La primera vez que se utilizó esta “etiqueta” fue en los años 70 y en referencia al tiempo que se “invertía” en los niños. Tiempos en los que la incorporación de la mujer al mundo laboral provocaba una disminución de la cantidad de espacio vital dedicado a los hijos pero que se veía compensada con un aumento de la calidad. Aquello de “mejor un poco bueno que mucho y malo”… Después ya se generalizó al tiempo que pasamos con los que queremos y, sobre todo, siguió vinculado a la vida familiar.
En mi caso, el concepto me lo explicó ( y me lo regaló) una mujer a punto de cumplir los cuarenta. Ante la transcendental revisión de lo que había hecho en la vida (que se produce en las edades que terminan en cero), esta persona hizo una especie de valoración del gasto de su tiempo. Obviando el entorno laboral ( la mayoría de veces la hipoteca obliga y son pocos los afortunados que trabajan en lo que les gusta), se percató que dedicaba muchas horas a hacer cosas que, cuantitativamente le sumaban pero cualitativamente le restaban. Decidió dejar de gastar su tiempo en todo lo que no fuera “Quality Time”, o sea, Tiempo de Calidad.
Me explicaba que había restringido cenas y salidas insulsas ( de esas que sabes que no te van a aportar y que las pasas , en modo rutina), que por fin se había atrevido a marcar fronteras, de seleccionar con quién sí y con quién, no. Intentaba dedicar espacios a lo que más le gustaba ( pintar, leer, pasear por la playa) y ya no los cedía por convenciones sociales ( obligatoria asistencia a una barbacoa vs sábado en casa dedicada a su novela).
Su verdadera revolución interna ( con la consiguiente liberación personal) había sido controlar -voluntariamente- el gasto de su tiempo : en qué, cómo y con quién. Cuando acabamos aquella charla, me dijo : Ves, por ejemplo, este rato es un ejemplo de Quality Time para mí. La entendí a la perfección porque también lo fue para mí.
Y creo que todos los blogueros que me estén leyendo en este momento, también lo entenderán perfectamente. Ese momento de escribir el post, de publicar, de consultar estadísticas para ver cómo va la cosa, de leer otros blogs, de responder a unos y comentar a otros, de descubrir a esos otros que están disfrutando tanto como tú en el camino blogosférico… Sí, definitivamente esos momentos son de Quality Time.
Gracias, por la parte que os toca, por los míos.