¿Qué es una película de culto?

Publicado el 24 septiembre 2010 por Cinefagos

Muchas veces hemos escuchado la expresión “película o películas de culto” para definir a alguna obra de la que críticos y público siguen discutiendo incluso durante años después de su estreno. Por regla general se trata de cintas extrañas y poco conocidas por la gran audiencia, denostadas en el momento de su estreno y que posteriormente han sido reivindicadas por una parte del público. Las circunstancias que las convierten en objetos de adoración son muchas y variadas, de modo que algunas de ellas se convierten más por razones ajenas a ellas o por lo que pudieron ser que por lo que son en realidad.

Vamos a entrar en este subgénero tan singular, un lugar donde se reúnen desde grandes películas de ciencia ficción hasta las comedias más burdas y zafias, pasando por algunas de ellas que son simplemente, inclasificables.

Por lo general el público se rige por la opinión de unos pocos, que son los que deciden qué películas pasarán a la historia por buenas… o por malas. Basándose en esas opiniones, que pueden hundir o ensalzar en taquilla a cualquier película, el resto del mundo gira adoptando sus expresiones y formas de referirse a ella. Suena algo estúpido, pero ya os hablaré de ello más adelante. De momento quedémonos con la idea de que la gente rara vez conoce lo que está defendiendo o criticando. Todos conocemos de sobra a gente que opina que Blade Runner y El Padrino son obras maestras, incluso cuando muchos no las han visto. La gracia es ver cuántas de esas personas serían capaces de ver los defectos de todo lo anterior, y cuántos más se te lanzarían al cuello por criticar lo que se consideran “obras maestras”. En medio de todo ese mundo de apariencias, críticas profesionales y gente con muy pocas ganas de pensar nacen las películas de culto.

Aunque el cine es un negocio, existe un alto grado artístico en él. Es muy curioso que una forma de ganar dinero tan brutal y despiadada se base en el mero entretenimiento. De ahí que con el paso de los años las películas se hayan convertido simplemente en la punta de lanza de una gran bomba económica, añadiéndole merchandising, pósters, camisetas, múltiples ediciones en DVD, etc. Pero a la hora de la verdad, es una historia y unos personajes los que nos hacen pagar la entrada, por lo que el cine es ante todo, una de las formas más expresivas y universales de arte. Como en todo, existen críticos especialistas que se dedican a valorar la obra de cualquier artista que salga de un estudio. Y entonces, de forma inexplicable, algunas obras y autores son elegidos para ser considerados los paladines de la cultura y el buen gusto, mientras que otros quedan condenados a una segunda fila o a la etiqueta de “cine comercial”. Casablanca, Cinema Paradiso o las ya mencionadas Blade Runner y El Padrino, son algunos de esos ejemplos. Cine de etiqueta. Las típicas películas que tienes que mencionar para sentir de inmediato cómo se te llena la boca de sabor cinéfilo.

Pero luego está la otra cara de la moneda. Películas que no han tenido la suficiente distribución o publicidad, que no han recibido elogios (aunque esto es variable), que no han recaudado en taquilla o que han llegado en un momento en el que la gente no está preparada… películas no aptas para el gran público por tratar algunos temas de una forma muy oscura, o estar destinadas a un sector minoritario. Pero, años más tarde, algunos grupos las reivindican y pasan de mano en mano convirtiéndose en pequeñas “joyas perdidas” que tienes que ver sí o sí. Al contrario que las Grandes Obras (que son las típicas que te recomendaría tu profesor), las películas “de culto” pueden tratar de cualquier cosa, cualquier género, tema, ideología… pueden ser comedias, dramas o musicales bisexuales. Pero todas tienen algo en común: su visionado no te deja indiferente.

Antes de la era de Internet (se la echa de menos, ¿Eh?) la distribución de estas cintas se hacía de forma manual. Un amigo se la pasaba a otro y así hasta llegar a nosotros, lo que le daba un mayor aire de misterio e intriga a la cosa. Hoy día podemos descargarnos cualquier película (por mucho que te empeñes, Sinde, asúmelo), lo que, lejos de acabar con la cultura, la está abriendo hasta límites insospechados. También es cierto que lo que más se distribuye es la estupidez, (los videos Youtube sobre tetas, gatos y frikis están a la orden del día), pero ayudan a que mucha más gente descubra películas que de otra forma quedarían en el olvido.

He aquí, unas cuantas.


The Rocky Horror Picture Show.

Considerada la primera película de culto, se trata de un musical que combina los elementos del travestismo, la ciencia ficción, el terror y la comedia. Es, como dice un usuario de Filmaffinity, “la peor pesadilla de Rouco Varela”. Un auténtico cabaret en el que es normal que el público asistente al cine empiece a cantar, bailar y disfrutar de un espectáculo con actores entre los asientos que amplían la historia de la película.

Blade Runner.

