Se ha debatido con mucha pasión la demora, en ocasiones intencionada, de la fuente en ofrecer algún dato o la evasiva por respuesta; la mala práctica de casarnos con una sola de ellas, sin contrastar lo que nos han dicho, o que aunque hablamos de un periodismo más parecido a la sociedad, siguen ausentes o en desventaja en los medios los actores principales, el obrero, el maestro, el estudiante, el campesino,
Con énfasis ha salido el rol insustituible del que dirige en el medio y la responsabilidad que tiene que jugar en la toma de decisiones, con lo que se publica y en la práctica de una dirección colectiva.
La falta de cuadros y la poca disposición de los periodistas a asumir cargos de dirección aparece hoy como uno de los déficits en el sector, lo cual ha originado que se cubra con profesionales de otras especialidades. Temas como una política de comunicación y el aseguramiento material al trabajo del periodista, no han dejado de estar en la agenda, así como el de ordenar las formas de remunerar, que hoy lastran el trabajo del periodista, a favor de otras figuras, por ejemplo en la televisión y la radio.
En este sentido, ha sido opinión generalizada la obsolescencia de la Resolución 89 para el pago a la prensa, así como la cantidad de documentos que norman la remuneración en el sector.
Otro de los tópicos más recurrentes es el de la superación y la apelación a que se desarrolle desde una concepción institucional. Es decir, según las demandas de cada medio a partir de un diagnóstico que defina qué cursos de posgrado o estudios superiores como de maestrías o doctorados se necesitan. De igual manera se requiere que esas investigaciones para alcanzar tales grados, tengan una aplicación práctica y no que vaya a una vitrina para respaldar un título.
Que la prensa juegue su papel y que no se convierta justamente en un papel, ha estado en el centro de los debates de los profesionales. Se ha dicho con fuerza que la prensa no acompaña a la Revolución, sino que es el propio camino de esta, lo cual para nada puede traducirse en un periodismo gris, apologético, sino en un ejercicio frontal contra todo lo que dañe esa obra, por principio y por excelencia, humana.
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