¿Qué hay en mi armario?

Publicado el 14 octubre 2014 por Molinos @molinos1282
Abro y camino dentro. 
- Ropa de ir a trabajar. Antes, hace años, la parte de mi armario dedicada a esta ropa era bastante grande. La ropa de currar es como un uniforme, ni me gustaba ni me dejaba de gustar. Era para ir al curro y jamás me la ponía para otra cosa. Me queda algún resto por ahí que no tiro por si acaso, por si acaso... por si acaso. 
- Ropa que se me ha quedado grande. Esta ropa aguanta muchísimo tiempo en el armario porque primero me lleva bastante tiempo convencerme de que algo se me ha quedado grande. Luego viene la época en que disfruto la sensación de saber que he adelgazado. Después viene la época de incertidumbre en la que empiezo a pensar  que a lo mejor debería tirarla pero ¿y si engordo otra vez? y no me decido. La tiro cuando alguien que me quiere mucho me dice "Moli, se que estás muy cómoda con esos pantalones pero pareces Cantinflas". 
- Ropa de estar en casa de verdad. Vaqueros viejos y agujereados, una camisa de hombre, una sudadera con 20 años. Eso es ropa de estar en casa y no las pijadas esas de "home wear" con las que se te pone pinta de lánguida que va todo el día con las manos frías abrazada a una taza humeante y está esperando a que la llame alguien para salir. ¡No! La ropa de estar en casa es cómoda y no importa que se manche cuando te hinches a chocolate o a comida china viendo la tele. Si para ponerme la ropa de estar en casa tengo que peinarme... ni es ropa de estar en casa ni es nada. 
- Ropa regalada sin estrenar. Le queda el beneficio de la duda.

- Ropa regalada con una sola puesta, concretamente en la siguiente ocasión en que vi a la persona que me lo regaló. Es carne de contenedor o de parroquia. - Ropa regalada tan usada que se transparenta, está dada de sí, tiene agujeros o manchas que no se quitan pero que ya he decidido que quiero que me incineren con ella. Entre estas prendas hay algunas que tienen "el toque", a lo mejor no están muy usadas pero son especiales. "Los vaqueros que llevaba el día que...", "El vestido que...". Esa ropa no se tira jamás. - Ropa heredada. Descubro que con 40 años estoy heredando ropa de gente tan variopinta como Molicuñado o M,  con lo que la amplitud temporal de mi armario ha crecido espectacularmente. Tengo una camisa de mi abuela que debe tener 60 años y unas zapatillas heredadas de M que tienen 1 mes. 60 años de moda me contemplan. - Ropa ¿pero cuánto hace que me compré esto?, cuelga en mi armario temporada tras temporada, me la pongo, no me la pongo, y de repente un día, tengo un flash y pienso "Joder, este jersey me lo compré en primero de carrera un día que falté a clase. Primero de carrera, 19 años... ¡joder, joder, joder... han pasado 22 años! (este jersey blanco es uno de esos). - Ropa que me compré aconsejada por alguien y que no me gusta: un misterio. ¿Por qué me dejé aconsejar? ¿Por qué me lo compré? Si lo pienso mucho soy capaz de recordar la tarde en que ese alguien me arrastró de compras y cuando mis defensas ya estaban vencidas me convenció prometiéndome que de ahí iríamos a cenar, a casa o a despellejarme. ¿Por qué no lo he tirado? - Ropa que me compré aconsejada por alguien, no me gusta pero cuando me la pongo haciendo un ejercicio supremo de fuerza de voluntad, todo el mundo me dice "estás guapísima". Esto me convence aún más de mi absoluta falta de criterio estilístico. - Ropa de disfrazarme de mujer: vestidos y tacones. Esta ropa exige que una vez que me la he puesto haga la salida de casa sprintando, sin entretenerme. Más de una vez al vislumbrarme en el espejo de la entrada he vuelto a cambiarme y ponerme ropa de "moli". - ¡Pijamas! ¡pijamas! de hacerme bola y de hacerme bola con otro. De abrigarme y de despelotarme. Nada de corazones, osos, flores ni nada de eso. Vamos, nada que pegue con el "home wear". - Cajón de la ropa interior con la parte de todos los días y el fondo con el compartimento especial que al abrir me mira con ojitos y me dice ¡yo! ¡yo! ¡hoy me toca a mi! ¡hoy es una ocasión especial! ¡es mi turno! - Foulares. Muchísimos, algunos no me los he puesto nunca, otros sólo en ocasiones especiales y otros los llevo tan a menudo que en mis días buenos fantaseo con que muero estrangulada al quedarse atrapado por una puerta, unas escaleras mecánicas o el ascensor. En mis días malos la dura realidad me hace darme cuenta de que lo he llevado pillado por la puerta del coche unos 50 km y el foulard de turno ha mermado unos 30 cm y presenta un bonito acabado deshilachado que antes no tenía. - Una silla que se hace escalerilla. Me encanta esa silla. - Un espejo de cuerpo entero en el que me miro y pienso: si fuera inglés escribiría una historia sobre un país secreto al que se accede a través de este vestidor, como no lo soy... escribiré un post hablando sobre ropa. 

Hecho.
Cierro la puerta.