¿Qué es la deuda? Entrevista con el antropólogo económico David Graeber

Publicado el 13 abril 2012 por Jaque Al Neoliberalismo

En muchas ocasiones una mirada hacia atrás puede aclarar muchas cosas sobre el presente. El Antropólogo David Graeber ha hecho exactamente eso con una de las principales características del capitalismo actual: la deuda, en su libro “Debt: The first 5000 years” (La deuda: los primeros cinco mil años). Además Graeber es muy conocido en los EEUU por estar enormemente activo en el movimiento occupy Wall Street. La siguiente entrevista fue realizada por Philip Pilkington en Naked Capitalism
-La mayoría de los economistas sostienen que el dinero se inventó para sustituir al trueque, pero tu has descubierto algo diferente ¿Estoy en lo cierto?
-Sí, hay una teoría estándar, un “érase una vez”, que es un cuento de hadas. Tampoco necesita mucha presentación: de acuerdo con esta teoría todas las transacciones eran fruto del trueque. “A ver, te cambio veinte pollos por esa vaca”. Como esto creaba inconvenientes porque quizá el vecino no necesitaba pollos en este momento, se tuvo que inventar el dinero.
Esta historia viene, al menos, de Adam Smith y, a su manera, es el mito fundador de la economía. Soy antropólogo y los antropólogos siempre hemos sabido que esto es un mito, más que nada porque si hubiera lugares donde las transacciones cotidianas tomarán la forma “te doy veinte pollos por esa vaca, ya habríamos encontrado uno o dos. Pero si lo piensas, es poco sorprendente que no hayamos encontrado nada.
Pensemos un momento en lo que se dice aquí, que un puñado de granjeros neolíticos en una aldea o de nativos americanos, por ejemplo, sólo van a mantener transacciones presenciales. Así, que si tu vecino no tiene lo que tu quieres en este momento, no hay problema. Obviamente, lo que sucede en realidad, y esto es lo que los antropólogos hemos observado, cuando unos vecinos intercambian uno de ellos dice “eh, bonita vaca” y el otro le contesta “¿te gusta? llévatela”. Ahora le debes una vaca a tu vecino. A menudo ni siquiera hay intercambio. Entre los Iroqueses, u otros nativos americanos, todos estos bienes estarían asignados por el consejo de mujeres.
La pregunta real no es cómo puede el trueque generar un medio de intercambio, que luego se convierte en dinero sino como ese sentido difuso del “te debo una” se convierte en un sistema preciso de medida. Esto es, el momento en el que nace el dinero como unidad de cuenta.
Cuando se alza el telón de los registros históricos en la antigua Mesopotamia, alrededor del año 3.200 ac, esto ya ha sucedido. Hay un sistema elaborado de dinero de cuenta y sistemas complejos de crédito. El dinero como medio de intercambio o como unidades de circulación estandarizadas de oro, plata o bronce sólo llega mucho después.
Así que, según la historia convencional, primero hay trueque, luego dinero y, como culminación, aparece el crédito. Digamos que, más bien, sucede al contrario. El crédito y la deuda llegan antes, miles de años después aparece la acuñación de moneda y finalmente, se encuentran sistemas de trueque del estilo “te doy veinte pollos por esa vaca”, estos suelen aparecer allí donde, por algún motivo, los mercados monetarios han desaparecido -como, por ejemplo, en Rusia en 1998- porque la moneda ha colapsado o ha desaparecido.
-Cuando dices que al comenzar los registros históricos en torno al 3.200 ac ya hay una arquitectura financiera compleja ¿Está al mismo tiempo la sociedad dividida en clases de deudores y acreedores? Si no, cuando sucede esto. ¿Es esta la división de clase fundamental en la historia de la humanidad?
-Históricamente, hay dos posibilidades. Una es la que existe en Egipto: un Estado fuerte centralizado con una administración que extrae impuestos de la población. Durante la mayoría de la historia de Egipto nunca tuvieron costumbre de prestar dinero a interés. Posiblemente, tampoco tuvieron necesidad.
Mesopotamia era diferente porque el Estado apareció de una manera irregular e incompleta. Al principio tenían unos templos burocráticos gigantescos y después palacios y no extraían impuestos, estos sólo se consideraban apropiados para las poblaciones conquistadas. Más bien eran complejos estatales con sus propias tierras, rebaños y fábricas. El dinero aparece como unidad de cuenta para la asignación de recursos en estos sistemas estatales.
