tiempo, cuando monopolizó el encuentro y contó con más de media docena de oportunidades. Despertaría Alemania con un tiro de Kross, que Casillas rechazaría con la misma seguridad que el de Santa Cruz y cinco minutos después, en el 73, Puyol llevaría al cielo a la selección en el mismo escenario donde empezó el torneo con derrota contra Suiza y se señalaron como culpables a personas que ni tan siquiera juegan a fútbol.
Buscando espacios
Suiza despertó el victimismo, pero España se conjuró para y convertirse, o al menos intentarlo, en ser el primer campeón del mundo de la historia tras haber perdido el primer partido. Ante rivales incómodos que le hacían jugar sin espacios intentó buscar, mimar y tocar la pelota, fiel a su estilo, por mucho que fuese toda una hazaña hacerlo y su juego no fuese tan brillante como el mostrado en la Eurocopa, de la que pudo despedirse de no haber acertado en la lotería de los penaltis. Lejos de su mejor versión, España sabía competir y rendir para vencer desde su defensa y buscando la elaboración. Sólo Villa tenía la suficiente pólvora para concretar las jugadas.
La selección es de autores y no de autor, no entiende el fútbol como una propuesta de individualidades y el grupo no juega para nadie en concreto: es un todos para todos hacia el fin de competir para vencer. No es un equipo de marca exclusiva y sello de icono concreto, como ha sucedido en Sudáfrica con Cristiano Ronaldo, Rooney, Drogba o Eto’o, que se despidieron como jugadores poco revelantes en selecciones que, vencidas por sus focos y sus cualidades, confiaron su táctica e ingenio hacia ellos con un resultado exacto: la eliminación sin preámbulos, el fracaso como respuesta a su idea de la estrella como imán del resto.
Pedro por Torres
En las tertulias deportivas, en cualquier rincón en el que se hablase de la selección y del campeonato del mundo surgía el mismo dilema: Torres o Llorente estaba entregado y dispuesto, pero que llegó al Mundial tras una lesión y falto de ritmo. Y unas semifinales no pueden ser un banco de entrenamiento y reconocimiento pasado, sino de resultados y presentó. Del Bosque miró a sus recambios y confió en Pedro, fundamental en el triunfo ante Paraguay, como el partido anterior lo había sido Llorente contra Portugal. Dos apariciones fulgurantes desde el banquillo que no se habían valorado de igual manera. Había una unanimidad en ver a Llorente como recambio de Torres. Villa, por tanto, pasaba a ser el nueve oficioso después de un torneo en el que se ha exhibido como extremo izquierdo, donde Pedro hacía de las suyas.
El delantero canario, que hace dos años jugaba en Tercera, fue el más activo en una primera parte en la que España se entretuvo demasiado en la elaboración de las jugadas y, como en la segundas, se multiplicó en la presión. Parecía que en la selección hubiese varios Busquets, porque desde el propio Sergio a Iniesta, Xavi o Alonso birlaban pelotas a los alemanes, precavidos y conservadores por un día, deseosos de coger una contra que les pusiese en ventaja. Su única ocasión real fue un disparo desde 30 metros de Trochowski, el recambio del sancionado Müller, desconsolado, solo y con los brazos cruzados en los últimos minutos del partido, apoyado en una valla publicitaria.
Kroos
España cocía tanto el pase que Alemania estaba siempre bien colocada para impedir la definición o, cuanto menos, el intento. Pedro asistió en el sexto minuto a Villa –este remató cayéndose y Neuer despejó con el pecho– fue el encargado de cerrar la primera parte con un tiro desde lejos y al centro y el líder en el inicio de la segunda. De sus botas surgió una jugada singular: el canario se fue de cuantos se le aparecieron y cedió a Xabi Alonso, que lanzó fuera desde lejos. Un minuto después Alonso repitió lanzamiento desde la misma zona y con exacta suerte: ninguna. Así, como un martillo se comportó España hasta el susto de Kroos, recambio de Trochowski, y el cabezazo eterno de Puyol. Antes, Löw, coherente ante el baile de Pedro y Ramos, había sustituido a Boateng por Jansen, más implicado y aplicado en ataque.
“Hola a todos, a partir de hoy no podremos conectarnos hasta que volvamos del mundial, os cuento a la vuelta!! saludos!!”. Así se despedía Puyol en su twitter el 26 de mayo. Poco se imaginaba entonces que iba a marcar un gol y menos que fuese tan importante. Sólo llevaba dos: en 2002 había marcado en un amistoso ante Irlanda del Norte y en 2008, contra Estonia, precisamente en partido clasificatorio para el Mundial de Sudáfrica. Su remate de cabeza es ya una jugada imborrable y que hace posible que España esté ante la mayor oportunidad de su historia.