Uno de mis primeros contactos con el cine fue un mueble-bar lleno de películas y con tan sólo dos botellas. Allí había varias joyas que moldearon mi infancia, pero una de ellas destacaba por encima del resto: Blade Runner, del que para mí era simplemente, Han Solo. Pronto descubrí que esa película no se parecía en absoluto a Star Wars. Era mucho más lenta, onírica, densa… seria. Todo en esa película tenía unas pretensiones que iban a un nivel que no había visto antes, aderezado con una atmósfera y una música imposibles de olvidar. Blade Runner fue mi primera película de culto.

Pronto me puse a estudiar sobre ella y descubrí que estaba basada en una novela de Phillip K. Dick, un hombre adicto a todo tipo de sustancias y con profundas pesadillas, cuyas últimas novelas eran por completo incomprensibles. Dick llenó la ciencia ficción de personas normales y corrientes, algo que no muchos escritores de ciencia ficción hacían. De hecho Asimov se dedicaba a los planteamientos filosóficos y éticos dejando al margen las emociones humanas. Eso hizo que Dick sea el autor de ciencia ficción más adaptado a la gran pantalla, por su forma de contar con las personas como centros de sus historias, no como accesorios para los desvaríos futuristas. Blade Runner nos hablaba de un policía que tenía que liquidar a los replicantes, robots más humanos que los propios humanos que lo único que buscaban eran recuerdos a medida que exploraban la naturaleza de las emociones.  Fue un fracaso de taquilla y crítica en el momento de su estreno, pero su complejidad y belleza es tal que te sacude los sentidos mientras la ves y fue lo que la obligó a no ser olvidada. Con el paso del tiempo más y más gente la defendió en pequeños círculos, mientras que su influencia (ambientación, colores, humo, música, guiños, etc etc) empezaba a ser palpable en muchos sitios.

Pero el centro de la película no era sólo su bonito espectáculo visual (tan hipnótico como 2001: odisea en el espacio), sino que residía en  el famoso monólogo final de Nexus 6, y donde comprendíamos que lo único que buscaba ese hombre era lo mismo que todos nosotros. Quería saber quién era, de dónde venía, adónde iba, cuánto tiempo le quedaba. La película no hablaba de robots asesinos, sino de un pobre hombre que lo único que quería era vivir, y hacerlo intensamente.

Clerks

Clerks, la ópera prima del Showman Kevin Smith, nos habla de Dante, un empleado en una tienda de ultramarinos que tiene que ir en su día libre a trabajar porque su compañero no ha aparecido. En este caso, lo que la convierte en objeto de culto es, más que el guión, la forma en la que fue grabada. Todo en esa película, desde la primera frase hasta la técnica, las claras referencias cinematográficas y los recursos con los que se realizó nos hablan de la llamada Generación X: personas que se han criado frente al televisor con la esperanza de de convertirse algún día en estrellas de cine y que con el paso del tiempo acabaron en trabajos mediocres y sin ninguna aspiración. Es un fiel retrato de millones de personas hoy día porque vamos a ser realistas: ¿Quién no ha ido a trabajar en su día libre porque un compañero estaba enfermo y ha resultado ser el peor día de su vida? El hecho de que fuera grabada en el lugar de trabajo real de Kevin Smith, que tuviera que gastarse el seguro del coche para poder financiarla, que no hubiese nadie que entendiese de fotografía por allí, que fuera todo tan amateur que parecía una sucesión de sketches le daba su encanto marginal al filme, sumándolo a que Smith abandonó la escuela de cine porque no estaba contento con cómo se impartían allí las clases. Su película fue un gesto de rebeldía y ganas de ir a contracorriente, todo lo que definió a la generación que pasó más tiempo con la MTV que con sus padres.

El Proyecto la Bruja de Blair.

A mí la película me pareció un coñazo, sin embargo ha creado escuela gracias sobre todo a la publicidad. La gracia de la cinta consistió en hacerla pasar como un documento aterrador real y donde moría gente copiando a la también de culto “Holocausto Caníbal”, mentira que estuvo un tiempo rondando por ahí y que fue la razón de su éxito. Además de ser muy barata (lo mismo que Clerks) jugaron con la visión en primera persona de la cámara para marear al espectador y así hacerle pasar un mal rato. Cuando ellos estaban nerviosos, se suponía que la grabación debía ser más caótica para dar un mayor realismo. La verdad es que también creó escuela porque nunca se veía nada, y dio origen a multitud de cortometrajes aficionados en los que se le imitaba descaradamente. Más tarde se rodó una secuela que no tuvo nada de éxito y que quedó claro que no se podía repetir la jugada. Otro detalle añadido es que fue esta película de las primeras en aprovecharse de la publicidad viral.

El Club de la Lucha.

Maldad, caos, jabón. Mucha gente pensó en el momento de su estreno que “El club de la lucha” hablaba de gente que se peleaba  y poco más. Pero la película tiene una gran carga crítica con la sociedad actual personificada en el que posiblemente sea el personaje de Brad Pitt más famoso hasta la fecha: el sucio, macarra, irónico y desencantado Tyler Durden. Tyler cree que las cosas que posees acabarán poseyéndote, por lo que es mejor desprenderte de cualquier posesión material.

