¿Qué hay de nuevo, viejo?

Por Jcbarona

Cuánto me llamó la atención el hecho de que mi amigo me estuviese contando exactamente lo mismo que el día anterior, ¡no habían pasado ni 24 horas! No quise decirle nada, supongo que le hacía falta por alguna razón. Las más de las veces contamos las cosas por nosotros mismos no por nuestro interlocutor. Repetimos argumentos para aquilatarlos o terminar de creerlos sin que importe demasiado a quien tenemos delante.
Lo primero que pensé es que es algo que a mí no me pasa. Siempre sé con quien hablo y de qué. Tengo otro amigo que usa la muletilla, porque se conoce, de «esto ya te lo he contado, ¿verdad?», cuando le dices que no continúa tan feliz; es alguien que se pasa la jornada rezando sus cosas. Es el mismo capaz de empezar a contar algo a mengano y terminarle la historia a zutano. Ya se ve otra vez que el interlocutor es lo de menos. El mismo también que cuando le hablas notas que te presta auténtica atención los 10 primeros segundos a partir de ahí lo más probable es que haya decidido que eso que le estabas contando no es tan interesante como lo que el tiene en la cabeza.He oído decir que cuando nos hacemos mayores tendemos a repetir la cosas una y otra vez, los padres lo hacemos todo el tiempo; deformación parental será.Sí me suele pasar que no me quedo completamente satisfecho de mi exposición muchas veces o convencido de haber sido entendido por quien tengo delante, qué petulancia, y repito lo mismo con otras palabras. Es uno tan redicho, tan didáctico y tan cargante a lo mejor.Que esa es otra. ¿Cuales son tus temas de conversación y cuántos puede haber?; temas de los que uno pueda hablar con algún conocimiento de causa. Cuántas palabras tendremos cada cual en la cabeza, apostaría que no tantas: el español en mil palabras o en novecientas. A las nuestras me refiero, no a las que usan los demás como en el último libro que leíste.Tanto por decir, nadie para decirlo y nadie que lo escuche. 


Para que eso cambie deberíamos empezar a dejar de repetirnos.