El resto del trayecto se convierte en una angustia. Al fin y al cabo los borrachos siempre dicen la verdad. Mi cabeza se vuelve loca pensando en el apocalipsis. “Soy demasiado joven”, “he trabajado demasiado”, “me quedan muchas cosas por hacer”… Putos tópicos hollywoodienses…
Me dejo llevar e imagino el cielo y el infierno, el limbo, el jardín secreto de la duermevela. ¿Cómo será aquello?, ¿cómo te gustaría que fuese? Me gustaría pensar que estar muerto es como vivir la eternidad en un tugurio fronterizo cerca de Nuevo México. Con olor a tequila, con stripers tuertas, con rock atronando, pitando los oídos. El barman, viejo y gordo, no cobra, pero te mira mal. Las peleas se suceden por razones absurdas, la cerveza se derrama y los baños tienen serrín en el suelo. Afuera nieva. En ese bar, el último bar de la tierra de los muertos, siempre hay música, rock cañero, ritmos latinos, músicos africanos… Energía desbocada que cabalga por las paredes. No hay miedo, no hay dolor. No hay sentimientos, ni penas ni añoranzas. Todo se acabó, solo hay música y alcohol a la espera de una salida, del paso a una siguiente etapa que nos regenere en un nuevo génesis, que nos ligue a un nuevo destino. Se acaba el mundo, feliz 2012, tengan suerte… la van a necesitar.
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ALFONSO CARDENAL