Qué felicidad: Titirimundi en Segovia

Por Tutetuan14

Atar planes está muy bien para no llevarse sorpresas pero estar abiertos a la improvisación puede ser mil veces mejor sobre todo si es domingo, toca volver a casa (Madrid) después de unos días de puente en Burgos, y ya llevas tres días conviviendo con tu suegra. Así que con esta teoría pragmática hormonal y femenina le dije a mi chico: “anda, nene, vámonos a casa y paramos en Segovia a comer un cochinillo”. Ya sabemos lo bien que entran los hombres al trapo cuando se nombra algo relativo al estómago… Así que picó, nos despedimos de la familia, que en la larga distancia les quiero muchísimo, y nos cogimos la carretera para pasar un domingo distinto.

Y lo fue. Segovia no era Segovia sino una ciudad tomada por los títeres. En cada esquina y plaza, titiriteros con sus guiñoles representaban una función.  Me sentí como una niña y mis niños, como lo que son, aunque el mayor ya dice que es “viejecito” para eso y esas cosas ya no le tiran tanto como al menor. Mentiroso, porque picó en el tiovivo y se subió a un carrusel precioso, de figuras afrancesada y antiguas,  al que yo también me quería subir con mi alma de niña camino de los 40, porque daba felicidad sólo con verlo ya que estaba a los pies del mismísimo acueducto romano.

En la Plaza Mayor, en la Plaza Oriental, en el Patio de Rueda, Titirimundi había conquistado todas las calles de Segovia como yo no sabía que hacía todos los años. Y es que es el Festival Internacional de Teatro de Títeres y cada año acoge a profesionales de distintos países como las marionetas hiperrealistas del Teatro Milagros de Chile y el teatro móvil de la compañía moscovita Teatro Tehb y sus microóperas liliputienses. Así que los títeres también son patrimonio de Segovia y este año, del 14 al 18 de mayo, sembraron las calles de fiesta.