¿Qué Europa queremos? La particular manera española de afrontar el tema europeo

Publicado el 18 noviembre 2015 por Polikracia @polikracia

La historia del europeísmo en España es larga, complicada y contradictoria. En 1839, antes incluso de que se acuñara el término europeísmo, el asturiano Juan Francisco Siñeriz publicó Una Constitución Europea dirigiéndose a los príncipes y soberanos europeos para que, en búsqueda de una deseada paz, establecieran “entre vosotros una confederación Europea: formar un código fundamental para todo el continente: erigid un supremo tribunal de justicia por el cual se decidan todas vuestras querellas, reclamaciones y derechos, y sujetaos todos a la ley. Ved aquí la paz, la seguridad y la felicidad de todos los estados”. En el reciente libro de Ricardo Martín de la Guardia El Europeísmo. Un reto pendiente para España se van desgranando las distintas familias ideológicas del europeísmo español con sus grandes deseos e inevitables límites y dificultades. En la siempre difícil construcción nacional española Europa ha funcionado como catalizador de diversas esperanzas o miedos a lo que éramos y seríamos como país: desde la célebre y manida cita de “España era el problema y Europa la solución” de Ortega y Gasset al “Spain is different” de Fraga las múltiples concepciones de lo que Europa es y nuestro acercamiento o alejamiento a la misma han marcado parte de las decisiones políticas del país. Siguiendo a Santos Juliá, podemos decir que “el largo viaje a Europa terminó hace décadas: ya no vamos a Europa, ahora somos Europa. Europa, por tanto, ya no es nuestra solución, es nuestra responsabilidad”, por tanto, estamos ante una Europa de la que somos corresponsables con el dilema de que “o logra constituir una estructura supraestatal con fuerza suficiente para hacer política en el nuevo mundo globalizado o retornará a esa especie de Edad Media en la que sueñan los movimientos secesionistas siempre a la búsqueda de identidades ancestrales”.

¿Qué piensan en la actualidad los españoles de Europa y la Unión Europea? ¿En qué se parecen y en qué se diferencian nuestras percepciones de las de los países de nuestro entorno?

En el Eurobarómetro de primavera 2015 encontramos algunos datos que pueden servir como respuesta parcial a estas preguntas. A la pregunta de si se sienten ciudadanos de la Unión Europea el 69% de los españoles responden de manera afirmativa y ante la pregunta de si les gustaría conocer más sus derechos como ciudadano de la Unión Europea el 68% contestan que sí; ambos resultados están en la línea de la media de los países de la Unión Europea que tienen unas respuestas mayoritariamente afirmativas del 67% y 69% respectivamente. La opinión pública española se sitúa también en un lugar esperado respecto a su posicionamiento a favor de una unión monetaria y económica con un 61% favorable a ella, en la línea de países como Italia y Portugal y algo debajo de Francia. A la pregunta acerca de la situación actual de la economía nacional (los sondeos fueron realizados en mayo de 2015) la percepción española resalta por negativa.

La opinión pública española tenía hace cinco meses una percepción muy negativa de la economía nacional. En esta encuesta podemos observar una Europa dividida con países como Alemania, Dinamarca y Holanda dando mayoritariamente unas respuestas completamente diferentes a las de los sospechosos habituales Italia, España o Grecia. En contra de las tesis alarmistas los españoles se mostraron más optimistas cuando, a la pregunta de si lo peor de la crisis en el mercado de trabajo estaba o no por llegar, respondieron un 56% que ya había llegado al peor momento y que ahora el mercado de trabajo se recuperaría progresivamente.

Por otro lado podemos ver que parece haber un problema de representatividad en la Unión Europea. A la pregunta de si su voz contaba en la Unión Europea, el 50% de los encuestados en todos los países responden que no. Aunque la tendencia es a un mayor sentimiento de representación (en 2013 el porcentaje de los que respondían no a la pregunta era del 67%), el dato pudiera denotar un problema de lejanía de las instituciones a los representados. En todo caso, tal y como era previsible, España se encuentra entre los países cuyos ciudadanos sienten más mayoritariamente que su voz no cuenta en Europa.

Por otro lado los españoles acertamos mucho más cuando nos preguntan por la tasa de paro de nuestro país que el resto de países, siendo solo superados por los griegos.

