¡Qué cerca estuvimos!

Por Interesproductivo @RoberttiGamarra

@morguefile

Era de mañana, a primera hora. Por mera costumbre encendíamos la radio, donde se sucedían las noticias mientras los niños se preparaban para asistir al colegio. De pronto Iñaki Gabilondo anunció la explosión de una bomba en un tren. No pareció gran noticia, ya que estábamos acostumbrados a ese tipo de anuncios… ¡Qué cerca estuvimos!
Así comenzó aquel 11 de marzo, hace diez años, con la guardería de mi hijo pequeño a sólo 150 metros de Atocha. Muchas cosas sucedieron a partir de entonces, por eso he querido recoger una pequeña lista de lo que, a mi parecer, quedaron para siempre.
Los olvidados. Son aquellos que sufrieron las consecuencias del atentado pero que pocos días después ya nadie se acordó de ellos, por varias razones: porque las secuelas sufridas eran demasiado pequeñas para ser considerados víctimas o porque eran demasiado graves para hacerse público.

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Los invisibles. Son quienes desde el primer momento no fueron mencionados, por estar catalogados como afectados en estado catastróficos, aunque no muertos. Son personas que sufrieron heridas o amputaciones sumamente graves, lo cual desaconsejaba exhibirlas ante la opinión pública, porque causarían una grave impresión en quienes les vieran. Por desgracia para sus familiares, el anonimato acaba consumiéndoles en silencio.
Los afectados lejanos. O no tan lejanos, que padecieron los acontecimientos indirectamente, porque ni estaban en el tren ni perdieron a familiares, pero sí a amigos o conocidos. Estas personas también sobrellevan a diario la ausencia, y los lamentos del entorno familiar de los amigos desaparecidos físicamente, aunque no así afectivamente.
Los afectados psicológicos. Son aquellos que han estado en el escenario o llegaron nada más conocerse la noticia, pero no se esperaban lo que se encontrarían allí, de modo que haberse metido a formar parte del equipo de asistencia fue sencillo en el momento, pero insoportable a medida que pasan los días, los meses, incluso los años, ya que no pueden desprenderse de la contaminación psicológica que les ha dejado lo que vieron in situ.
Todos por igual sufrieron el trauma del atentado, las imágenes, haber estado en el escenario marca psicológicamente a la persona, dejando en su memoria los residuos del semejante muerto.
Los políticos. No todos, afortunadamente, pero muchos de ellos nunca pensaron que tendrían tanta repercusión social sus actuaciones. Decidieron esconder la verdad, acomodarla a su gusto y conveniencia, para hacernos creer, felizmente por poco tiempo, de que aquello era una cosa cuando en realidad era otra.
Por último, porque son los principales afectados, quedan las familias, destrozadas algunas por haber perdido a alguien para siempre o las que sobreviven con la carga silenciosa del abandono, al cuidado del que aún sigue con vida, pero…
En fin, todos hemos sufrido este acontecimiento, que 10 años después sigue vivo en la memoria de quienes hemos estado tan cerca de todo…