El cine no entiende de edades. La imagen en movimiento nos atrapa desde pequeños e incluso contribuye a nuestro crecimiento personal. ¿Quién entre los presentes no debe una parte de su conocimiento del mundo a las películas? ¿Quién no ha encontrado grabada en la pantalla una fuente de dudas, de curiosidades, de gozo e incluso de ética? Nos educamos con la imagen, nos fascina y nos intriga.
El entorno audiovisual es un estímulo constante para los que han nacido en la era digital, que ya no se contentan con el prototipo clásico del espectador de patio de butacas. Las plataformas se multiplican, los formatos aumentan, el monitor se vuelve interactivo… Un nuevo mundo para una nueva generación. Aunque hay cosas que no cambian del todo: La sala a oscuras, el olor a palomitas, el sonido del proyector rodando, la familia que no calla, la pareja que se discute, el pedante que emite sonidos de desaprobación, el tardón que entra con la película empezada y te pasa justo por delante… Algunas tradiciones no deberían ser terreno vedado a los más pequeños. ¿Recordáis aquel rótulo que nunca faltaba en las cajas de juegos de mesa? “La edad recomendada para su uso es de 3 a 99 años”. El cine es igual.
En su relación con los medios audiovisuales los niños no siempre tienen el papel que merecen. El rol que les ofrecemos ante los medios los reduce a espectadores del trabajo ajeno, y eso que se encuentran en una etapa en la que su imaginación desborda. Y no es necesariamente un mal papel, pero no cubre todo el espectro de posibilidades que el audiovisual puede ofrecerles. No todo el mundo tiene las opciones de Spielberg, ni la camarilla de juventud de Truffaut. Hasta hace poco, sus posibilidades se limitaban a vídeos caseros, donde el entusiasmo autodidacta debía llenar muchos huecos. Ni el acceso a las nuevas tecnologías supuso un cambio tan radical como era de esperar. La enseñanza reglada en las escuelas no contemplaba (ni contempla) una educación sobre los medios y el lenguaje audiovisual, y sin embargo su incidencia en la vida presente y futura es más que evidente. Pero en los últimos años la cosa está cambiando.
Cine para niños. Cine con niños. Cine de niños. En Filmin ya nos hemos hecho eco de propuestas como el centro Orson the Kid, en Madrid, y en el pasado Festival Atlántida contamos con la película Todos vós sodes capitáns (2010), enmarcada en unos talleres de creación audiovisual para jóvenes con problemas. Ahora en Barcelona nace una iniciativa que quiere acercar el estimulante universo de la imagen en movimiento a los niños de entre 8 y 14 años. Si pueden ver cine, si pueden consumir televisión y radio, ¿por qué no pueden realizarlo ellos mismos? Con esta idea en mente abre sus puertas Cridacció, escuela de cine, radio y televisión.
Cridacció es un proyecto extraescolar pensado para trabajar las habilidades comunicativas de los niños a través del mundo audiovisual. A lo largo del curso, los alumnos podrán llevar a cabo un cortometraje, una pieza de animación, un programa de televisión o un podcast de radio. Para empezar, el grupo Sidonie ha cedido una canción para que ideen un videoclip y lo lleven a cabo. La escuela acogerá también clases magistrales de profesionales del sector, que compartirán sus experiencias con los niños, y los fines de semana se realizarán talleres temáticos con el objetivo de trabajar un aspecto en concreto del vasto panorama de la confección audiovisual.
Las clases están pensadas para fomentar una serie de valores fundamentales para la formación de los niños, y que se encuentran en la base de todoproceso de elaboración de una película: la construcción de un criterio propio, el trabajo en equipo, el esfuerzo y la dedicación, y sobretodo unas aptitudes comunicativas que puedan ayudar a los más pequeños en el camino del crecimiento y la realización personal. Y por encima de todo, la voluntad de que los niños se lo pasen bien, que jueguen y experimenten con las amplias posibilidades del mundo audiovisual, pero también que puedan formarse un espíritu crítico que les permitadiscernir las virtudes de los defectos, las bondades de las trampas, de un lenguaje llamado a marcar el siglo XXI.