Hace un par de semanas que tuve la suerte de escuchar a guionistas y director, al tandem que forman Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen, mientras bebían (una cerveza ella, un vino él) y aclaraban los más y los menos de escritura, realización y postproducción de esta, su segunda película. Ilustrativa charla, sí. Me sirvió para darme cuenta de lo importante que es que el que escribe y el que dirige, si no son la misma persona, al menos se comprendan a la perfección; me ayudó a reafirmarme en la idea de que el montaje es la auténtica "sala de operaciones" que da forma definitiva a la película y que la pasta, SIEMPRE es importante para darse a conocer, pero no para hacer algo que despierte interés.A veces los rincones a los cuales no llegan los grandes, son rincones valiosos y juegan un papel bueno.Estos dos, aunque hicieron cosas antes, muchas cosas, empezaron a sonar con su peli producida por crowfunding. Sonó en blogs (sonó en éste) y círculos modestos, se vio en algunas (pocas) salas y hasta le cayó un Goya al mejor actor revelación.Y ahora llega Que Dios nos perdone, con el respaldo de los gordos, los que ponen las películas donde se hacen sonar más. Trabajan con los actores soñados en la ciudad y contexto también deseados y ¡tachán! Sale bien.¿Seguro?Pues seguramente, sí.Acción bien contada, con un ritmo que te lleva por las calles del centro de Madrid en plena manifestación y jaleo, por la mente oscura de personajes misteriosos y hacia un desenlace que sí, interesa hasta el final.Actores sublimes. Lo son. No hay más que decir.Exceso de techos, de cadáveres, de tiempo en la duración de las peleas, de tramas que no se resuelven y que dejan al espectador trabajando hasta que llega a su casa, después de vista la película.En aquella charla, dijeron que leían a los blogueros. Quiero creerlos, me cayeron muy bien.Es todo lo que puedo confesarles.
Que Dios nos perdone. Rodrigo Sorogoyen, 2016
Confesados
Hace un par de semanas que tuve la suerte de escuchar a guionistas y director, al tandem que forman Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen, mientras bebían (una cerveza ella, un vino él) y aclaraban los más y los menos de escritura, realización y postproducción de esta, su segunda película. Ilustrativa charla, sí. Me sirvió para darme cuenta de lo importante que es que el que escribe y el que dirige, si no son la misma persona, al menos se comprendan a la perfección; me ayudó a reafirmarme en la idea de que el montaje es la auténtica "sala de operaciones" que da forma definitiva a la película y que la pasta, SIEMPRE es importante para darse a conocer, pero no para hacer algo que despierte interés.A veces los rincones a los cuales no llegan los grandes, son rincones valiosos y juegan un papel bueno.Estos dos, aunque hicieron cosas antes, muchas cosas, empezaron a sonar con su peli producida por crowfunding. Sonó en blogs (sonó en éste) y círculos modestos, se vio en algunas (pocas) salas y hasta le cayó un Goya al mejor actor revelación.Y ahora llega Que Dios nos perdone, con el respaldo de los gordos, los que ponen las películas donde se hacen sonar más. Trabajan con los actores soñados en la ciudad y contexto también deseados y ¡tachán! Sale bien.¿Seguro?Pues seguramente, sí.Acción bien contada, con un ritmo que te lleva por las calles del centro de Madrid en plena manifestación y jaleo, por la mente oscura de personajes misteriosos y hacia un desenlace que sí, interesa hasta el final.Actores sublimes. Lo son. No hay más que decir.Exceso de techos, de cadáveres, de tiempo en la duración de las peleas, de tramas que no se resuelven y que dejan al espectador trabajando hasta que llega a su casa, después de vista la película.En aquella charla, dijeron que leían a los blogueros. Quiero creerlos, me cayeron muy bien.Es todo lo que puedo confesarles.
Hace un par de semanas que tuve la suerte de escuchar a guionistas y director, al tandem que forman Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen, mientras bebían (una cerveza ella, un vino él) y aclaraban los más y los menos de escritura, realización y postproducción de esta, su segunda película. Ilustrativa charla, sí. Me sirvió para darme cuenta de lo importante que es que el que escribe y el que dirige, si no son la misma persona, al menos se comprendan a la perfección; me ayudó a reafirmarme en la idea de que el montaje es la auténtica "sala de operaciones" que da forma definitiva a la película y que la pasta, SIEMPRE es importante para darse a conocer, pero no para hacer algo que despierte interés.A veces los rincones a los cuales no llegan los grandes, son rincones valiosos y juegan un papel bueno.Estos dos, aunque hicieron cosas antes, muchas cosas, empezaron a sonar con su peli producida por crowfunding. Sonó en blogs (sonó en éste) y círculos modestos, se vio en algunas (pocas) salas y hasta le cayó un Goya al mejor actor revelación.Y ahora llega Que Dios nos perdone, con el respaldo de los gordos, los que ponen las películas donde se hacen sonar más. Trabajan con los actores soñados en la ciudad y contexto también deseados y ¡tachán! Sale bien.¿Seguro?Pues seguramente, sí.Acción bien contada, con un ritmo que te lleva por las calles del centro de Madrid en plena manifestación y jaleo, por la mente oscura de personajes misteriosos y hacia un desenlace que sí, interesa hasta el final.Actores sublimes. Lo son. No hay más que decir.Exceso de techos, de cadáveres, de tiempo en la duración de las peleas, de tramas que no se resuelven y que dejan al espectador trabajando hasta que llega a su casa, después de vista la película.En aquella charla, dijeron que leían a los blogueros. Quiero creerlos, me cayeron muy bien.Es todo lo que puedo confesarles.