Qué hacer con los libros

Publicado el 29 octubre 2013 por Elena Rius @riusele

 Acumular libros es un placer y, a veces, hasta una pasión. Aunque ya no se estile aquello de "hacer biblioteca", cualquier persona más o menos lectora -y no digamos ya si su bibliomanía alcanza cotas altas- va añadiendo libros a su colección y se encuentra antes o después con un número de ellos considerable. En ocasiones tan considerable que amenaza con trastornar la paz doméstica. ¿Qué hacer? Si su afición a la acumulación libresca no ha llegado más allá de llenar las estanterías inicialmente previstas al efecto en su hogar, felicidades. Este post no le concierne. Si, en cambio, forma parte de ese grupo en cuyas casas parece haber más libros que paredes que potencialmente pudieran albergarlos, si sus sufridas librerías exhiben volúmenes en doble y hasta en triple fila, ocupando todos los resquicios posibles, si sobre cada superficie plana se amontonan pilas de libros, quizá aquí encuentre alguna solución.Sé por propia experiencia lo enormemente difícil que es tomar la decisión de deshacerse de unos cuantos libros (y si han de ser varios cientos en lugar de una decena, aún peor). Pero de esto no vamos a tratar aquí. Supongamos -ya es mucho suponer- que tras largas y dolorosas deliberaciones hemos llegado a ese punto en que tenemos un número más o menos apreciable de libros de los que nos queremos desprender. ¿Está solucionado el problema? Ni mucho menos. En ese momento es cuando uno se enfrenta a una amarga realidad: es dificilísimo deshacerse de libros. No, oiga, al contenedor de papel usado no se pueden tirar. Tampoco a la basura, por supuesto. Vamos a intentar mantenernos dentro de los límites de una conducta cívica y responsable. Buscando una salida a tan arduo problema, he logrado dar con algunas posibilidades que, si no lo solventan del todo, al menos pueden aliviarlo: -La Biblioteca municipal: No todas, pero algunas bibliotecas aceptan donaciones de particulares, aunque para ser aceptados los libros deben cumplir determinadas condiciones. Por ejemplo, en las bibliotecas de Barcelona, los libros donados han de estar relacionados con la temática de la colección local o su fondo especializado. Además, si son más de diez ejemplares (y digo yo que por menos de diez uno casi ni se molesta en llevarlos), hay que hacer una lista detallada. Vale la pena comprobar si se poseen obras que cumplan estos requisitos, porque al menos se tiene la seguridad de que les damos un buen uso a esos libros descartados. 

Biblioteca Jaume Fuster (foto J. Casañas)

 -El Punto verde del barrio: En mi ciudad, al menos, en la mayoría de Puntos verdes hay un carrito donde se exponen los libros entregados por los usuarios, para que el que lo desea los aproveche. Algo parecido existe asimismo en algún mercado, como el de la Abaceria Central, donde se ha reservado un puesto que había quedado libre a la donación de libros.  Todo el que quiera puede dejar allí libros, pero para llevárselos se pide un donativo de 1 euro por ejemplar, que se destina a obras benéficas.
 -La librería de viejo: También está la opción de vender -siempre a precios irrisorios, pero no estamos buscando hacernos ricos, ¿verdad?- los libros sobrantes a una librería especializada. Además de las tradicionales, que en Barcelona se concentran los domingos por la mañana  en el siempre pintoresco mercadillo de Sant Antoni, han surgido últimamente algunas iniciativas más adaptadas a los tiempos, como la librería Re-read, que ante el éxito acaba de abrir también un local en Madrid, o (sólo para libros en inglés) la Hibernian Books, que practica el intercambio (te descuentan la cantidad en que ellos valoran los libros que les has llevado de la próxima compra de libros que les hagas).   -La red: Internet, ese gran zoco, abre igualmente posibilidades para vender los libros que no  deseamos conservar. Amazon, cómo no, ofrece esa oportunidad (de hecho, uno puede vender allí libros y casi cualquier otra cosa). Pero, para mi gusto, tiene la desventaja de que tienes que encargarte tú de hacer el envío al cliente, ellos sólo ponen su plataforma y cobran su comisión. En el caso de los libros, en que además el precio por ejemplar ha de ser bajo, no sale a cuenta el engorro, porque los libros se suelen vender de uno en uno y no me veo yo perdiendo el tiempo en ir a Correos cada vez. Una opción más interesante es la que propone Casadellibro.com, donde es posible registrarse como vendedor individual y ellos se encargan de todo, incluso de mandarte un mensajero a casa a recoger el libro para el cual se haya recibido un pedido. La única desventaja es que es un método francamente lento para aligerar tu biblioteca, ya que los pedidos suelen llegar con cuentagotas.  Hasta aquí las opciones viables y legales que puedo darles. Ninguna de ellas es la panacea, pero tal vez sumándolas todas, logren desembarazar sus estanterías de algunos kilos de peso. Si es que al final se deciden a prescindir de ellos, por supuesto.