Se trata de una ópera poco convencional que compuso en 1927 Virgil Thompson, con libreto de Gertrude Stein, y que la compañía portuguesa Teatro do Bairro y la productora Ar de Filmes han llevado a escena. Fue el director Antonio Pires quien estrenó esta nueva versión de la obra, para 21 actores y bailarines, cuyo texto corrió a cargo de la escritora Luísa Costa Gomes. Este montaje se estrenará el 7 de marzo en el Teatro Victoria Eugenia.
Se trata de una ópera nada convencional, cuyo título puede llevar a equívoco, ya que no son cuatro los santos que aparecen, sino una veintena, y no consta de tres actos, sino de cuatro.
Nos interesa especialmente el primer acto, que se ubica en la ciudad de Ávila y tiene como protagonistas a Santa Teresa de Jesús y San Ignacio de Loyola. Merece la pena reproducir aquí este texto de Eulalia Piñero en un artículo sobre las óperas feministas de Gertrude Stein:
«La figura de Santa Teresa de Jesús causó gran impacto en Stein durante el viaje que hizo por España en 1915 y la convierte en el centro visual de los siete cuadros que representan escenas en las que la mística española tiene un papel primordial incluso acentuado por el desdoblamiento del personaje en Santa Teresa I y Santa Teresa II. La dualidad representativa quizás constituye un eco de la doble dimensión que tuvo la Santa española, por un lado como activa fundadora de conventos y reformadora de la orden carmelita, y por otro, por su desarrollo espiritual a través de la vida contemplativa y de oración descrita en su obra Vida (1562). Es evidente que Stein se hace eco de esta dualidad que conjuga una vida absolutamente excepcional en el contexto histórico literario del siglo de oro español. La trayectoria literaria de esta mujer dotada de una personalidad arrolladora y llena de vida se centró en la escritura mística confesional de carácter didáctico. Su interés primordial era el de llegar a su audiencia, en su mayoría monjas, de una manera directa y sencilla. Así consiguió “alcanzar la imaginación de sus lectores lo mejor posible para llevarles por medio de la referencia a lo familiar a un mundo de experiencia que no lo es” (Jones, 135). Un claro ejemplo de esta técnica retórica era la analogía del jardín para describir la contemplación y la oración. La imagen de cómo se hace y se cuida el jardín es lo suficientemente familiar y cercana como para que se pueda trascender a otros niveles de experiencia espiritual mucho más complejos. No cabe duda de que Stein conocía muy bien la trayectoria literaria y humana de un personaje femenino tan excepcional y comprometido con su empresa religiosa como lo fue Santa Teresa de Jesús. Su gran personalidad y compromiso con las religiosas de su época, adoptando ella misma un papel dirigente que le ocasionó no pocos enfrentamientos con la curia conservadora, fue un ejemplo de pensamiento protofeminista que no pasó desapercibido para la escritora norteamericana. De hecho, todo ello se pone de manifiesto en los cuadros de la ópera, donde a pesar de que no hay una acción narrativa convencional, dimensión que Stein consideraba antiteatral, sí se presentan imágenes que evocan claramente la importancia de esta figura femenina. Así pues, Santa Teresa interviene en el acto I haciendo preguntas como «Can women have wishes»? (¿Pueden tener deseos las mujeres?), portando una paloma, en estado de éxtasis, y acunando a un niño imaginario. Estas imágenes aluden obviamente a aspectos fundamentales de la personalidad de la santa española.»[1].
[1] Eulalia Piñero Gil, “Las óperas feministas de Gertrude Stein”, Dossiers Feministes 7, 2004, p. 71.