¿Qué fue lo primero que dejó el ser humano en la cima del Everest?

Publicado el 08 julio 2015 por Desequilibros
Al llegar a la cima del Everest, con frecuencia, los acontecimientos no transcurren de la manera heroica o dramática que narran las crónicas. Sino de forma mucho más prosaica, como Hillary tuvo la oportunidad de comprobar… por culpa del exceso de limonada.
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29 de mayo de 1953; 11:30 del mediodía. Un espigado y desgarbado neozolandés y un menudo y enjuto sherpa nepalí coronan por primera vez en la historia la cima más alta de la tierra: el monte Everest. La peripecia ha quedado adecuadamente documentada en numerosos libros y documentales que tienen a Edmund Hillary y a Tenzing Norgay como autores o protagonistas.
Más allá de los aspectos heroicos de su hazaña, la historia siempre se centra en los aspectos más controvertidos de la expedición. Algunas de las cuestiones tales como si fueron realmente los primeros en llegar, o quién fue el primero de los dos en pisar la cumbre, si alguno de los dos asumió mayor protagonismo en la ascensión o el diferente trato oficial recibido posteriormente por ambos han sido prolijamente debatidas y han quedado más o menos resueltas.
Pero en lo que la historia se centra menos es en los aspectos más cotidianos y más prosaicos de la proeza, como si no tuvieran su importancia para humanizar el mito.
La pregunta es: ¿Qué hicieron Hillary y Tenzing en la cima del Everest en los escasos 15 minutos que permanecieron en ella?
Vamos allá.
Cuenta la leyenda que al llegar a la cima Hillary dejó pasar a Tenzing en primer lugar como reconocimiento a su esfuerzo. El gesto es coherente con la tradicional caballerosidad británica, bajo cuya influencia se crió el neozelandés. Aunque es poco probable. Fue Hillary quien talló en la nieve los escalones que les permitieron avanzar en la última cornisa así que no creo que se detuviera a esperar en el último momento sin tener la certeza de haber llegado al punto más alto.
"Le tendí el brazo para estrecharle la mano, pero aquello no fue suficiente para Tenzing, quien me rodeó los hombros en un fuerte abrazo".
Sin embargo, sí es Tenzing Norgay el que posa en la histórica foto de la cumbre, piolet en mano, con las banderas británica, nepalí, de la India y de las Naciones Unidas. Por cierto; a nadie se le había ocurrido llevar una bandera británica, así que a última hora tuvieron que tomarla prestada del coche del embajador británico en Katmandú.
Hillary disparó su cámara tres veces hacia su compañero. Pero las otras dos no eran tan icónicas: una salió demasiado oscura; en la otra, la pose de Tenzing no era muy heroica. Cuando le preguntaron por qué no había una foto suya en la cima y sí de Tenzing su explicación fue de índole práctica:
“no me preocupé de hacer que Tenzing me sacase otra foto a mí. Me pareció que él jamás había tomado una antes y la cumbre del Everest no es un lugar muy propicio para dar lecciones".
Además, y quizá sabedor de que una única imagen podía no ser prueba suficiente, también fotografió el paisaje circundante en todas direcciones. Y en ellas sí que es posible ver un fondo reconocible de montañas (Makalu y Kanchenjunga hacia el este; Lhotse hacia el sur; Cho Oyu hacia el oeste, además de otras cumbres menores pero conocidas) todas ellas claramente por debajo de ellos.

El Makalu desde la cima del Everest.
Foto tomada por Edmund Hillary el 29 de mayo de 1953.
Al fondo a la izquierda, el Kanchejunga. Vista haca el este.

El Lhotse (en primer plano) desde la cima del Everest.
Foto tomada por Edmund Hillary el 29 de mayo de 1953.
Vista haca el sur.

El Cho Oyu desde la cima del Everest.
Foto tomada por Edmund Hillary el 29 de mayo de 1953.
Vista haca el oeste.

El Changtse (7.543 m) desde la cima del Everest.
Foto tomada por Edmund Hillary el 29 de mayo de 1953.
Vista haca el norte.


Hillary también contó que tuvo el inevitable recuerdo hacia Irvine y Mallory (los pioneros que fallecieron en 1924 en su intento de ser los primeros en doblegar el Everest) y miró a su alrededor  
“con la ligera esperanza de encontrar alguna señal de que hubieran llegado a la cumbre, pero no pude ver nada”. 
De haber encontrado alguna prueba del éxito anterior se habría echado a perder una de las mejores historias de misterio del alpinismo. Pero aunque así hubiera sido, no resulta factible que un objeto sobreviva casi treinta años en las condiciones de la cumbre del Everest.
Los alpinistas que coronan cimas de más de ochomil metros reaccionan de las más diversas formas al llegar a la cumbre: descansan, maldicen, gritan, ríen, lloran, sufren, agradecen, recuerdan a sus seres queridos, a los amigos desaparecidos, realizan ofrendas, se abrazan a sus compañeros, rezan, toman fotos, revisan sus equipos, miran la hora, hablan con los campamentos inferiores para comunicar incidencias… Todo eso y más.
Pero Hillary hizo algo que no he visto reflejado en niguna otra crónica alpinística:
Ed (Hillary) dijo que su primera sensación fue de alivio, mezclada con un vago sentimiento de asombro ante el hecho de haber sido el afortunado de estar allí.
Me contó que, una vez presentados sus respetos a la montaña más alta del mundo, y como había bebido mucha limonada, no le quedó más remedio que orinar allí mismo.
¡Todo un alivio, desde luego!1
Tenzing dejó en la nieve la cuerda con las banderas y comanzaron a bajar. Así que aquellos banderines de la histórica foto de la cumbre fue lo segundo que quedó en la cima del Everest.
A día de hoy, decenas, quizá cientos de expediciones después (y también muchas anteriores), el asunto del exceso de excrementos humanos en las laderas del Everest se ha convertido en un verdadero problema, no solo medioambiental sino también sanitario.
Hillary no fue el primero en orinar en el Everest, pero sí el que lo hizo más arriba: en la cumbre.
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Bibliografía:
• George Lowe y Huw Lewis-Jones; La conquista del Everest del Everest1.
• "Everest. 50 años después". Especial National Geographic, 2003.
• Edmund Hillary; Aventura en la cumbre. Autobiografía. Ed. AHR. Barcelona 1956.
Everest. Ammonite Press, AE Publications, Royal Geographical Society, 2013