En ese paréntesis entre caer en la cuenta de que ya nadie en este país habla de Venezuela y comprobar que el imperialismo yanki no lo ha reducido aún a escombros, me llenó de angustia imaginar a los líderes políticos españoles sin una buena defensa de los sacrosantos principios democráticos que tirarse a la cabeza. No acertaba a suponer cómo podrían superar el trauma de la desaparición de Venezuela en el PP, valedor en primer grado de la oposición venezolana en el interior y en el exilio y primera espada contra el Gobierno de Maduro.
Sufría por la inutilidad del asesoramiento jurídico de Felipe González al opositor Leopoldo López y de mediación política de José Luis Rodríguez Zapatero si el chavismo había pasado a mejor vida. Y me preguntaba por Albert Rivera y su primer viaje a Caracas como estadista en potencia para apoyar a la oposición venezolana como si alguien supiera en aquel país quién es este señor o le importara al menos un comino lo que fuera a hacer o a decir en la Asamblea Nacional.
Y en el mismo sitio sigue también la oposición, ahora con el legislativo bien agarrado intentando cobrarse desde él las penalidades que le hizo pasar Maduro cuando era minoría. También siguen en la cárcel Leopoldo López y Antonio Ledezma y así hasta cerca de un centenar de dirigentes opositores que se atrevieron a buscarle las cosquillas al chavismo. Y, sobre todo, continúan las colas en los supermercados, el desabastecimiento de los productos más elementales y cotidianos, el mercado negro de divisas, el impago a los pensionistas, la inflación astronómica, la falta de medicamentos y los cortes de luz eléctrica, la inseguridad y la falta de futuro.
Todo sigue en Venezuela igual o peor que antes de que se hablara tanto de ese país en España e igual o peor que siempre desde hace muchos años. Pero ya nada de eso es noticia en España, a nadie le interesa en estos momentos la última burrada que haya dicho Maduro en sus infumables soflamas en radio y televisión. Tampoco interesa ya gran cosa el nuevo intento de la oposición por sacar al presidente venezolano del poder al que - hay que subrayarlo - accedió democráticamente, algo que olvida esa misma oposición y que en España se ignora deliberadamente.
Venezuela ya no da votos en España si es que realmente dio muchos en las últimas elecciones. Por eso ha pasado a convertirse en invisible y a prácticamente ningún medio de comunicación le importa ya una higa si los venezolanos pasan miserias y penalidades para llegar a fin de mes, para comer o para acceder a los medicamentos. Me temo que sólo unas nuevas elecciones en España volverían a poner a Venezuela en la agenda informativa y política española, de lo contrario pueden dar por seguro que medios y partidos políticos actuaran como si ese país y sus problemas no existieran y nunca hubieran existido. ¿Venequé? ¿Dónde queda eso?