La película es un ejercicio de mal gusto y depravación. La voz en off de Edward Norton nos cuenta cómo de mediocre es su vida y, por extensión, la de todos nosotros. Luego, tras conocer a Tyler, vemos cómo se dedican a “despertar” a la sociedad de la manera más bruta posible. El sabotaje de DVDS, el fragmento de pornografía insertado en una película infantil… todo busca provocar y derribar las defensas que las “buenas maneras” han impuesto sobre nosotros. A la larga, el proyecto Mayhem lo que busca es acabar con la sociedad actual destruyendo los principales centros de negocios de la ciudad. En ningún momento sabemos qué ciudad es exactamente, lo que nos da a entender que podría ser en cualquiera, incluso en las nuestras.

Tras su estreno, las frases, maneras e ideas de Tyler Durden se han extendido por el mundo entero. El propio autor de la novela en que se inspiró la película admite que mucha gente le ha confesado haber “adulterado” la comida del restaurante donde trabaja. También se ha llegado a encontrar en un aeropuerto y escuchó por megafonía cómo los servicios de seguridad buscaban a “Tyler Durden”. Además, centenares de Clubs de la Lucha se han fundado en los subsuelos de una sociedad deprimida y sin ningún tipo de aspiración, la versión más bestia y amargada de la generación X de Clerks. Según Tyler, crecimos bombardeados por la publicidad que nos hizo desear coches y ropa, tenemos trabajos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. Crecimos pensando que algún día seríamos deportistas estrellas de cine o músicos de Rock, cosa que al final no ha ocurrido, lo que hace que estemos muy cabreados. De entre toda esa maraña de tristeza y depresión consumista, la gente se queda con un mensaje esperanzador.

“No sois vuestro trabajo, no sois el dinero que tenéis en el banco, no sois vuestros pantalones, sois la mierda cantante y danzante del mundo

Matrix.

Con razón, sólo la primera parte de la trilogía de los Wachoski es considerada una película de culto. Matrix supuso un salto tecnológico increíble y una experiencia visual arrolladora, entremezclado con la estética ciberpunk que tan famosa se hizo con Blade Runner, algo de filosofía oriental de baratillo, estética de cómic y artes marciales tan coreografiadas como  bien planchados estaban los trajes. En “Matrix”, todo es cool, incluso liarse a tortas o trabajar en una oficina. La lluvia cae haciéndote sentir atractivo, el cuero negro es la prenda ideal para practicar artes marciales… pero no es sólo eso. Matrix acertó donde muchas otras películas tecnológicas habían fracasado. Por una vez no nos centrábamos en la electrónica, sino en la era de Internet y la informática a nivel usuario. Comprendíamos que Anderson no era más que un oficinista sin ningún tipo de futuro pero que tenía una segunda vida en Internet y un alias, el de Neo.

En la actualidad, el mundo está lleno de redes sociales y personas que prefieren relacionarse si hay una pantalla de por medio. Internet nos hace más desinhibidos y nos permite por ejemplo “lanzarnos” a la chica que nos gusta con una seguridad que en persona no seríamos capaces. Aparte favorece las relaciones a distancia con antiguos compañeros y amigos, y gracias a los Avatares, Nicks y juegos tipo World Of Warcraft, la gente puede vivir en la Red el tipo de vida que le gustaría tener en realidad.

Las películas de culto se caracterizan por ser pilares de la contracultura. En ellas se tratan temas filosóficos, éticos y morales con una franqueza y rotundidad que no existen en las obras destinadas para el gran público. Ese mismo sector de la población es quien les da de lado en taquilla y las hunde hasta que alguien escucha su mensaje y decide recuperarlo. Quizá los propios creadores del filme no saben lo que están haciendo, ya que el estatus de culto tiene que ganárselo a través de una serie de acontecimientos que muchas veces no se pueden preveer, formando un pequeño y bizarro Olimpo donde se reúnen películas como las anteriores junto con Las Aventuras de Ford Fairlane, Trainspotting, American History X, Battle Royale, El Cuervo, Akira, Metrópolis, cinematografías completas de autores extremos como Kubrick… Hay muchísimas y me gustaría comentarlas todas, Espero que perdonéis que no mencione vuestras favoritas. A la larga, todas esas películas resultan poderosas fuentes de inspiración para los nuevos artistas, porque algo tienen que te atrapan.  Son cintas que ningún crítico, revista o moda ha elegido, sino que han sido los propios espectadores quienes una y otra vez las han ido rescatando del olvido. Desde el anuncio de Coca-Cola de Blade Runner, hasta los labios rojos de The Rocky Horror Picture Show, se han convertido en parte de nuestra propia cultura, la de finales del siglo XX y principios del XXI, y si algo tienen en común todas las películas de culto que he mencionado hasta llegar aquí, son que definirán muy bien en un futuro cómo vivimos los seres humanos en esta época: personas cada vez mejor comunicadas entre ellas, viviendo en grandes ciudades automatizadas y donde la identidad, la personalidad y el propio “yo” parecen quedar ahogadas, provocando que cada individuo busque una forma de gritar y de hacerse oír. Blogs, bandas, Nicks, robots que buscan un sentido a su propia existencia, la diferencia entre cómo somos y cómo nos gustaría vernos a nosotros mismos… es lo que nos define.

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