Así nos recibía el país el viernes pasado. Para la fortuna de muchos, el número no era en la escala de Richter, no; mientras esperaba que las maletas hicieran su acto de aparición en la correa, alguien que estaba a mi lado, reconocido en el ámbito deportivo, dijo “coño qué bolas”. Le pregunté que qué pasaba y me dijo, “mira”, y me enseñó el fatídico tweet que anunciaba el ajuste cambiario a BsF. 6,3 por dólar. El temblor no fue físico, insisto, para nuestra dicha; pero sí lo fue psicológico y también moral, sobre todo después de tantas mentiras, engaños y supuestos avances en nuestra economía, que cuando entra en comparación con la de otros países, da pena.
Así nos recibía el país el viernes pasado. Para la fortuna de muchos, el número no era en la escala de Richter, no; mientras esperaba que las maletas hicieran su acto de aparición en la correa, alguien que estaba a mi lado, reconocido en el ámbito deportivo, dijo “coño qué bolas”. Le pregunté que qué pasaba y me dijo, “mira”, y me enseñó el fatídico tweet que anunciaba el ajuste cambiario a BsF. 6,3 por dólar. El temblor no fue físico, insisto, para nuestra dicha; pero sí lo fue psicológico y también moral, sobre todo después de tantas mentiras, engaños y supuestos avances en nuestra economía, que cuando entra en comparación con la de otros países, da pena.