¿Qué impacto tienen los periodos de vacaciones largos en el rendimiento de los equipos?

Por Utopiacf

La época de fiestas de Navidad está a la vuelta de la esquina y siempre que llegan estas fechas, se plantea en las empresas la misma cuestión: ¿quién se va a coger días de vacaciones adicionales y cuáles?.

Es una pregunta con mil ramificaciones y que siempre causa incertidumbre porque tantos días festivos sueltos suelen partir las semanas y dejarnos escenarios muy extraños. ¿Es mejor descansar un miércoles y un jueves y trabajar lunes, jueves y viernes durante dos semanas? ¿O es preferible coger una semana entera y a la siguiente descansar solo el miércoles? ¿Es mejor dejar al personal bajo mínimos durante todas las fiestas navideñas o es más aconsejable tener a la mitad del equipo de trabajo disponible cada vez?

Hay preguntas que no podemos responder simplemente teorizando porque la carga de trabajo de cada empresa depende del sector en el que desarrolla su actividad, del tamaño de su equipo y de la planificación (o falta de ella) de su calendario de producción.

Sin embargo, sí podemos observar la cuestión desde el punto de vista de la concentración y el descanso intelectual. Y en su impacto en el rendimiento del equipo, en la motivación de los individuos que lo componen y en las relaciones entre quienes solicitan las vacaciones y quienes las aprueban. La gestión de las vacaciones es un “momento de la verdad” en el que una mala experiencia puede arruinar todo lo que hemos venido construyendo para crear un equipo de alto rendimiento.

Debemos entender que nuestro cerebro necesita periodos de descanso y necesita volver a enfocar nivel de concentración óptimo después de un periodo de descanso. Esto, extendido a lo largo de una semana normal de 40 horas repartidas de lunes a viernes, se traduce en que la productividad de un individuo es menor a principios de semana, alcanza su punto óptimo a mediados de semana y disminuye por fatiga y expectativas de descanso hacia finales de semana.

Con periodos de vacaciones largos, los tiempos necesarios para alcanzar un nivel de productividad óptimo se prolongan. Cuando un trabajador vuelve de un periodo de vacaciones de una o dos semanas, normalmente tarda un día más en alcanzar su nivel de rendimiento óptimo y se fatiga más deprisa, lo que se traduce en que es difícil que su productividad la semana después de su periodo de vacaciones sea la habitual. Este efecto se prolonga cuanto más largo haya sido el periodo de vacaciones, pudiendo extenderse de forma cada vez más atenuada durante 2 o incluso 3 semanas.

A nivel psicológico, la ventaja de un periodo de vacaciones largo es que puede repercutir positivamente en la motivación de una persona, permitiendo dedicar tiempo a cosas diferentes del trabajo para poder “cargar las pilas”. No podemos olvidar que la persona es un todo que se desenvuelve en diferentes ámbitos, que cualquier modificación tendrá una repercusión en todo el entorno que le rodea. Todo está conectado: aumentando su satisfacción personal, aumentará su satisfacción laboral.

La mayor desventaja es precisamente la misma. Al desconectar tanto del trabajo, puede que una persona sienta ansiedad a la hora de reconectar o se sienta insatisfecha al haber podido observar su modo de vida con distancia y objetividad.

¿Y cómo podemos mitigar este efecto quienes gestionamos equipos? Podemos ayudar a las personas que se reincorporan al trabajo después de un periodo largo de vacaciones no cargándoles de demasiada responsabilidad al principio y aislándolos un poco los primeros días de los problemas más estresantes.

Con días de vacaciones sueltos ocurre un efecto diferente. Podemos considerar cada mitad de una semana partida por un día de vacaciones como dos “minisemanas”. En estas “minisemanas”, se repite la pauta de una semana habitual pero a una escala menor. El día después de un día de vacaciones es un “minilunes” en el que el nivel de productividad irá aumentando a lo largo del día y los días previos a los días festivos son “miniviernes” en los que la gente se sentirá cansada y con ganas de salir del trabajo y disfrutar de la fiesta.

Normalmente son semanas en la que la procrastinación aumenta bastante y se cometen más errores.

La ventaja de las fiestas de este tipo es que se descansa pero sin llegar a perder el pulso del trabajo. Nunca llegas a desconectar por un periodo amplio, por lo que es muy fácil retomar la actividad a un nivel más o menos óptimo.

La desventaja es precisamente que nunca se llega a desconectar del todo, lo que puede repercutir negativamente en la motivación y producir efectos como el burnout (síndrome del empleado quemado)

¿Qué es lo ideal entonces? Lo ideal, desde el punto de vista del rendimiento de los equipos, sería agrupar las fiestas para conseguir fines de semana de 3 días. Pero claro, es imposible cambiar el día de Navidad de miércoles a viernes, así que tendremos que jugar con las cartas que se nos reparten cada año.

Por regla general, lo más justo y productivo suele ser dejar que las personas que tienen que viajar para poder estar con su familia disfruten de semanas completas de vacaciones y que las personas que tienen a la familia cerca puedan disfrutar de algún fin de semana largo.

Recuerda que aunque los días de vacaciones reducen la productividad a corto plazo, aumentan la productividad a largo plazo, por lo que es importante que existan y saber gestionarlos apropiadamente.