¿Qué les pasa a los hombres con los zapatos?

Publicado el 25 noviembre 2015 por Molinos @molinos1282

Se habla mucho de la supuesta adicción de las mujeres a los zapatos, que si tienen muchos pares, más de los que pueden ponerse, que si les encantan, que si nunca tienen bastante, etc. 
Se habla muy poco de la relación raruna que tiene los hombres con los zapatos. Raruna, infantil y completamente absurda. 
Si preguntas a un hombre por los zapatos su primera reacción será de indiferencia: ah, me da igual. 
Si le preguntas cuantos zapatos tiene, su primera reacción será: pocos. 
"Me da igual" y "pocos". Dos grandes mentiras que sin embargo llevan impresas en el ADN y todos ellos se creen. 
Los tíos establecen con sus zapatos una relación enfermiza de dependencia y fidelidad más allá de la salud, la enfermedad, la mugre, la lluvia, el viento, la nieve y la ocasión. No les da igual para nada. Se compran un par, el que sea, y desde ese momento consagran su existencia, sus días, sus ocasiones laborales, festivas, de amor, de lujo, de amistad, de turismo, de copas a ese par de zapatos. 
- Vamos a una fiesta. ¿Vas a ir con esos zapatos?- Sí, ¿qué les pasa?- No les pasa nada, pero NO son de fiesta. - Eso es una memez. *
Esta incapacidad para detectar cuando unos zapatos son adecuados y otros no, podría hacer creer al observador externo (a mí, por ejemplo) que, de verdad, los hombres no perciben la diferencia entre un zapato u otro. No, nada más lejos de la realidad. 
- ¿Qué quieres por tu cumpleaños?- Unas zapatillas- ¿Otras? Pero si tienes 5 pares. - Ya, pero necesito unas de treckking /paddle / travesia / sport / verano/ correr en asfalto/ trail- Y las que quieres ¿cómo son?- Son super ligeras, impermeables, con cámara de amortiguación y sistema especial de cordones.- Y ¿para qué sirven?- Para el típico paseo de monte, de pasar el rato en el que ha llovido un poco y puede que haya algún charco pero al mismo tiempo no hace mucho frío y necesitas algo para ponerte con un calcetín fino que no se te cueza el pie. - Aha. 
Esa supuesta incapacidad, además, sólo se manifiesta con respecto a lo que llevan ellos en los pies. Son increíblemente sensibles a los errores de las mujeres en cuanto a la adecuación del calzado a la ocasión. 
- ¿Por qué llevas botas de montar? ¿te vas al lejano oeste o eres un mosquetero?
Muy graciosos. 
Otra cosa curiosa de la absurda relación entre hombres y zapatos es que les da vergüenza. 
- Hombre, zapatos nuevos. ¡Qué chulos!- No son nuevos, los compré hace años pero no me los había puesto fuera de casa. 
Me enternecen. Es como esa gente que se echa una pareja y la tiene escondida y cuando por fin la presenta a su círculo de amigos lo primero que dice es "nos conocemos de hace tiempo", aunque no añade "pero no sé muy bien que hago con ella y me da vergüenza estar en público con ella". 
Una cosa hay que reconocer a los hombres, son fieles a sus zapatos hasta la muerte. Si se comprometen con un par, si encuentran a su media naranja, no la dejaran hasta que literalmente se desintegren. Les dará igual la mugre y los agujeros. Llevarán los zapatos a arreglar, idearán mil remedios para intentar paliar  el deterioro provocado por el paso del tiempo y el uso continuado. Irán al zapatero, pondrán nuevas suelas, harán apaños con superglue e incluso intentarán engañarse a sí mismos obviando los síntomas: "es verdad que tienen agujeros y calan si llueve... pero para los días secos son ideales". 
Una vez desintegrado ese par imprescindible, único y especial "tú no lo entiendes", la búsqueda del siguiente par requiere una campaña de investigación, pruebas y research marketing capaz de desesperar a cualquiera...  menos a otro hombre. 
Se lanzarán a buscar un par exactamente igual al perdido. Y cuando digo exactamente igual me refiero a idéntico hasta el más mínimo detalle. 
- ¿Qué tal estos? Son exactos.- No, los míos tenían la etiqueta en el otro lado y las anillas de los cordones no eran plateadas eran amarillo antiguo. - ¿En serio?- Además, yo tenía un 42 y estos del 42 no me valen así que no son exactos. - Ya, una cosita... hace 10 años tú tampoco eras exactamente igual que ahora, rey. 
Para concluir este bonito y absurdo ensayo sobre el calzado masculino me gustaría señalar la incapacidad masculina para detectar la antisexicidad de sus zapatos. 
Queridos hombres, que un par de zapatos sean comodísimos y os encanten no quiere decir que sean bonitos. Ni siquiera quiere decir que os queden bien. 
Si además son feos, viejos y portan una noble pátina de mugre reflejo de la bonita relación que tenéis pueden, directamente, arruinar cualquier cita. 
- Pero... ¿y esos zapatos?- ¿Qué zapatos? - es curioso como los tíos olvidan lo que llevan puesto y se miran los pies con sorpresa absoluta de encontrárselos metidos en zapatos.- Esos... ¡los que llevas puestos!- ¿Qué les pasa?- ¡Son horribles! y ¡Están viejos! y te hacen pie de ogro. - Pues a mi me gustan. 
Pues eso, que para relación adictiva la de los hombres con sus zapatos. 
*Un descerebrado muy conocido de este blog se empeñó en que los horribles y espantosos crocs eran un calzado magnífico para cualquier época del año en Madrid, incluido pleno invierno. A pesar de mis múltiples protestas al respecto ignoró mi criterio hasta que un frío día resbaló con los crocs y se partió el húmero. Un "te lo dije" como una casa.