José Ángel Crego poniendo cara de pillín al saber que la había liado.
"¿Por qué el trabajador no le paga 45 días por cada año que la empresa le ha estado pagando un sueldo y le ha dado trabajo?", preguntó el presidente del Círculo Empresarial Leonés, José Ángel Crego, el pasado 26 de marzo en una tertulia organizada por el Diario de León y La 8 Televisión. La tal pregunta generó una oleada (más bien un tsunami) de cabreo en las redes sociales, como podría haber previsto cualquiera con dos dedos de frente pero al jefe de la patronal leonesa no se le ocurrió. De hecho, el tal tsunami le ha causado profundo asombro, y para hacerle frente ofreció las disculpas habituales entre políticos y adolescentes pillados en falta: que si se habían sacado sus declaraciones de contexto, que si se le había malinterpretado por ser él tan natural, participativo y coloquial, y tal, y tal. Crego estudió en la Universidad de León. No he conseguido averiguar si en la facultad de ciencias económicas o en la de ciencias empresariales, pero ya sé a qué universidad no enviaré nunca a mis hijos si quieren estudiar cualquiera de esas dos disciplinas académicas; porque allí las deben impartir rematadamente mal. Eso, o Crego era el peor estudiante del mundo; o se equivocó de facultad al matricularse y se licenció en filología hebrea sin darse cuenta. Porque nadie que tenga mínimamente claros los principios básicos de la teoría económica y la organización empresarial diría en serio y en tribuna pública semejante sarta de burradas. Para empezar, la empresa no le da trabajo al trabajador, es justo lo contrario: el trabajador le proporciona su trabajo a la empresa (o se lo vende, o se lo alquila) a cambio de una compensación económica (a veces en especie), llamada salario. La empresa utiliza ese trabajo que le compra o alquila a sus trabajadores para obtener beneficios. Y si el trabajador no trabaja lo suficiente para ser rentable para la empresa, se le despide. Y si el trabajo que realiza el trabajador no puede ser suficientemente rentabilizado por la empresa, se elimina ese puesto de trabajo y el trabajador resulta, igualmente, despedido. El sueldo no es una graciosa dádiva que las empresas conceden; es lo que gana el trabajador vendiendo lo único que posee, su fuerza de trabajo. Las indemnizaciones existen para compensar el prejuicio que la empresa causa al trabajador al rescindir unilateralmente un contrato (el laboral) por el que aquella le suele demandar exclusividad a éste. Crego fue director general de la sede en España de la multinacional sueca Transcom, hasta que en 2004 sus empleadores vinieron apresuradamente de Suecia y le despidieron fulminantemente, a él y a toda la directiva nombrada por él, por motivos que no han trascendido. Como tampoco ha trascendido el monto de las indemnizaciones por despido que Crego y su gente cobraron, aunque sin duda fueron cantidades bastante más sustanciosas que la paga de 45 días por cada año que impone la ley y tan mal le parece a Crego... cuando quien la recibe no es uno de los suyos, claro. Porque no hay escalón laboral en el que las indemnizaciones por despido sean mayores ni estén tan blindadas que el de los ejecutivos de alto rango. Crego también afirmó que la viabilidad de la empresa es más importante para el buen funcionamiento del país y la sociedad que la estabilidad laboral y económica del trabajador. Lo cual no es cierto: la viabilidad de una empresa sólo es importante para la sociedad en cuanto sea capaz de crear riqueza y distribuirla, mientras que la estabilidad laboral y económica de la población se traduce en paz social (imprescindible para un buen desarrollo económico) e incremento del consumo, lo que es siempre beneficioso para la sociedad y la economía. Si no contribuye a la creación y distribución de la riqueza, la empresa no es útil a la sociedad, sino que la parasita. El paradigma de este tipo de empresas son las de la economía financiera: no crean riqueza, sólo la mueven de sitio, y su capacidad para crear empleo es extremadamente baja; mucho menor, en todo caso, que las empresas de la economía productiva, que sí crean riqueza y, al necesitar más mano de obra, la distribuyen en forma de salarios. Todo esto que acabo de exponer no es más que una sarta de perogrulladas; conceptos elementales (muy elementales) de economía y organización empresarial. Que cualquier alto ejecutivo no los tenga claros es grave. Que no los tenga claros el portavoz de una organización empresarial es gravísimo. Comprendo perfectamente que los suecos le despidieran de forma tan fulminante. Lo que me cuesta entender es que los empresarios leoneses le hayan elegido para representarlos. A menos que sean aún más ignorantes que él. Y eso ya da hasta miedo.