¿Qué hace una chica como tú en un corazón como este?
Me lo he preguntado tantas veces en los últimos dieciséis años que ya perdí la cuenta. Aquel adivino me anuncio tu llegada años antes, cuando yo ni siquiera te imaginaba.
Sonreíste desde los primeros momentos en que te vi, dormida en el cunero de aquel hospital elegante y aún es esa sonrisa, la que, con solo pensarla me alegra la vida y el alma.
No lo sabes, y si lo sabes quizá lo olvidas, pero podía pasar horas en vela contemplando tu perfección, por cada rizo se te asomaba la bondad y la inocencia. Eso no ha cambiado en nada, todavía suelo echar un vistazo mientras duermes y no termino de agradecer a la vida, al universo y a todos los dioses por la dicha y el regalo de tu presencia.
El tiempo ha pasado volando, pero hemos caminado de la mano un sinfín de aventuras, algunas estarán presentes en tu memoria y otras, tendrás que ir a buscarlas como cuando quieras recordar los cuentos de Amanda y Samantha que inventaba para ti noche tras noche.
Mi andar por la vida ha estado lleno de comienzos y recomienzos, de aciertos y desaciertos, de tropezones y caídas libres, de cuestas y bajadas, ya perdí la cuenta de las veces que he tenido que reinventarme.
No importa qué versión de mí sea la del día, siempre, cuando te pienso, me pregunto por qué me elegiste como tu madre o por qué la vida me bendijo de tal forma, ¿será que en otra vida habré hecho algo muy, pero muy bueno? ¿será que nuestro amor es infinito y ha trascendido las fronteras del tiempo?
No lo sé.
Lo que sé es que te amo, que en mi corazón abollado ocupas el mayor espacio. Que te doy las gracias ayer y siempre porque me enseñaste a amar de un modo que no conocía. No olvides jamás, que soy, estoy y estaré para ti siempre, mi pequeña Paula.
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