¿Qué enseñó realmente Buda?

Por Tiburciosamsa

Una de las cuestiones más intrincadas del budismo es la de cuáles fueron las verdaderas enseñanzas de Buda. Entre la muerte de Buda y la fijación por escrito de sus enseñanzas transcurrieron entre 200 y 300 años. Por más que se nos quiera convencer que los primeros budistas tenían una memoria prodigiosa y que estaban inmersos en una cultura oral, lo lógico es pensar que en ese lapso de tiempo se introdujeron cambios en el mensaje original, ya fuera para resolver cuestiones que habían quedado sin respuesta, para responder a cambios sociales y filosóficos o para dotar de coherencia a las enseñanzas de un maestro que posiblemente nunca tuvo la intención de crear un gran sistema filosófico coherente.
Johannes Bronkhorst en “Buddhist teaching in India” (“Die buddhistische Lehre”, en el original) ha intentado rastrear cuál pudo ser el mensaje original de Buda. Bronkhorst reconoce la dificultad de la tarea y señala como principios para determinar los elementos originales del budismo los siguientes:
+ Las ideas que aparecen en los sutras más antiguos (i.e. los del canon pali) podemos atribuirselas el principio a Buda, salvo cuando sean contradichas por ideas de otros sutras. En tales casos hay que juzgar entre las ideas en conflicto.
+ Cuando se produce una contradicción, caben dos posibilidades: 1) Que se haya producido una interferencia con alguna posición doctrinal defendida por alguna escuela no budista contemporánea; 2) Que se deba a un desarrollo doctrinal posterior que no encontró un encaje coherente. Con respecto a 1) Bronkhorst recuerda que el hecho de que una idea determinada sea compartida por los sutras y por escuelas filosóficas no budistas, no invalida necesariamente su atribución a Buda. Buda pudo haber compartido algunas posiciones con otras escuelas de su tiempo. En cambio, cuando esa idea es contradicha por otros sutras, es más probable que tengamos que descartarla como originaria. En cualquier caso, en estos casos de ideas contradichas, Bronkhorst opta por excluirlas de su estudio.
+ Cuando las enseñanzas son presentadas en forma de enumeraciones, es casi seguro que fueron objeto de una elaboración escolástica posterior. En su esfuerzo por analizar y preservar las enseñanzas budistas, uno de los métodos favoritos de los pensadores que vinieron después fue el de la composición de larguísimas listas en las que intentaban que no se les escapase ningún extremo de las enseñanzas de Buda.
La primera conclusión de Bronkhorst es que Buda no enseñó un sistema filosófico bien trabado, sino una metodología para poner fin al sufrimiento. Las pajas mentales de sus sucesores han hecho que nos olvidemos de que Buda se negó a responder a cuestiones metafísicas, porque no se consideraba un filósofo, sino un médico. Se atribuye a Buda la siguiente parábola, que dijo en repuesta a una serie de cuestiones metafísicas que le planteó un filósofo: un hombre es herido por una flecha y un médico acude a curarle. El hombre no quiere que el médico comience la curación en tanto no le haya aclarado cómo era el hombre que le disparó, si alto o bajo, moreno o rubio, de tal o cual ciudad, y cómo era la flecha, de bronce, de cobre, de hierro. La moraleja es clara: has venido a mí porque sufres y quieres librarte del sufrimiento. ¿Importa mucho que el universo sea eterno, cíclico o mediopensionista?
Bronkhorst atribuye a Buda las cuatro nobles verdades. En esto creo que no hay discrepancias entre los estudiosos. Otra cosa es que la metodología concreta del Noble Camino Óctuplo. Buda habla de la opinión correcta, la resolución correcta, el discurso correcto, la acción correcta, los medios de vida correctos, el esfuerzo correcto, la mente correcta y la concentración correcta. Hay sutras como el “Sramanyaphala Sutra” que elaboran más lo que hay que entender por cada uno de esos puntos. Bronkhorst cree que bastante de esas elaboraciones pueden retrotraerse al mismo Buda, pero advierte que sin duda hay interpolaciones, sobre todo en la descripción de la concentración correcta.
Un punto interesante es que Bronkhorst piensa que el objetivo religioso de las enseñanzas de Buda era alcanzable en esta vida. Todo aquello de que harían falta millones de vidas para alcanzar el estado de arhat, serían desarrollos posteriores. Irónicamente entonces las afirmaciones del budismo vajrayana más de mil años posterior de haber desarrollado técnicas para alcanzar la iluminación en una sola vida, estarían más próximas al mensaje original budista que las del theravada.
Bronkhorst piensa que Buda compartía tres creencias que estaban muy extendidas en la India en aquel tiempo: el karma, la reencarnación y la aspiración a salir de la rueda de los nacimientos. Una originalidad del budismo, apuntada por muchos otros antes de Bronkhorst es que en el karma budista lo que cuenta es la intención con la que se realiza una acción, no el fruto concreto que la acción tenga.
Otra originalidad del budismo, según Bronkhorst, es que otras tradiciones contemporáneas afirmaban la existencia de un conocimiento liberador. Buda ha descubierto una vía práctica que conduce a la liberación, no un conocimiento cuya comprensión lleve a la liberación. Uno podría conocerse al dedillo todas las enseñanzas de Buda y no estar más cerca de la liberación que una boñiga de vaca. Más tarde, por influencia del ambiente, los sucesores de Buda intentarían mostrar que el budismo también dispone de un conocimiento liberador y ese papel se atribuiría bien a la doctrina del no-yo (anatta), bien a la del surgimiento codependiente (paticcasamuppada). Aquí Bronkhorst se pone en modo rompedor y duda que ninguna de ambas doctrinas, tan consustanciales al budismo, hayan sido enseñadas por Buda tal y como nos han llegado.
Con respecto al no-yo, Bronkhorst da por cierto que Buda enseñó que el yo no se encuentra en los componentes psicofísicos de la persona. Pero eso no implica necesariamente que niegue absolutamente la existencia del yo. La existencia o no del yo sería una de las cuestiones metafísicas a las que Buda se negó a responder, porque deseaba mostrar un camino de liberación, no crear un sistema filosófico. Lo que ocurrió para llegar a la doctrina del no yo en su formulación clásica fue un doble proceso: 1) Por un lado las palabras de Buda se interpretaron como negando absolutamente la existencia de un yo; 2) Por otro, para contraponerse a otras escuelas que afirmaban que el conocimiento liberador era la comprensión de la naturaleza verdadera del yo, los budistas antiguos defendieron que el conocimiento liberador era la comprensión de que el yo no existe.
En cuanto a la doctrina del surgimiento codependiente, a nadie se le oculta que los doce eslabones que nos presenta la tradición están mal engarzados. Unos eslabones describen cómo unos factores psicofísicos generan otros y otros describen las distintas etapas de la vida humana. Bronkhorst asume como propia la tesis de Frauwallner: si los doce eslabones de la cadena están un poco enredados, es porque la tradición unió dos cadenas distintas que posiblemente hubieran sido enseñadas por el mismo Buda con fines diferentes. De hecho es muy fácil distinguir entre los primeros siete eslabones cuyo origen último es la ignorancia y los siguientes cinco que nacen del deseo. Bronkhorst aventura que, en su deseo de contraponer un conocimiento liberador al de escuelas rivales, los primeros budistas reelaboraron estas enseñanzas originales de Buda para generar la cadena del surgimiento codependiente de doce eslabones que hoy conocemos.
Las tesis de Bronkhorst son provocadoras e introducen una imagen de los inicios del budismo muy distinta de aquélla a la que estamos acostumbrados. A mí me dan qué pensar.