Los préstamos a interés, a su vez, se originaron en acuerdos entre los administradores y los mercaderes que llevaban, por ejemplo, las manufacturas laneras producidas en las factorías-templo (que en el primer periodo eran, al menos en parte, casas de caridad para huérfanos, refugiados o discapacitados) y los cambiaban en tierras lejanas por metal, madera o lapis lazuli. Los primeros mercados que se formaron en los márgenes de estos complejos parece que operaron utilizando ampliamente el crédito y las medidas de cuenta de los templos. Este mecanismo dio a los mercaderes, los administradores del templo y otros tipos adinerados la posibilidad de dar préstamos al consumo a los granjeros que, después, si la cosecha era mala, caían en las trampas de la deuda.
Este fue el gran mal social de la antigüedad, las familias tenían que empeñar sus rebaños y sus campos, y al poco tiempo sus mujeres y sus hijos caían en la servidumbre por deudas. Con frecuencia la gente abandonaba las ciudades, y se unían a bandas seminómadas con la amenaza de volver con fuerza para derrocar el orden establecido. Los gobernantes se dieron cuenta de que la única manera de prevenir la ruptura social completa era el “borrón y cuenta nueva”, cancelaban toda la deuda y comenzaban de nuevo. En realidad, la primera palabra registrada que significa “libertad” es la sumeria amargi que quiere decir libre de deudas y por extensión, libertad. Literalmente, amargi, quiere decir “volver con la madre” porque una vez que se habían cancelado las servidumbres por deuda los peones podían volver a su casa.
-En tu libro has señalado que la deuda es mucho antes un concepto moral que económico. También has señalado que es un concepto moral ambivalente, puesto que puede ser positivo y negativo ¿Puedes hablar un poco más de esto? ¿Qué aspecto es más pronunciado?
-Tienden a alternar. La historia se puede contar así: en última instancia la vía egipcia (impuestos) y la mesopotámica (usura) se funden, la población tiene que pedir prestado para pagar sus impuestos y la deuda se institucionaliza. Los impuestos también son clave para crear los primeros mercados monetarios, puesto que el acuñamiento se inventó, o al menos se popularizó para pagar a los soldados, más o menos simultáneamente en China, la India y el Mediterráneo. Los gobiernos se dieron cuenta de que la manera más sencilla de aprovisionar a las tropas era dándoles porciones estandarizadas de oro o plata y después pidiendo al resto de la población que devolvieran al Estado las monedas. Así que vemos que el lenguaje de la deuda y el de la moralidad comienzan a fundirse.
En sánscrito, hebreo y arameo, “deuda”, “culpa” y “pecado” son la misma palabra. Gran parte del lenguaje de los grandes movimientos religiosos -concienciación, redención, contabilidad kármica y demás- están tomados de las finanzas antiguas. Pero es un tipo de lenguaje que siempre se muestra inadecuado y forzado para querer decir algo completamente diferente. Es como si los grandes profetas y los maestros religiosos tuvieran que comenzar con ese tipo de lenguaje porque no había otro disponible, pero que lo hicieran para algo completamente diferente: como una manera de decir que las deudas no son sagradas y que el perdón de la deuda, la capacidad de anular la deuda o de tomar conciencia de que las deudas no son reales, son los actos verdaderamente sagrados.
¿Cómo sucedió esto? Como dije al principio la gran pregunta acerca del origen del dinero es ¿Cómo se transforma el sentido de la obligación, el “te debo una”, en algo que puede ser cuantificado con precisión? La respuesta parece ser: cuando hay potencial para que la situación se vuelva violenta. Si das a alguien un cerdo y te da a cambio unos cuantos pollos puede ser que pienses que es un rácano y que te burles de él, pero es poco probable que encuentres una fórmula matemática que te diga exactamente como de tacaño es tu vecino. Si alguien te saca un ojo en una pelea, o mata a tu hermano, es cuando empiezas a decir “la compensación tradicional es exactamente de veintisiete terneros de la mejor calidad y si no son de la mejor calidad, esto es la guerra”.
El dinero, en el sentido de un equivalente exacto, parece emerger de ese tipo de situaciones pero también de la guerra y el saqueo, del control de los botines y la esclavitud. En la Irlanda medieval, las esclavas eran la moneda de mejor calidad. Y se podía especificar el valor exacto de todo lo que había en una casa, a pesar de que poquísimos de esos objetos estaban a la venta en ninguna parte porque estas equivalencias se utilizaban para pagar multas o reparaciones en el caso de que alguien las rompiera.
Una vez que se comprende que los impuestos y el dinero comienzan con la guerra es más sencillo comprender lo que ha sucedido. Cualquier mafioso comprende esto: si se quiere tomar una relación de extorsión violenta, de puro poder, y encima, hacer que parezca que las víctimas tienen la culpa, hay que convertirla en una relación de endeudamiento. “Te debo algo, pero ahora mismo no te puedo pagar”. Es imposible saber cuantas veces han dicho esto los endeudados a lo largo de la historia. La cuestión fundamental es que el único paso posible después es decir “espera un minuto, ¿quién debe qué a quién?” y, por supuesto, esta ha sido la respuesta de los perjudicados durante muchos años, pero en el momento en que se enuncia, se esta usando el lenguaje del poder y admitiendo que deuda y moralidad son una y la misma cosa. Esta es la situación en la que se vieron atrapados los pensadores religiosos cuando comenzaron a utilizar el lenguaje de la deuda y después lo convirtieron en otra cosa.
