¿Que din os rumorosos?

Publicado el 25 septiembre 2016 por Polikracia @polikracia

El monótono fungar de la política gallega parece perpetuarse como el de esas copas de escuro arume arpado del que habla el precioso himno de la comunidad. Otra vez el PP ante el abismo de que no llegar a los 38 diputados que garantizan la mayoría absoluta lo arrojara a la oposición frente a un tripartito con un balance de fuerzas muy diferente al que aúpo a Emilio Touriño y Anxo Quintana hace 11 años al poder. Y otra vez una victoria que da lustre al “muy elegible” Feijoo y le da otros cuatro años de presidencia en la Xunta que ocupó en 2009, retrasando (¿o evitando?) su esperado salto a la política nacional.

Esta “elegibilidad” (tan de moda últimamente en Gran Bretaña) de Feijoo no ha sido cosa banal en unas elecciones muy personalizadas y marcadas por la abismal distancia entre el candidato del Partido Popular y el resto. La encuesta del CIS preelectoral, hecha entre el 29 de agosto y el 2 de septiembre, daba cuenta de la enorme diferencia existente tanto en conocimiento del candidato como en valoración respecto al resto de líderes.

La encuesta algo posterior de Metroscopia no variaba en lo sustancial el panorama. Feijoo contra cuatro candidatos muy desconocidos en una campaña centrada en ellos y en Galicia, dado el interés de varios de los implicados en alejarse de la escena nacional. No es de extrañar que el PP prácticamente renunciara a sus siglas o a exponer más de lo debido a los líderes estatales, prefiriendo ahondar en la retórica de “orden contra el caos” que ya planeó sobre las elecciones del 26 de junio y forzar a la oposición a moverse en términos gallegos. En el mismo sentido la Marea dio prioridad al histórico Beiras para hacer frente al desconocimiento sobre Luis Villares, y tratando de apaciguar las llamas provenientes de Madrid con el enfrentamiento entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. ¿Ha podido afectar esto a un resultado no tan bueno como el esperado?

Porque el partido encerrado en esa dialéctica “orden contra populismo” (tal y como reconocía Leiceaga) era un PSOE conocedor de los efectos psicológicos tanto a nivel regional como estatal del llamado, con fino gusto, sorpasiño. Romper la pinza que se cernía sobre su condición de líder de la oposición ha sido el trabajo de otro candidato casi desconocido, culminado con un exitoso fracaso o una victoria al estilo de las de Pirro de Epiro. Las Mareas no han logrado doblegarles en número de escaños pero sí en votos y esta experiencia es novedosa para el partido socialista en una comunidad autónoma que no sea País Vasco o Cataluña, haciendo bueno aquello de que Galicia también tiene dinámicas propias y consolidando la pérdida de poder socialista en todas las nacionalidades históricas.

Quedan atrás el Bloque Nacionalista Galego y Ciudadanos. Los primeros han vivido en una bajada constante desde el 2005, escisiones y conflictos internos aparte. Con una candidata poco conocida y la Marea aglutinando el voto “útil por el cambio” las encuestas les auguraban un futuro negro, apenas representados y al borde de la fagocitación. No ha sido así, y con seis escaños se mantienen como una casi irrelevante cuarta fuerza…pero con más resiliencia de la esperada. Mucha peor tesitura para Ciudadanos, que parece dejar Galicia de lado en todas las elecciones. La apuesta por una candidata de un perfil más escorado hacia la derecha y la reclamación de que el voto naranja puede servir para cambiar cosas en los distintos niveles institucionales no ha servido para arreglar los problemas en la campaña, con casos tan sangrantes como el del famoso autobús, el desconocimiento de la candidata y la imposibilidad de articular un discurso que llegara a preocupar al Partido Popular. Reflexión necesaria para los naranjas, que ven como sus resultados han ido empeorando desde el 20 de diciembre y que han caído en la marginalidad en demasiadas comunidades ya.

Dada esta distribución Núñez Feijoo non desperta do seu sono y se mantiene como uno de los grandes activos del PP, salvando uno de los bastiones azules con contundencia (llegar a casi el 50% de los votos en las circunstancias actuales es impresionante), mientras que el PSOE vuelve a escuchar ruido de sables por las esquinas. La herida abierta en el País Vasco y en Galicia puede ser más munición en las recámaras de los barones que quieren hacer caer a Sánchez y abrir la puerta a una abstención, mientras que el relato del sorpasiño construido por las Mareas ha acabado calando pero sin llegar a mojar del todo.

Y es que no va a ser solo la izquierda gallega, con otros cuatro años por delante antes de la siguiente oportunidad de quebrar la resistencia de los populares en el noroeste peninsular, la que tenga que reflexionar sobre estos comicios, sino la estatal. Un PSOE que aguantó el tirón en las generales pero que ha cedido terreno en este 25 de septiembre y que se enfrenta a una decisión en la que no parece haber opción menos mala, más aún con Iglesias insistiendo en la necesidad de gobierno de coalición. Y por otra parte un Podemos dividido que ha podido restar apoyos a sus plataformas tanto en Euskadi como en Galicia. Una posible ruptura o renegociación con la periferia podría ser muy dañina para el partido morado de cara a unas terceras.

En la campaña del candidato ganó el más conocido. El hombre que logró apartarse de las polémicas a nivel nacional y que ha brindado un nuevo triunfo, tras la remontada del 26J, a su partido a apenas un mes de que expire el plazo para convocar terceras elecciones. No hay oposición seria enfrente, no hay peligro de brecha por parte de Ciudadanos* en ninguno de sus flancos y tanto el relato de PSOE por una parte como el de Podemos por la otra ha fracasado en varios aspectos. Galicia es fogar de Feijoo

*El desastre de Ciudadanos lo expresé lo más gallegamente posible antes de los resultados: “Si Democracia Ourensana te consigue ganar un escaño o superarte en votos tienes que plantearte cosas. Y si no, también”. Hora de repensar el proyecto.