Hay dos posibles explicaciones para este fenómeno de que en Grecia y España (primer y segundo país en tasa de paro en mayo 2015 con un 26.5% y 24.5% respectivamente) se acierte mucho más. Por un lado el margen de error (+/-20%) para que la respuesta se considere válida aumenta a medida que el dato es mayor: no es lo mismo tener que atinar exactamente entre unas décimas para el dato del paro alemán que poder equivocarte con un amplio margen de error en el caso español o griego. Por otro lado pudiera haber una correlación entre la importancia dada al problema que derivara en un mayor conocimiento del dato concreto y la mayor tasa real del paro. Si, como se observa en el mismo Eurobarómetro, los ciudadanos griegos y españoles se sienten particularmente preocupados por la situación económica y el desempleo podría parecer lógico que conozcan mejor los datos que sustentan su preocupación. Por otra parte hay una anomalía tanto en el caso griego como en el español. Si bien los griegos son los únicos que aciertan exactamente entre la estimación que hacen y la real los españoles somos los únicos optimistas y nos estimamos una tasa de paro 2.6% menor a la real. ¡Que no estamos tan mal! El resto de países europeos sobreestiman en mayor o menor medida su tasa de paro. Los húngaros se autoadjudican un 18.2% (real 7.7%), los italianos un 20.5% (real 12.7%) y alemanes un 10.3% (real 5%).

Cuando, por su parte, se les pregunta a los ciudadanos de la Unión Europea si las decisiones políticas se basan en informaciones estadísticas un 59% consideran que sí, que las mismas juegan un papel importante a la hora de las decisiones de política pública. El porcentaje no es demasiado alto pero el balance con los escépticos es positivo. Mucho más desconcertante resulta la opinión pública española respecto a si la información estadística (¡las matemáticas, los números!) juega o no un papel en la decisión político-pública.

Un 38% de los españoles responde que las estadísticas no juegan un papel y un 19% se abstiene de contestar a la pregunta. Sería interesante profundizar un poco más y saber en base a qué se toman las decisiones políticas según un 57% de los ciudadanos españoles. Pudiera ser que para un buen porcentaje de españoles las decisiones políticas se tomen por criterios como el meteorológico, el puro azar o, más inquietante, la plena voluntad de fastidiar y beneficiar a una casta de millonarios malvados que, además, tampoco confían en la estadística y basan su criterio en la intuición. En todo caso la desconfianza que se deriva hacia la política y la toma de decisiones políticas de esta encuesta es desalentadora: pudiera ser que una mayoría de españoles creyera que las decisiones políticas se basan en una mezcla de criterios ideológicos y de enchufismo. En todo caso, seguramente la solución sea más simple y es que los españoles no saben en qué se basan las decisiones políticas y desconfían tanto de las mismas como de los que las toman. La ignorancia, más que felicidad, pudiera estar derivando en desconfianza. Según el mismo Eurobarómetro el 63% de todos los estudiantes y de todas las mujeres responde que o las estadísticas no tienen papel o que no saben la respuesta a la pregunta.

Pero… ¡Un momento! ¿Y qué pasaría si todo esto resulta también ser falso, un engaño del “sistema”? ¿Qué mejor que desconfiar del emisor? ¿Quién vigila a los que vigilan?

Los españoles, tras demostrar tanto en el Eurobarómetro como en otras encuestas un conocimiento bastante limitado de la realidad económica y haberse adjudicado un 3.9% de inflación en 2014 (en realidad fue de un -0.2%) y un crecimiento del 2.1% (cuando fue un 1.4%, teniendo en cuenta que el 40% no contestó a la pregunta y que solo un 6% de los europeos acertaron la respuesta), se muestran radicalmente desconfiados de las propias estadísticas. ¡Acabáramos!

Los españoles se mueven en un entorno líquido en que las estadísticas son poco fiables y sirven a intereses espurios. Siempre es una buena táctica acusar al mensajero. ¿Alguien a estas alturas se fía de algo de lo aquí presentado? Aparentemente el 73% de los españoles desconfían de todos los datos que estoy poniendo y de toda estadística oficial. Quisiera uno creer que esto se debe a que los comteanos individuos españoles no están de acuerdo con determinados parámetros estadísticos utilizados por los órganos oficiales y realizan sus propias estimaciones para tener unos datos sobre las que basar sus juicios sobre política pública europea. Veamos si consideran ciudadanos españoles que están bien informados sobre la Unión Europea y para ello vayamos al Barómetro del Real Instituto Elcano de mayo de 2014.

