¿Qué aplauden sus señorías?

Publicado el 18 noviembre 2014 por Lulesi

 

Todavía resuenan en mis oídos los aplausos.  En ese espacio abierto de la televisión, pero cercano al confinamiento de la verdad, oigo a unos representantes del pueblo aplaudir a un energúmeno con corbata que, arbitrariamente, ha criminalizado a una trabajadora sanitaria. El aplauso es una metáfora de aprobación, una convulsión más de la casta asilvestrada que nos mal gobierna.

Veo y oigo también un reportaje sobre una conferencia de una quimera de buen gobierno. Los reunidos también aplauden a un señor que ha explicado una baratija de justificación sobre cómo ha viajado con cargo al erario público para satisfacer una necesidad del bajo vientre. Aplauden como locos y gritan y vitorean al delincuente.

A partir de aquí se comprenden como hay ciudadanos que estrellan sus zapatos contra el televisor. Estos personajes, que cobran dietas, sueldos y bagatelas varias rompen el principio de Arquímedes: desalojan más de lo que pesan.

Aplauden el delito y alegan presunciones de inocencia cuando lo que deberían hacer es ahorrarnos el trabajo de ahorcarlos y suicidarse. Deberían arrojarse por las ventanas de sus hueros parlamentos y convecciones y probar a ver si salen volando.

Son cetáceos llenos de flato que chapotean con sus manos defendiendo a los de su misma condición moral. Corporativismo delictivo. Son como el ministro que denegaba cualquier reforma en un colegio y aprobaba jacuzzis en las cárceles porque decía que él no iba a volver a clase.

Aplauden los exabruptos de un gorila médico y los viajes de un picha floja porque ellos son chimpancés de la política  y flojos de la mente. Viven en el sobresueldo y el absentismo y, encima, nos legislan para la transparencia.

Creo que estos aplausos los han condenado para siempre y que el más absoluto de los fracasos cerrará, sin piedad, sus enlodadas vidas.

¿Qué aplauden sus señorías?


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