Revista América Latina

Qué hizo en realidad Estados Unidos en el Chile de Salvador Allende

Publicado el 06 julio 2014 por Adriana Goni Godoy @antropomemoria

Qué hizo en realidad Estados Unidos en el Chile de Salvador Allende

Por Jordi Pérez Colomé | World Wide Blog – lun, 26 may 2014

El Departamento de Estado publicó el viernes el volumen de su serie Foreign Relations dedicado al gobierno de Salvador Allende y el golpe del general Pinochet en Chile. No hay nada realmente nuevo –y aún hay frases y párrafos clasificados–, pero las mil páginas son un documento histórico extraordinario.

El mismo día que se cumplen 39 años de su muerte en el alzamiento militar que instaló la dictadura de Augusto Pinochet, …
Con Henry Kissinger, asesor de Seguridad Nacional del presidente Richard Nixon, a la cabeza, el lenguaje de los diplomáticos es cándido y sincero. Parece un pequeño wikileaks de la época. Los textos, y es algo admirable, están bien escritos. Sabían lo que querían y decían.
El presidente Salvador Allende murió hace más de 40 años, pero su recuerdo persiste. En las elecciones europeas de ayer en España, la cuenta de twitter del partido recién creado que más sorprendió, Podemos, usaba aún una de sus frases:

PODEMOS @ahorapodemos
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No puedo dejar de pensar esta noche en la frase de Salvador Allende: “La historia es nuestra y la hacen los pueblos”
P.Iglesias
#Podemos25M
12:30 AM – 26 Mayo 2014

El suicidio de Allende contribuyó a aumentar su aura. El 12 de septiembre de 1973, el día siguiente de la muerte del presidente, Kissinger se reunió en Washington con un grupo de funcionarios de Defensa, Estado y la CIA. Tuvieron esta conversación:

Rush [Dept. de Estado]: Allende se convertirá en un mártir. Por eso se suicidó.
–Kissinger: Los perdedores no se convierten en mártires en América Latina.
–Rush: Algunos sí.
–Kissinger: ¿Quién?
–Corrigan [Dept. de Defensa]: El Che Guevara.

Kissinger no fue un gran profeta. Estos son algunos de los puntos más controvertidos de aquellos años vistos desde los documentos históricos de Estados Unidos.
1. ¿ERA CHILE TAN VITAL?

Salvador Allende ganó las elecciones de 1970 con el 37 por ciento de los votos. La derecha se había dividido y no lograron evitar su victoria. Era un político socialista y tenía por delante seis años de mandato.
Once años después de Castro –que no era comunista prosoviético hasta que lo fue, en un proceso que aún hoy no está claro–, Washington tenía miedo de otro caso similar en la región. Pero Chile no era Cuba. O no del todo.
La primera gran pregunta en Estados Unidos fue: ¿es Chile importante para Estados Unidos? Había dos tipos de temores: la nacionalización de la economía, y la independencia militar y el acercamiento a la Unión Soviética. Para el gobierno americano, el mayor peligro estratégico era el segundo. Pero no lo era tanto, según un telegrama de la embajada chilena:

Chile es en realidad una isla. Sus tres vecinos [Argentina, Bolivia y Perú] tienen suficientes problemas como para rehuir presiones en el país. No hay ningún país en la tierra que esté tan lejos de los dos superpoderes ni de la China Roja. No es Polonia ni México. En suma, no requerirá ningún compromiso de nadie. La Unión Soviética se moverá con cautela para expandir su base. No debe arriesgar mucho pronto. Chile no es otra lacra cubana en los recursos soviéticos.

Es una buena lección para entender por qué Ucrania hoy sufre el acoso ruso en soledad: la geografía es el destino de muchos pueblos. Pero algunos militares veían a Chile como algo más importante: la URSS podía colocar bases navales para proyectar su poder en el sur del Pacífico. Según un oficial de la Marina, iba a ocurrir seguro en 1974. Chile nunca estuvo cerca de una cesión así a la URSS. Otra lección que tener en cuenta sobre las predicciones militares.

[Relacionado: El Senado de EEUU acusa a la CIA de mentir]

Había aún otra duda sobre el peligro chileno: ¿sería un ejemplo para otros países latinoamericanos y del mundo (a Kissinger le preocupaba Italia)? Había entonces que hacer algo, aunque solo fuera para asustar a los demás de no tomar el camino chileno. ¿Pero cuál era la solución?

2. ¿HABÍA QUE PERMITIR QUE ALLENDE LLEGARA A PRESIDENTE?
Después de las elecciones, Estados Unidos tenía menos de dos meses para evitar que el Parlamento confirmara la elección de Allende como presidente. Había dos opciones: un disimulado golpe institucional para conseguir unas nuevas elecciones y un golpe militar. Ninguna parecía fácil.
Los políticos y militares chilenos no estaban convencidos (“este país debería rebautizarse ‘Blablalandia’” por todo lo que hablan y lo poco que hacen, escribió el embajador americano Edward Korry). En esos días, entre Washington y la embajada chilena se plantearon dos tipos de estrategias para evitar el éxito de Allende:
a. Dejar que Allende se estrellara debido a malas elecciones económicas y a la oposición nacional contras sus medidas. El embajador Korry vio después de intentarlo que no había manera de evitar la jura del cargo de Allende: “Chile huele a cementerio, a los humos de la democracia en descomposición. Recuerdo la peste de Checoslovaquia en 1948 y no es menos nauseabundo hoy aquí”. Había que buscar otras alternativas a medio plazo, según Korry. En breve no había solución.
b. Derrocar a Allende antes de su nombramiento. Sin la vía parlamentaria, solo quedaba la militar. Tras los esfuerzos diplomáticos, se improvisó un golpe de Estado. El jefe del Estado Mayor chileno, René Schneider, estaba a favor de la Constitución y lo hacía más difícil. Había que buscar otros militares chilenos dispuestos. El jefe de la CIA, Richard Helms, lo propone en un documento sin reparos.
Dos días antes de la jura de Allende, un grupo de militares secuestró a Schneider. Salió mal y le mataron. Fue un desastre y Allende se convirtió en presidente con aún más apoyo. Había que enfrentarse con un nuevo gobierno socialista, ambiguo y poco fiable.

