1. ¿Por qué hacéis caso a Artur Mas, si está loco (o es de derechas)?
Es muy común personalizar el procés en la figura de Artur Mas. Pero no. El procés no es una idea de Artur Mas. De hecho es más bien al contrario. La sociedad catalana, la gente que vive aquí y que quiere la independencia política por muy diferentes motivos, ha sido la que ha levantado este proceso, la que lo ha liderado y la que ha obligado a Artur Mas a poner la cara por él.
La idea de que el procés es Mas y que Mas es el procés ha sido muy extendida por los medios de comunicación tanto por motivos internos al procés como externos. Internamente, Mas intenta no sólo ser la figura representativa, la que le tocaría por ser el President de la Generalitat, sino que también intenta que los avances del procés coincidan con las necesidades de su formación política, CDC, acosada por los tribunales y en demoscópica caída libre.
Y externamente –es decir, la versión que llega al resto de España por medio de la prensa escrita y las televisiones- hay un interés en camuflar el liderazgo de la sociedad en todo el proceso independentista. Primero porque así al procés se le asignan los mismos valores que a Artur Mas: derechista, nacionalista e interesado en lo económicamente favorable para la burguesía catalana. Por lo tanto, la independencia sería una cuestión de interés económico particular, y no una demanda social. Y segundo, y más importante, por las resistencias del sistema surgido de la Transición española a admitir que los movimientos sociales puedan transformar las estructuras políticas y económicas. Si os fijáis, nada de lo que surja de las manifestaciones en la calle es asumido nunca por un gobierno estatal, ni del PP ni del PSOE. Los manifestantes son, casi siempre, tildados de personas locas o que han sido manipuladas. Es un déficit democrático que tenemos, el de considerar las manifestaciones como meras interpretaciones en contra del gobierno, y no como el sentir de una población que lucha por algo en lo que cree, más allá de los partidos políticos. Ya sea ese algo el aborto libre, la familia, el fin de ETA o la independencia de Catalunya.
Que quede claro. Dentro del movimiento independentista hay gente de todo tipo. Personas que no soportan a Artur Mas, personas que le adoran, votantes, exvotantes, renegados de las elecciones… Artur Mas es uno entre ellos, y existe una tensión clara –e inevitable- entre la sociedad y los movimientos políticos del President de la Generalitat, pero se asume que sea ésta la figura que dé la cara políticamente. La Generalitat es de todos , y el procés, también.
2. ¿Por qué quieren irse los catalanes?
Hay una idea de España, coincidente con el relato victorioso del 18 de Julio, sobre la cual hemos construido las instituciones políticas y sociales del Estado –y aún más las militares. Y todo lo que no encaja en ellas es tildado de antiespañol.
Quizás sería posible construir un Estado español que fuera capaz de comprender los diferentes modos de entender la realidad que hay en su territorio. Ver en las diferentes nacionalidades que lo habitan una fuente de riqueza, de diversidad, valorarlo y cuidarlo. Pero esto requeriría una cantidad de empatía política y social que el conjunto de la población no tiene. Y mucho más del que las élites estatales están dispuestas a promover. El Estatut de Catalunya de 2007 –de corte federal- es un ejemplo de esto. Proponía poner fin al eterno conflicto entre gobierno central y autonómico sobre algunas de las cuestiones en disputa, pero cuando fue propuesto lo recortaron tanto el PSOE, como Convergencia, como el Congreso, como el PP –con su recurso al tribunal constitucional. También provocó la exaltación de una extrema derecha latente –recuerden, fueron los tiempos de vocero de Jiménez Losantos- e incluso volvió a levantar ampollas en el ejército –con amenaza de invasión por parte de algún alto mando.
Es por esto que en Catalunya se ha generado la sensación de que la única manera de autogobernarse pasa por tener un Estado propio e independiente. Ser, no marchar.
3. ¿Por qué hay odio hacia España?
No existe un odio hacia España. Lo que sucede es que lo mismo que decíamos antes sobre la identificación entre Artur Mas y el procés, pasa entre los valores del relato del 18 de Julio y España. Que el conjunto de la sociedad catalana se encuentra incómoda en este relato de la victoria del 18 de julio, y en el marco político que se deriva de él, es evidente. Como también es evidente que desde la institución política y desde la sociedad civil, se combate este relato. Con diferentes fuerzas e intencionalidades, pero se combate.
Pero también hay un consenso en la gran mayoría de catalanes y catalanas que me he cruzado en estos últimos seis años de que la primera víctima de este sistema son los madrileños y madrileñas, secuestrados por él –algunos incluso son síndrome de Estocolmo- así como el resto de pueblos del Estado.
No hay un odio hacia España. Incluso hay, entre las organizaciones de la sociedad civil, quienes defienden la independencia de Catalunya siendo castellanoparlantes. Son los de Súmate.
