Nunca había visitado el cementerio de alguna ciudad. No entiendo bien eso de caminar entre tumbas, recuerdos y tanto silencio. No sé bien qué se busca, cámara en mano. Es como pasearse, voluntariamente, entre el dolor que se quedó ahí como atrapado. Nunca había caminado por el cementerio de alguna ciudad; pero estaba en Río de Janeiro, muy cerca del Cementerio São João Batista, el único en la Zona Sul de Río y no pasar por ahí o, al menos intentarlo, era como obviar esa parte de la vida que también es la muerte.
El cielo estaba a tono para el recorrido: gris y frío. Afuera, en pleno Botafogo, las cornetas de los carros se precipitaban en esas calles un poco estrechas. Pero adentro, solo había silencio. Antes de entrar, lo único que sabía era que allí estaba enterrado Albertos Santos Dumont, un brasileño considerado uno de los pioneros de la aviación; un personaje querido y respetado en todo
Salí de allí con el mismo silencio que entré; divagando sobre la vida y la muerte más que el hecho de contemplar la historia tras cada tumba. Mientras escribo esto, me tropiezo con una larga lista de personas conocidas en Brasil, enterradas allí y supongo que pasé por delante de algunas de ellas, sin saberlo. Nunca había visitado el cementerio de alguna ciudad y no sé si volveré a hacerlo.