La portada de "Liberation" dedicada a España era tan expresiva como acertada: una bandera de España y la palabra "Perdidos", descripción perfecta de un pueblo que hace siglos era grande y que ahora, ante los ojos del mundo, aparece como acobardado, incapaz de rebelarse contra la injusticia y la corrupción y el abuso de poder de sus líderes políticos, castrado y tristemente impotente. Cristina Fernández de Kirscner, esa Evita barata y hortera que gobierna a los argentinos, lo ha recordado con acierto: "España invadía países hace siglos, pero ahora está intervenida".
España es un pueblo castrado por su clase política, atontado por la propaganda del poder y acobardado por su miedo visceral. Estamos maniatados y sin iniciativa. La gente solo sale a la calle para celebrar victorias futbolísticas o cuando les tocan lo suyo. Hemos perdido la dignidad y la capacidad de rebelarnos contra el mal, como pueblo y como ciudadanos. Nos hemos acostumbrado a que el Estado nos lo diera todo resuelto y ni siquiera sabemos ya sobrevivir sin nuestros amos. Nuestra capacidad de lucha ha desaparecido, lo que nos convierte en carne esclava.
El resultado de todo esto salta a la vista: si un pueblo ni siquiera es capaz de defender sus derechos y libertades, ¿Cómo va a ser capaz de rebelarse y de enfrentarse a una casta impune, que, para cometer injusticias y fechorías, se escuda detrás de una legión de periodistas comprados, de jueces sometidos y de esbirros pagados?
El español contemporáneo es cualquier cosa menos un ciudadano. Ha sido moldeado por el poder político, acostumbrado a votar izquierdas o derechas que no existen y a contemplar el dominio y la esclavitud como si fueran el estado natural del ser humano. Los españoles son hoy guiñapos manipulados que causan risa en el mundo de los ciudadanos orgullosos, decentes y libres, más allá de nuestras fronteras. En España hay razones más que suficientes para luchar contra el sistema, tantas o más más de las que existían en Túnez o Egipto, aunque más sutiles, pero la capacidad de rebeldía del español es cien veces menor que la de egipcios y tunecinos. Ni siquiera nos referimos a una lucha violenta contra el Estado, sino a cientos de caminos pacíficos existentes para acorralar a los canallas y obligarles a salir del poder que han profanado.
Parece como si en España hubiera sido forjada con éxito una nueva raza esclava de hombres y mujeres acobardados, capaces de aguantar todas las calamidades y miserias de sus dirigentes políticos. En España nadie es capaz de pensar que los políticos son nuestros empleados y que han sido tan sucios y desleales que se han apoderado de la empresa común de los españoles (el Estado) y nos han convertido en sus esclavos.
Han llenado las instituciones del Estado de corruptos, han comprado a miles de periodistas y les pagan para que mientan, han saqueado las cajas de ahorros, han falseado contratos y concursos públicos, han cobrado comisiones e impuestos ilegales a diestro y siniestro, han diseñado y creado un Estado insostenible e incosteable, plagado de enchufados y de parásitos, sin otro mérito que poseer un carné de partido, han hecho pagar a los débiles la factura de una crisis que ellos han alimentado y engordado con sus abusos y errores, han marginado a los ciudadanos, que son los soberanos en las democracias, han mentido, han transformado la democracia en una sucia partitocracia y hay decenas de miles de políticos atiborrados de dinero robado, incapaces de justificar su patrimonio, sin que a les ocurra nada, ni sean castigados, ni obligados a devolver lo robado. Han castrado al pueblo, maniatado a la Justicia, subyugado al Congreso y llenado el país de fanáticos y descerebrados que siguen votando a sus verdugos mientras sonríen como idiotas y creen que viven en una democracia y en una sociedad decente.
¿Van a rebelarse esos miserables contra la injusticia reinante? ¿Serán capaces de alzarse contra la injusticia y la corrupción? Que nuestras madres y esposas estén tranquilas porque en la España actual no pueden estallar ni la rebeldía democrática, ni la lucha por la decencia moral. Somos demasiado cobardes y estamos ya habituados a ser esclavos y a soportar abusos e iniquidades sin que la dignidad de ser miembros libres de la raza humana jamás salga a la luz.
Tiene razón "Liberation" cuando, refiriéndose a España, habla de un país y un pueblo "perdidos".