Sí que hay, eso no debemos obviarlo, un discurso dentro del independentismo del nosaltres som millors –nosotros somos mejores-, que tiende a valorizar todo pequeño detalle de la historia y la sociedades catalanas y a despreciar su reverso español. Está, según mi experiencia, asociado a un votante conservador, poco politizado, que se ha acercado ahora al independentismo. Es un intento populista de atraer o fidelizar en el independentismo a este tipo de personas. Es combatido desde otras líneas del independentismo y, en absoluto, es mayoritario. Pero sí, está presente.
4. ¿Pero qué quieren hacer con estas elecciones autonómicas?
Después de otros dos años de diferentes tira y afloja entre el gobierno central y el autonómico para desencallar este referéndum, finalmente se convoca un referéndum el 9 de Noviembre de 2014. Pero éste es prohibido por el tribunal constitucional a instancias del gobierno del PP –con el apoyo del PSOE. Artur Mas podría haber desobedecido al tribunal constitucional, como le pedían diferentes actores de la sociedad civil y otros políticos, pero en lugar de eso recula y transforma el referéndum legalmente vinculante en un sucedáneo que no termina de resolver la cuestión.
Las elecciones se han convocado para el 27 de Septiembre, y desde diversas partes de la sociedad catalana se quiere hacer de ellas unas plebiscitarias. Es decir, son unas elecciones al Parlament como cualesquiera otras elecciones autonómicas, pero desde los partidos se solicita a los votantes que voten a una u otra lista en función de si quieren o no quieren la independencia de Catalunya, para dotar al Parlament de un mandato claro a favor o en contra, al tiempo que se envía un mensaje político muy potente a los actores del Estado español y del resto del mundo.
Para facilitar el carácter plebiscitario, los partidos favorables a la independencia se han unido en dos listas: la conservadora Junts pel Sí –Juntos por el Sí-, i la izquierdista CUP-Crida Constituent –CUP-Llamamiento constituyente. No ha pasado lo mismo con quienes se presentan con una postura contra la independencia. El unionismo se divide entre las listas del PSC, PP, C’s y Unió. Por último, hay una lista partidaria del referéndum, pero que no se termina de posicionar sobre la independencia, llamada Catalunya Sí que es Pot –Catalunya Sí se Puede. Puedes leer un pequeño análisis de las listas aquí.
5. ¿Qué puede pasar si las listas independentistas ganan las elecciones?
Esta es la pregunta del millón. El escenario propuesto, antes de las elecciones –por tanto, no es de fiar-, dice que si hay una victoria clara del independentismo se podría producir una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) en el Parlament de Catalunya. Esto es, que Catalunya afirmara su independencia y buscara el apoyo y reconocimiento del resto de Estados del mundo. Tenemos que pensar que lo importante o necesario para ser un Estado no es su viabilidad económica, territorial o política, sino la aceptación y el reconocimiento de otros Estados de que tú eres uno de ellos. Se trata de entrar al club de los Estados, no de si vas vestido para jugar al tenis o al golf.
La lista principal del independentismo, Junts pel Sí, ha firmado un acuerdo del cual los detalles son secretos. Pero sí se ha hecho público que su idea es formar un gobierno liderado por Artur Mas que, durante 18 meses, pueda construir la legislación necesaria para tener las estructuras de Estado que le faltan a Catalunya, como una hacienda propia o una constitución.
La otra lista independentista, CUP-Crida Constituent, propone que la redacción de esa constitución no se realice como se hizo la española -12 hombres cerrados en una habitación-, sino mediante un proceso participativo abierto a toda la población. Además, ya ha asegurado que no apoyará ninguna medida de recortes durante esos 18 meses, y que sólo apoyará gobiernos que apuesten por la independencia inmediata.
La pieza clave en todo este proceso postelectoral vendrá sobre qué resultados electorales se considerarán suficientes para declarar la independencia. ¿Mayoría absoluta de escaños y mayoría de votos? ¿Sólo mayoría absoluta de escaños? ¿Dos tercios del Parlament y de los votos? Y, por último, en caso de claro triunfo independentista a las elecciones –sea el que sea-, también importará qué haga el gobierno central –al que le quedan las horas contadas, porque en invierno tiene elecciones. Si suspende la autonomía, o si militariza su respuesta a una declaración de independencia, esto se va a complicar aún más.
Ante todo esto, lo importante es qué vas a hacer, decir y pensar tú. Durante décadas nos han enseñado que sólo hay una cosa indiscutible: la indivisible unidad territorial de España. Ahora que te señalan a todos los catalanes y catalanas independentistas como el mayor ataque a este dogma de la indivisibilidad, es el mejor momento para comprender que no hay nada que no se pueda decidir democráticamente. Que la Democracia va de eso, de decidir cosas entre todos. Y que no debe existir nada que esté por encima del debate. Tres tercios de la población en Catalunya están a favor de votar democráticamente sobre la independencia de Catalunya. Y la mitad de la población está a favor de esa independencia. El Estado puede enfrentarse a ella con argumentos, o con la fuerza de la opresión legal –como ha hecho hasta ahora- o militar –como se amenaza veladamente. Pero no hay presas que puedan contener los ríos de la democracia.
Foto: Núria & Paco Revière