A España, asimismo, el comisario de la Unión Europea le aprueba los deberes como bien hechos, pero es injustamente tratada y, en pocos días, veremos las calles tomadas por los desempleados y los sindicatos al frente. El ciudadano medio se pregunta: ¿Quién impone estas medidas injustas y esos deberes crueles? Y nos responden: “Los mercados.” Pero éstos no tienen caras ni carnets de identidad. Sería lo mismo decir: “Los bancos.” Pero tampoco los bancos tienen identidades, sólo acciones anónimas.
Los líderes del socialismo llamaron a esto “lucha de clases”. La lucha de clases no es otra cosa que un “tira y afloja” entre el capital y el trabajo, lo que la gente sencilla llama pelea entre ricos y pobres. Pero siempre gana el capital, cuando en realidad lo importante debería ser el trabajo. El trabajo es el que de verdad produce, no el dinero. Antes se decía que era la tierra la que producía, pero que necesitaba también ser trabajada. Hoy somos más pensantes y menos sensibles.
Ahora se habla de los tres factores esenciales de la producción: capital, trabajo y mercado, como si fueran tres abstracciones, cuando en realidad son personas humanas las que están detrás: capitalistas, trabajadores y mercaderes. Y todavía hay un cuarto factor que interviene cada vez con más fuerza en contra de los trabajadores, la tecnología, es decir, los tecnócratas. La primacía la tienen los capitalistas y, si la economía es más financiera que productiva, los mercaderes.
Dicen los expertos que lo que está pasando en Grecia no es otra cosa que la agresión que hace necesaria la crueldad que soportan los griegos. Y lo que pasa en España es que los sacrificios que estamos haciendo los españoles resultan siempre insuficientes. Los trabajadores tienen derecho a defenderse de esa agresión de clases. No se les puede echar las culpas a los trabajadores, como se ha hecho, y presentar como inocentes a los agresores. Y añaden los analistas que “esa agresión es la que hace inmoral y cruel a nuestro sistema económico, por mucho que sea de una eficiencia deslumbrante. Pero la izquierda española lo ha seguido a pie juntillas.”
El martes pasado celebramos la fiesta de los patronos de Europa, San Cirilo y San Metodio. Europa había sido hasta ahora la lumbrera indiscutible de la Humanidad. Haría falta que, en la actualidad, acudiéramos a las columnas que fueron los soportes fundamentales de su trayectoria humanística, la cultura y la fe. Está claro que los que esclavizaron a los pueblos europeos no fueron los demócratas griegos del siglo de Pericles, sino los dictadores.
JUAN LEIVA