A mi manera.
Ediciones Vitruvio, 2012.
Todo libro de poemas supone un recorrido emocional. Este precepto resulta particularmente intenso en “A mi manera” (Ediciones Vituvio, 2012). Aquí acompañaremos a su autor en un retorno a la lírica tras un largo silencio. La dilatada carrera literaria de Francisco Javier Illán Vivas se asienta en la crítica literaria, el periodismo y dos géneros de público reducido aunque exigente: la poesía y la épica fantástica.
“Mi huidiza vida rechaza mi vida.”
Nos encontramos ante un viaje interior, un mundo personal intenso. El poeta (su palabra) se sabe en un momento de inflexión vital —¿un vacío, una duda?: “un invierno”—contempla su pasado y lo evalúa. Descubrimos no un alma desgarrada sino entregada al balance nostálgico, a la saudadedistanciada y sutil —“no vivo, paso sin ánimo”—, desde un dolor contemplativo, una soledad que, sin embargo, es el acicate que impulsa al acto poético y, con su catarsis, a la valoración de la propia vida. El escritor, su alma, se percata de que el Tiempo ha pasado, intenta aferrarse a él, pero no “comprende su idioma”, y el futuro se presenta como algo incierto, opaco. Destilan el entorno y los recuerdos una gran sensación de pérdida, de vacío, no sólo emocional sino espiritual: se pasa al diálogo con el infinito, la creencia, la eternidad. El mundo físico no tiene apenas presencia en los versos, excepto como símbolos telúricos, elementos de unión con lo divino. “Y tú naciste para ser mirada”
Esos canales místicos representan, sin duda, el rasgo identificativo de todo el volumen. Los referentes materiales (ella, las lecturas, el mar), producen un abanico de emociones (entre otras: amor, identificación, sobrecogimiento) en el mundo interno. Estos sentimientos son los que se elevan espiritualmente hacia la conexión con lo divino, la eternidad. En consecuencia, dicha mirada poética implica tanto un medio reflexivo como un destino y una liberación de la carga, de la sequedad espiritual y la soledad. Somos testigos de una voz muy personal, que resuena con ecos místicos, con elementos de Pessoa y Machado. Nos encontramos una vibración intimista semejante a la de Bécquer con retazos de Juan Ramón Jiménez, si bien con espíritu más humilde. El lenguaje resulta puro, intenso, de imágenes potentes. Un estilo cuidado y depurado, donde las palabras quedan suspendidas de forma evocadora en la eternidad. La palabra se impregna de emoción contenida, de introspección. La musicalidad se construye con la anáfora y cobra entidad mediante la reiteración de estructuras –“…este mar que viene/este mar que va/trae nostalgias de mi primavera.”— sin duda herencia de las primeras fantasías épicas sumerias y grecolatinas. “A mi manera”
El texto se estructura (con breves acotaciones en portugués utilizando la cursiva) en diferentes apartados/capítulos identificados mediante referencias musicales y cinéfilas (tanto clásicas como modernas, de Tchaikovsky a Shakira, pasando por Ava Gadner). El último es el mejor poema de todos, el pináculo que da nombre a la obra y supone un reencuentro, una reconciliación con el yo. El escritor se ha detenido en su camino, ha contemplado su vida, se regocija y se congracia consigo mismo, y con el Todo. Ahora recupera la fe, se enfrenta a su otoño feliz, además de conforme con un pasado vivido (con sus aciertos y errores). Se proyecta al futuro con la satisfacción de haber hecho las cosas, así como reza esa famosa canción “A mi manera”. El libro sigue los cánones de la colección Baños del Carmen, una bandera de ediciones Vitruvio, que marca su propio pulso poético alejado de otro dogma que no sea el de la calidad de la obra. Portada azabache y línea sobria, sin otros aditivos excepto el nombre del autor, la editorial y el título; una declaración de que la poesía debe sostenerse sola, sin otros reclamos. El papel es denso, de color hueso, con letra grande. Una colección que lleva en alza mucho tiempo. En resumen, estamos ante un gran poemario, uno de lectura necesaria. Narra la introspección de una voz que se proyecta hacia todas las almas porque canta a dudas eternas que todo ser humano se plantea en algún momento. No obstante, este canto es una defensa de que la paz interior (en el diálogo con la muerte) proviene de sentise fiel a uno mismo.
“Sé que nada se acaba hasta que se acaba.
Sí, pero a mi manera.”Fernando López Guisado