Que Leí esta Semana – Buick 8: un coche perverso

Publicado el 29 enero 2015 por César César Del Campo De Acuña @Cincodayscom

Buick 8: un coche perverso

Stephen King

RBA Ediciones. Colección Stephen King. Traducción de Jofre Homedes Beutnagel. Barcelona. 2003. 380 páginas.

La condena de los grandes autores literarios de nuestro tiempo es su propio éxito. Esta peculiar contradicción se debe a que cuando finalmente se alcanza el beneplácito de crítica y público el nivel de exigencia por estos últimos se convierte en una losa prácticamente insalvable. Por un lado las plumas y voces más ilustradas para evaluar, medir o cuantificar el desempeño artístico siempre se apoyaran en el pasado en el caso de que el presente no sea de su agrado dando como resultado discursos en los que la frase hecha “alejado de su mejor momento” se repetirá como una letanía. Por otro, la audiencia fiel, la responsable en gran medida de encumbrar al escritor y su obra, no entenderá y rechazara con fría e indolente indiferencia otra propuesta que no sea similar a aquella que les llevo a apasionarse. Innumerables ejemplos ilustran esta peculiar realidad y son pocos los profesionales del blanco sobre negro capaces de sobreponerse a sí mismos, a la crítica y a las exigencias consumistas sus lectores. Pocos o muy pocos de aquellos dedicados a distraernos por medio de la palabra escrita se pueden permitir arriesgar e innovar con su trabajo ya que un traspiés sería fatal en un negocio tan competitivo y poco seguro como el de las letras.

Uno de los pocos autores de éxito que pueden desmarcarse de esta aterradora realidad para con su oficio y nivel de credibilidad literaria es Stephen King (Portland, Maine, 1947), un novelista que gracias a su asombrosa ética de trabajo y producción durante años se puede permitir el lujo de errar en sus propuestas. Si bien es cierto que en gran medida no dejan de recordarle el increíble nivel exhibido por su producción fantástica en la década de los años 70, 80 y buena parte de los 90, el novelista sigue teniendo la confianza de sus seguidores y poseyendo la innegable capacidad de estar por encima de moda y demanda. Mientras que Misery, Carrie y El resplandor se convierten en obras de culto otras como Buick 8: un coche perverso se convierten en anotaciones a pie de página en una biografía increíble. El segundo relato de King dedicado a un automóvil (tras Christine de 1983) nos embarca en un viaje fantástico al misterioso mundo de los callejones sin salida en el que una narración basada en los recuerdos de sus protagonistas hacen avanzar una trama que parece gritar al mundo que no siempre puede esperar encontrar respuestas a sus preguntas.

La obra en sí trata sobre todos los desconcertantes elementos que rodean a un Buick Roadmaster de 1954 abandonado en una gasolinera de la Pensilvania rural por un hombre de aspecto extraño en 1979. Requisado por la policía estatal de carreteras el peculiar coche va revelándose, con el paso de los años, como una fuente de sucesos fantásticos y extrañas desapariciones. Toda la narración de los sorprendentes hechos acontecidos en torno al automóvil es realizada de manera retrospectiva por aquellos que fueron testigos de las mismas a lo largo de más de dos décadas. De ritmo pausado, el relato puede llegar a desesperar a los lectores menos pacientes por la propuesta de King de basar la obra en una concatenación de recuerdos en lugar de desarrollar la acción en primera persona. Sin embargo, el premio para sus seguidores más pacientes y/o maduros, resulta sobrecogedor. El autor pretende y consigue darnos una lección con respecto a todas esas preguntas que nos hacemos diariamente y a las que no encontramos respuesta mostrándonos de manera sencilla a la para que trabajada, que no siempre nuestras dudas serán resueltas ya que en mucha, demasiadas ocasiones, no tendríamos la capacidad para comprender la resolución de las mismas.

King en Buick 8: un coche perverso da una lección magistral a nuestro carácter resolutivo y a esa necesidad patológica por las conclusiones que todos, en mayor o medida, poseemos. Lejos, muy lejos, de lo mejor de la producción literaria del novelista, esta obra de 2002 se revela como una magistral moraleja para todos aquellos capaces de aguantar un ritmo narrativo pausado y una trama basada en el relato del ayer a la que se le suelen atribuir adjetivos como aburrida o desesperante por esa recreación en el pasado que inunda sus páginas.

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