Para el 27% que siga leyendo ya debe haber quedado claro que los españoles tenemos unas percepciones diferentes al resto de nuestros homólogos en determinados temas. En lo que respecta al tema europeo la falta de conocimiento combinada con la fuerte desafección derivada de la falta de confianza en las instituciones pudiera estar impidiendo que haya un verdadero debate sobre Europa en España; siendo justos parece ser que en otros países de la Unión Europea pasa lo mismo. Como muestra de la falta de conocimiento del debate europeo podrían citarse muchos síntomas: desde la focalización que se hace en las elecciones europeas a todo lo referente a la política nacional al escaso seguimiento de los debates del Parlamento Europeo pasando por el escaso conocimiento del papel de instituciones como el Banco Central Europeo o la Comisión Europea todo parece indicar que el interés hacia Europa es, cuanto menos, dudoso.

En un tema en el que se podría esperar una fuerte polarización política como es la conveniencia o no de avanzar hacia un federalismo europeo y la manera de hacerlo los españoles se sitúan de manera apenas diferente en función de la ideología. Los federalistas europeos son un 38% en España en mayo de 2015, 4 puntos más que en abril de 2014. Las implicaciones y dificultades de convertirnos en la suerte de federación que reclamaba nuestro Juan Francisco Siñeriz deberían seguramente bastar para que nuestras pasiones se encendieran y tanto las derechas como las izquierdas y los de extremo centro tuvieran material suficiente para el debate; actualmente, sin ir más lejos, todo el debate de los refugiados es incomprensible sin afrontarlo desde una perspectiva europea. Como se quejaba José Ignacio Torreblanca en El País a raíz de este tema “tan inmersos que estamos en los contorsionismos políticos y jurídicos de Artur Mas, ERC y la CUP que no nos enteramos de lo que está pasando ahí fuera. Y lo que está pasando ahí fuera es de una magnitud descomunal. Como lo serán sus consecuencias. Pero preferimos no enterarnos”. Parece razonable tratar de llevar al debate europeo las cifras en las que muchos españoles no creen y los términos en los que no estamos actualmente acostumbrados en el debate público.

Por último, es necesario remarcar que para tener claro qué Europa queremos hay probablemente una parte que tiene que ver con los sentimientos: incluso aunque pudiéramos abstractamente desear ciudadanos plenamente racionales que formaran comunidades políticas con criterios plenamente utilitaristas los sentimientos de pertenencia tienen y seguirán teniendo un papel importante a la hora de limitar o expandir la construcción europea. No vaya a ser que, siguiendo a Juan Claudio de Ramón, de puro racionalistas dejemos de ser realistas. El apartado sentimental es muy espinoso y siempre es complicado entrar ahí; en todo caso no vamos a caer en la tentación de pensar que los sentimientos de pertenencia no tienen un componente de construcción más o menos artificioso y que pueden verse afectado por las corrientes de pensamiento de determinadas élites y por los diversos momentos históricos. Volviendo al Barómetro del Real Instituto Elcano podemos ver qué sentían los españoles hace un escaso año con respecto a su municipio, comunidad autónoma, España y Europa.

Con el pretexto de la celebración de las Jornadas Europeas en el CMU Chaminade entre febrero y marzo de 2016 vamos a empezar un ciclo en el que intentaremos poner el debate europeo sobre la mesa. Desde los datos, las estadísticas y un cierto optimismo sobre el lugar en el que nos encontramos trataremos de temas tan diversos como el papel de las distintas instituciones europeas y sus posibles reformas, las complicaciones de la política exterior de la Unión Europea ante un mundo cada vez más complejo e interconectado y de los distintos retos tantos económicos como políticos y culturales que tenemos por delante tanto los países que estamos en el Euro como los que no están. El objetivo final es un mayor conocimiento y comprensión que permita un debate algo más informado y un apego mayor a algo en lo que creemos, esperemos, racionalmente: Europa.