En cualquier momento puede comenzar a llover y es ciertamente posible que llueva mientras uno decide montar en bicicleta. Dentro de esta posibilidad hay veces que lloverá con mayor intensidad y otras veces será una lluvia mucho menor. De todos modos cualquiera de las posibilidades representa peligros potenciales que hay que tener en cuenta y estos se describen a continuación.
En primer lugar hay que tomar cuidado adicional en los primeros diez minutos de una lluvia. Esto es porque durante ese tiempo la lluvia no alcanza a “lavar” el pavimento y sacar del camino a ciertos contaminantes como tierra y aceite, entre otros. La tierra y el aceite mezclados con el agua hacen que el camino sea mucho más resbaloso y esto puede traer complicaciones. En el andar continuo y constante no se percibe este problema, pero cuando uno necesita frenar o tomar alguna curva puede perder estabilidad y caerse. También se evidencia cuando uno tiene la necesidad de frenar ya que las ruedas pueden clavarse y la distancia de frenado se extiende considerablemente. Pasados los diez minutos (en promedio claro está) desde el comienzo de la lluvia estos riesgos disminuyen pero no desaparecen por lo que sigue siendo aconsejable montar en bicicleta con suma precaución. Hay que considerar también que ciertas superficies como por ejemplo las líneas pintadas en el pavimento y las superficies metálicas se mantienen resbalosas constantemente bajo la lluvia.
También hay que tener en cuenta el problema de la temperatura. Excepto cuando se manifiesta un chaparrón de verano, en general al haber tormentas las temperaturas son notablemente bajas y esto puede ser contraproducente para la salud del ciclista ya que al estar mojado se corren mayores riesgos de enfermarse. Esto no ocasiona un peligro directo e inmediato al momento en el que uno monta en bicicleta pero sí lo hace a futuro.