“Ejerzo un control férreo sobre mis personajes. Hay escritores que afirman que sus personajes les dictan lo que hay que hacer. Los míos, no.” John Irving.
"Mis personajes imaginarios me afectan, me siguen,
o más bien, soy yo quien está en ellos." Gustave Flaubert.
¿Qué hacer?
Puedes seguir algunas pistas que inconscientemente dejamos en los personajes, en sus actos, en sus palabras y, por qué no, hasta en sus descripciones. Por ejemplo, son palabras o expresiones que se repiten entre ellos, algo que, de no existir una complicidad intencionada por el bien del producto final, está claro que resultan totalmente superfluas y algo más, dañinas para el conjunto de la obra y para el mensaje que se quiere transmitir. Haz el ejercicio de reescribir, de todas las formas que te sugiera la lógica, una escena o un pasaje. Cambia cada vez los tonos o la inflexión de sus voces, cambia sus reacciones al parlamento de los otros personajes. Propón distintas combinaciones, léelas en voz alta, céntrate en las que te suenen más convincentes y desecha las que supongan un insulto a la inteligencia del lector. Solo tendrás que trabajar un poco con las elegidas para darte cuenta enseguida de cuál es la mejor de entre ellas o aquella que es susceptible de llegar a ser la mejor tan solo con un poco de trabajo más. Recuerda, solo hay una óptima de decir las cosas, no prives a tus personajes ni a tus lectores de ella.
Cuando todos los personajes responden a un mismo molde, puedes buscar semejanzas en sus descripciones físicas o psicológicas y deshacerlas, desmenuzarlas..., alejar a unos de otros, dibujarlos opuestos, hasta que por sí mismos tomen posesión de esa identidad y la hagan suya, única e intransferible. Imagínate que eres un sastre y tienes que hacer un traje para cada personaje, si sus medidas son distintas, ¿cortarías todos los trajes iguales?
Cuando todos los personajes resultan monótonos, cuando todos los personajes de tu texto guarden tal grado de similitud que hasta tú, su autor, te das cuenta de ello, tienes trabajo por delante en su replanteamiento. Debes dotar a los personajes de esa tercera dimensión que no les hará parecer planos a ojos del lector, ya que no te lo perdonaría jamás. Para ello bastará, ni más ni menos que, hacerlos únicos, distintos de ti, diferentes entre ellos, simplemente eso, ni más ni menos.
Respeta a tus personajes y ellos te respetarán a ti. El escritor en su Esfera: