¿Qué es olvidar?
¿Usted olvidó algo? ¿Alguna vez en su vida? ¿Si? ¿Seguro? Okey, supongo que la mente no abandona su placer infinito de jugarle malas pasadas a la gente.
Olvidar, supondría desechar algo del cerebro, de manera permanente y sin posibilidad de reencuentro.
“Me olvidé de traerte el suéter que olvidaste en casa”…
Bien, la persona menciona la acción que, paradójicamente, afirma haber borrado de sus recuerdos. Tenemos entonces un gran problema, pues no deje usted de notar, que si ha sido capaz de traer a cuenta dicha acción, objeto, persona, o lo que fuere, le está otorgando la existencia a lo mencionado. La existencia real o de mera mención, valga la redundancia.
Pero espere, que ahora viene lo inquietante de este lío, y sería un verdadero fiasco que quedara usted, estimado lector, fuera de este pequeño descubrimiento que quizás lo sorprenda, o aún mas.
Quizá al terminar la lectura de este texto deba darle yo un caluroso apretón de manos y un beso en la mejilla izquierda, a modo de bienvenida al club de los que naufragan a merced de los caprichos cognoscitivos.
Pues bien, dejemos de perder el tiempo y comencemos.
Volvía yo, mirando anticipadamente cada uno de los pasos que iba a dar, y se me cruza en el camino un 7 de diamantes.
Un miembro particular de un mazo de Póker.
Siete de diamantes, mugriento, pisoteado, dorso contra el asfalto. Lo miré, puesto que había interrumpido el correlato de mis pasos, y aquí como de costumbre, atacan las preguntas, las ideas, las respuestas lógicas, las respuestas que a veces uno desea no conocer.
Se olvidaron una carta de póker en la calle, se… ¿olvidaron? ¿Cómo puede uno olvidar? Desde un punto de vista trágico estaríamos terminando con la existencia, o al menos una fracción de existencia, del objeto olvidado. He terminado con su vida dentro de mí. ¿No? Y es que, acaso uno puede terminar con la vida de alguien, así… ¿Sin mas?
Supondría contar con la suficiente valentía de acometer contra la vida que objeto/cosa ha depositado en cada uno.
¿Es usted un asesino? Pues claro que no, ninguno de nosotros lo es.
Salvo por ésas personas que vemos en los noticieros de la TV, ésas que van terminando con la vida de quién les apetezca ése día.
Ahora cuidado, porque le daré una respuesta de esas que no queremos saber. Usted comparte algo, tiene un punto en común (o lo tendrá finalizada esta oración) con esos sujetos. ¡Que si! Usted, estimado lector se parece al tipo homicida que vio en la tele. ¿Por qué? Porque ambos están (estamos) dominados por el capricho cognoscitivo, como me he osado llamar en el comienzo.
Responden a dictaduras de sus mentes.
Claro, si, claramente no ha elegido ir masacrando a diestra y siniestra por la vida por mera ocurrencia pero ¿ha elegido una religión quizás? ¡Ah! ¿Es ateo? Usted se siente dichoso de ser ateo ¿verdad? Pero, joder mi amigo! ¿POR QUÉ ha elegido ser ateo? ¡Pues por el antojo de su moral! ¿Ha visto que tan jocosas resultan las tretas de la cabeza?
Hemos ido demasiado por las ramas, decía entonces, los asesinos.
Terminar con la vida de un recuerdo, empresa complicada para seres cobardes. Arremeter contra la existencia de la parte en discordia necesariamente conlleva un acto violento, una guerra desatándose en los confines de la sien. Horroroso, ¿verdad? Imagine los pedazos de la víctima volando, estrellándose contra las paredes del cráneo, estrellándose tantas veces hasta desaparecer.
Un verdadero espanto.
Olvidar es una crueldad difícil de soportar, pero usted afirmó que había olvidado algo alguna vez en su vida. ¡Y se asombra de los tipos de la TV! Con quienes ya tenemos dos puntos en común a estas alturas.
Pero hay algo aún mas cruel, menos soportable, el pánico nos hará saltar de nuestras sillas.
Somos asesinos, si, bien… somos asesinos y hemos terminado con la vida de unos cuantos recuerdos, pero siempre ha sido necesario, cada muerte ha sido necesaria. El grupo de chicas burlonas de la secundaria, alguna discusión con tus padres, los muchachones que te asaltan en una esquina, alguna profesora de la facultad, algún desenamoramiento de años…
Fuimos repulsivos, fuimos homicidas repulsivos, pero ya está, son cosas que tienen que suceder, y gracias que pudimos ganar esas guerras y echarnos a caminar…
A caminar tranquilamente las cuadras para llegar a casa, escuchando una canción, tarareando bajito.
Y ¡cosa extraña! Encontrarse un 7 de diamantes en la calle, y quizás escribir un texto al respecto, y quizás explayarme en una explicación fascinante, y quizás… de pronto mencionar un tipo que me roba en la esquina, mencionar un compañero que amé, mencionar chicas burlonas y una profesora que…
Y ahí estaban, para decirme que habían sobrevivido a la guerra.