El 11 de Septiembre de 1973 parte del ejército chileno tomaba las armas para derrocar al presidente socialista …

3. LAS DECISIONES SON DEL PRESIDENTE

Justo en los días previos a la jura del cargo, la situación era confusa y difícil. Todos los caminos eran complicados y nadie sabía qué camino tomar. Todos los altos cargos se peleaban, nadie se aclaraba. Debió aparecer el presidente Nixon para decidir. En un mensaje para Kissinger, uno de sus subalternos escribe: “El verdadero problema que tenemos –y la razón por la que hay tanta irritación– es que hay diferencias básicas en las ideas que cada cual tiene sobre el gobierno Allende”.
Había que aclarar si era un enemigo clave e importante o una pequeña batalla de desgaste iba a bastar. Para eso, había que recurrir a la palabra definitiva del presidente: “Las agencias consideran la cuestión básica de qué hacer de suficiente importancia como para desear una decisión presidencial”, dicen.
Así se acaba la discusión. Es el mérito de cualquier presidente: debe decidir, ser ejecutivo. Así describe en cambio el embajador Korry el carácter del presidente Eduardo Frei, predecesor de Allende: “No tenemos ninguna ilusión sobre sus ‘cojones’ [en castellano en el original]; el tipo disfruta haciéndose el Hamlet en momentos así”. Ser un Hamlet es una crítica terrible para un presidente.
Una de las grandes frases de los documentos es esta atribuida al embajador Chip Bohlen: “Si no sabes dónde vas, cualquier camino te llevará”. Otra vieja lección que sirve para nuestra época: en Irak se acabó la hoja de ruta con la guerra y el presidente no supo qué hacer.
4. LA CIA AYUDA A HUNDIR UN GOBIERNO

Con Allende en la presidencia y un golpe fracasado, solo quedaba la alternativa de minar el proyecto socialista en Chile. El fracaso del gobierno no fue, claro, solo obra de los americanos. Chile era un país en dificultades y las nacionalizaciones y el gasto público solo ayudaron el primer año. La contribución económica de la CIA fue, según otros documentos, menos de 50 millones de dólares de hoy. La URSS tampoco se interesó en exceso.
Quizá la mejor lección diplomática de la crisis de Chile para el mundo de hoy sea la dificultad de dejar clara la postura de un gobierno cuando hay que decidir qué es mejor: actuar, hablar o disimular. Esta definición de Henry Kissinger en un informe para el presidente es clave:
La opción de hablar en público tiene el mérito de demostrar nuestra posición clara y sin ambigüedades, tanto en casa como fuera. Su defecto es que esa apertura hace que sea poco efectiva. Una posición americana de confrontación pública y abiertamente castigadora hará que las fuerzas nacionalistas se conviertan en el mejor aliado de Allende y sus partidarios en América Latina. Le da además la oportunidad de culparnos por su debilidad y escapar de sus errores.
La opción secreta puede lograr en cambio objetivos parecidos pero sin que el rival se aproveche de la hostilidad pública. El problema es que en público parece que no se haga nada. El mundo pide a Obama que haga algo en Siria, en Ucrania. Pero ese silencio puede ser solo estrategia, no falta de acción. (Aunque también puede ser un modo de esconderse.)
La peor opción, claro, es hablar solo y no hacer nada. El enemigo usa esas palabras como excusa para actuar sin que los hechos le detengan. La diplomacia es un arte fino y largo. Esta es una buena descripción de lo que se hizo en Chile en los tres años de gobierno de Allende, según el embajador Korry:

Hay que permitir que los fracasos económicos chilenos alcancen todo su potencial mientras contribuimos a su explosión en maneras que no puedan cargarnos las culpas. Acciones provocativas o acosos obvios harían que dijeran que somos responsables de la confrontación y daría la oportunidad a Allende de esconderse por sus desastres económicos. También correríamos el riesgo de empujar a Allende en manos soviéticas.

Nunca acabó de ocurrir. La presión política y económica chilenas, ayudada por la CIA en algunos casos, hizo el ambiente insostenible. Así llegó el golpe de Pinochet, sin el conocimiento previo de Estados Unidos. La acción militar se descontroló rápido. Algunos en Estados Unidos esperaban que hubiera de nuevo elecciones y Chile siguiera otro camino. No fue así y murieron miles.

En un reunión en Washington el día después de la muerte de Allende, un funcionario del Departamento de Estado, Jack Kubisch, dijo: “Los mayores errores que hemos cometido en América Latina en los últimos años han estado relacionados con un reconocimiento demasiado rápido de regímenes militares, en Brasil por ejemplo”. Son frases más fáciles de decir que de cumplir.
Jack Devine fue un agente de la CIA en Chile en aquellos años. En un artículo de hace unos días enForeign Affairs cuenta su experiencia. También su fracaso final: “Mis colegas en la CIA y yo quedamos muy desilusionados por la brutalidad y represión del régimen de Pinochet. Ninguno de nosotros imaginó que iba a durar hasta 1990″.

Después de todo esto, me encantaría saber el papel que ha jugado la diplomacia americana durante el mandato de los Hermanos Musulmanes en Egipto. Los debates habrán sido similares, con una solución igual de difícil, aunque no sabemos qué preferencias.


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