-Vayamos a algunos problemas contemporáneos. Sabemos que en muchos países occidentales en los últimos años, los niveles de endeudamiento de los hogares han crecido enormemente debido a las tarjetas de crédito y las hipotecas (estas últimas han sido causa de la reciente crisis financiera). Algunos economistas dicen que el crecimiento económico desde la era Clinton estaba basado en una creciente cantidad de endeudamiento familiar ¿Cómo se perciben estos fenómenos desde tu perspectiva histórica?
-Desde una perspectiva histórica es poco halagüeño. Se puede ir más atrás de la era Clinton, podemos argumentar que ésta es la misma crisis que la de los años setenta, simplemente se ha logrado desplazar a partir de todos los arreglos financieros y, por supuesto, la superexplotación del sur global, a través de la crisis de la deuda del tercer mundo.
La historia euroasiática oscila, en sus perfiles más generales, entre periodos dominados por el dinero crediticio virtual y los periodos dominados por la moneda material. Los sistemas crediticios de Oriente Próximo dejan paso a los grandes imperios esclavistas del mundo clásico en Europa, China y la India que pagaban a sus soldados con moneda acuñada. En la Edad Media desaparecen los imperios y también la acuñación – el oro y la plata se atesora en los monasterios- y el mundo vuelve al crédito. Después de 1492 vuelven los imperios y, con ellos, el oro, la plata y la esclavitud.
Lo que ha sucedido desde que Nixon salió del patrón oro en 1971 simplemente ha sido otra vuelta de tuerca -aunque las vueltas de tuerca nunca vayan dos veces exactamente en la misma dirección. De alguna manera hemos retrocedido, en todos los periodos dominados por el dinero virtual ha habido protección social para los endeudados. Una vez que se reconoce que el dinero es una construcción social, un crédito, ¿Por qué hay que impedir que se genere sin límite? Y ¿Cómo se puede evitar que los pobres caigan en la servidumbre por deudas y se vuelvan esclavos de los ricos? Por eso existían el “borrón y cuenta nueva” mesopotámico, los jubileos bíblicos y las leyes medievales contra la usura en el Islam y la Cristiandad.
¿Qué ha sucedido en esta ocasión? En lugar de crearse instituciones para proteger a los endeudados, se han creado enormes instituciones de escala mundial como el FMI o las agencias de rating destinadas a proteger a los acreedores. Estas agencias declaran (contra toda lógica económica) que ningún endeudado puede declararse en suspensión de pagos. No hace falta decir que el resultado es catastrófico. Estamos experimentando algo muy parecido a lo que más asustaba a los antiguos, endeudados caminando por el filo del desastre.
Si Aristóteles anduviera por aquí, dudo mucho que pensase que la distinción entre alquilarte o alquilar a miembros de tu familia para que trabajen y venderte o vender a miembros de tu familia para que trabajen es algo más que una bonita retórica legal. El concluiría, muy probablemente, que la mayoría de los americanos son simplemente esclavos.
-Sin pedirte que saques la bola de cristal ¿Cómo crees que se va a desarrollar el futuro?
Cuando miles de personas comenzaron a realizar asambleas en las plazas de Grecia y España pidiendo democracia real lo que estaban diciendo es: “En 2008, dejasteis a los perros sueltos. Si el dinero es realmente una construcción social, una promesa, si billones de dólares en deuda pueden desaparecer cuando los actores económicos más poderosos lo piden, entonces si la democracia significa algo, ese algo es que todos tenemos que tener algo que decir en ese proceso en el que se hacen y se renegocian las promesas”. Esto es extraordinariamente esperanzador.
En cuanto al futuro en el largo plazo soy bastante optimista. Hemos estado haciendo cosas bastante retrogradas en los últimos cuarenta años pero en términos de ciclos de 500 años, cuarenta años no son nada. En algún momento, tendrá que haber un reconocimiento de que en una fase de dinero virtual hay que poner en marcha salvaguardas para los endeudados. ¿Cuántos desastres harán falta hasta llegar hasta ahí? No lo sé.
Mientras tanto hay que hacerse otra pregunta, una vez que pongamos en marcha estas reformas: ¿Se parecerá en algo el resultado a eso que llamamos capitalismo?
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Tomado de Madrilonia.orgUna mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización