A temperaturas elevadas el propóleo es suave, flexible, y muy pegajoso; Sin embargo, cuando se enfría, y en particular cuando se congela o se acerca al punto de congelación, se vuelve duro y quebradizo.
Una vez ha sido enfriado hasta alcanzar el punto en el que se vuelve quebradizo, permanecerá en ese estado aunque vuelva a ser expuesto a temperaturas más altas.
El propóleo se convierte en líquido a 60 a 70 ° C, aunque esto dependerá de la composición concreta de la muestra (recordemos que es un producto natural, y que por tanto existirán diferencias en función a su contexto geográfico) pudiendo en algunos casos alcanzar un punto de fusión de hasta 100 ° C.
Se ha creído generalmente que las abejas producen propóleo para ayudar a proteger la colmena. Aparte de su papel en el sellado de los agujeros, el bloqueo de grietas y suavizar las paredes internas, esta sustancia parece actuar como un antiséptico para prevenir la infección microbiana de las larvas.
Debido a que las poblaciones de abejas están tan confinadas y viven en estrecho contacto, la enfermedad en una abeja puede propagarse rápidamente a toda la colmena.
Sin embargo, las abejas pueden mantenerse saludables dado que fabrican su propio antibiótico, es decir, el propóleo, lo que reduce es el crecimiento microbiano en las paredes de la colmena. Además, protege la colmena contra el flujo de aire no controlada y la humedad externa.
La capa delgada de propóleo proporciona un revestimiento impermeable que limita el escape de agua y mantiene constante la humedad dentro de la colmena.
El proceso de formación
El propóleo es recogido por las abejas en las hojas de árboles de diferentes especies, siendo reconocido como el de más calidad aquel que tiene su origen en especies del álamo, sauce, abedul, olmo, aliso, haya, coníferas y castaños de indias. En función a su origen, el color variará, oscilando entre tonos verdes y marrones rojizos.
Historia del Propóleo
Ya nuestros antepasados se dieron cuenta de los beneficios del uso del propoleo. En el antiguo Egipto y en Grecia se conocían sus propiedades antisépticas y cicatrizantes, por lo que era utlizado en el embalsamiento de los faraones, así como en la elaboración de mejunjes médicos con diversas aplicaciones.
En América Central, los incas bebían propóleo para reducir la fiebre. En el siglo XI, Avіcenа, un influente médico, científico y filósofo de origen persa recomendaba que los soldados empleasen el propóleo como tratamiento para curar sus heridas y mantenerlas libres de gérmenes gracias a las propiedades antisépticas del mismo.
El interés en el propóleo regresó a Europa durante el renacimiento, cuando se popularizó el estudio de los conocimientos clásicos. Es conocido el uso del propóleo durante el siglo XVIII por parte de Antonio Stradivari, fabricante de los considerados como mejores violines del mundo, para barnizar sus creaciones y evitar el deterioro de la madera.
Sin embargo, no es hasta principios del siglo XX cuando se inicia la investigación sobre la composición química del propóleo, y se continuó después de la Segunda Guerra Mundial. Los avances en los métodos analíticos cromatográficos permitieron la separación y la extracción de varios de sus componentes. Al menos 180 compuestos diferentes se han identificado hasta el momento.
Fuente: http://todopropoleo.com/