Los estudios más críticos sobre el sistema educativo actual español suelen focalizar la raíz de los problemas de nuestra educación en los siguientes factores: la falta de disciplina presente en las aulas, la paulatina disminución de conocimientos y destrezas exigibles a los alumnos, y la falta de vías educativas alternativas preparatorias para el mundo profesional antes de los 16 años. Lo primero conduce a la creciente desmotivación del profesorado que ve como el deseo que animó su carrera profesional y le llevó a dedicar años de su vida para la preparación de su docencia va mermándose día tras día, hasta que no queda nada de aquella ilusión pretérita y se llega a la situación del típico profesor que espera con sus alumnos que toque cuanto antes el timbre para irse a casa y olvidarse de todo el día. Muchos profesores, y a mí también me ha pasado, me han reconocido que a veces sienten que no se les paga por educar, sino por cuidar que unos cuantos desarrapados no se maten en el aula, sobre todo si les corresponde impartir una asignatura "maría" como Educación para la ciudadanía en grupos apartados de los famosos "bilingües", o les toca "lidiar" con alumnos que cursan la alternativa a la religión, en la que esperan, literalmente, no hacer nada o hacer lo que el profesor les deje. Si a esta tendencia sumamos el hecho de que un alumno, un poco avezado, en dos o tres meses de estudio puede sacarse todo un 4º de la ESO y que el sistema permite que haya alumnos que, independientemente del número de materias suspensas, tengan que pasar curso porque ya no pueden repetir más veces, el resultado es el actual fracaso escolar y la falta de conocimientos, esfuerzo y sacrificio que lastra un alumno que acaba la enseñanza obligatoria. Medidas hay muchas para añadir exigencia a nuestros alumnos (verdaderos perjudicados) y poner freno a esta tendencia de camuflar las cifras mediante un exceso injustificado de transigencia por parte de los políticos.
Sin embargo, creo sinceramente que el problema no sólo habría que tratar de solucionarlo desde una revisión del sistema. Es más, creo que toda tarea en este sentido puede resultar fútil si antes no se toma consciencia de una realidad mucho más presente y problemática en nuestra sociedad. Se trata, a mi juicio, de la profunda crisis que está viviendo en la actualidad el agente educador y sociabilizador fundamental: la familia. Creo que cualquier tentativa para mejorar la educación en nuestro país debe pasar por reflexionar sobre la situación de la familia española en nuestros días. Y es que el núcleo familiar es la principal fuente de la que emanan los valores y creencias que luego va a heredar el futuro alumno que llena nuestras aulas. De ahí que sea fundamental cerciorarnos de que dichos valores sean los adecuados y permitan efectivamente que el alumno pueda desarrollarse conforme a sus verdaderos intereses e inquietudes.