Guste o no guste a los socialistas, las elecciones del 22 de mayo se han convertido en una primarias en las que el pueblo aprovechará la apertura de las urnas para condenar y castigar la demencial política económica de Zapatero y sus mentiras y abusos al frente del gobierno.
La legalización de los proetarras de BILDU, amparada personalmente por Zapatero, ha sido la gota que ha colmado el vaso y ha alimentado la gran "venganza" de un electorado español que se siente burlado y maltratado por el gobierno.
La retirada definitiva de Zapatero del panorama político español proporcionaría al PSOE una oportunidad para la regeneración del partido y para su reconciliación con la sociedad española, a la que ha engañado, empobrecido y arrebatado la esperanza desde el gobierno.
El rechazo acumulado por Zapatero, superior al que tenían en sus respectivos países los sátrapas musulmanes depuestos por sus pueblos en Túnez y Egipto, es irresistible e irreversible. Haga lo que haga, zapatero es ya un político amortizado, un cadáver al que conviene enterrar cuanto antes, para que no apeste.
La derrota socialista el 22 M, si llega a producirse como la anticipan las encuestas, no sólo afectará a Zapatero sino también a todos los políticos que han colaborado con él en el gobierno, lo que inhabilita a Rubalcaba y a Carmen Chacón, los dos candidatos oficiales a sucederle. El PSOE tendrá que afrontar un verdadero proceso de primarias, limpio y abierto, que de la oportunidad de postularse a nuevos dirigentes, no contaminados con el nefasto "Zapaterismo". Promocionar a Rubalcaba, a Carmen Chacón o a cualquier otro de los colaboradores de Zapatero constituiría también un suicidio político para el socialismo español, urgentemente necesitado, mas que de una renovación, de una refundación, después de los estragos causados por Zapatero en la confianza, la credibilidad y el prestigio de la izquierda española.
La posibilidad de que ocurra la "remontada" que augura Zapatero en los escasos días que quedan para el 22 M es muy escasa, pues los españoles no parecen dispuestos a perdonar los enormes estragos causados por Zapatero a España y a sus ciudadanos, por mucho que el "sude la camiseta".