Se habla muy poco de la relación raruna que tiene los hombres con los zapatos. Raruna, infantil y completamente absurda.
Si preguntas a un hombre por los zapatos su primera reacción será de indiferencia: ah, me da igual.
Si le preguntas cuantos zapatos tiene, su primera reacción será: pocos.
"Me da igual" y "pocos". Dos grandes mentiras que sin embargo llevan impresas en el ADN y todos ellos se creen.
Los tíos establecen con sus zapatos una relación enfermiza de dependencia y fidelidad más allá de la salud, la enfermedad, la mugre, la lluvia, el viento, la nieve y la ocasión. No les da igual para nada. Se compran un par, el que sea, y desde ese momento consagran su existencia, sus días, sus ocasiones laborales, festivas, de amor, de lujo, de amistad, de turismo, de copas a ese par de zapatos.
- Vamos a una fiesta. ¿Vas a ir con esos zapatos?- Sí, ¿qué les pasa?- No les pasa nada, pero NO son de fiesta. - Eso es una memez. *
Esta incapacidad para detectar cuando unos zapatos son adecuados y otros no, podría hacer creer al observador externo (a mí, por ejemplo) que, de verdad, los hombres no perciben la diferencia entre un zapato u otro. No, nada más lejos de la realidad.
- ¿Qué quieres por tu cumpleaños?- Unas zapatillas- ¿Otras? Pero si tienes 5 pares. - Ya, pero necesito unas de treckking /paddle / travesia / sport / verano/ correr en asfalto/ trail- Y las que quieres ¿cómo son?- Son super ligeras, impermeables, con cámara de amortiguación y sistema especial de cordones.- Y ¿para qué sirven?- Para el típico paseo de monte, de pasar el rato en el que ha llovido un poco y puede que haya algún charco pero al mismo tiempo no hace mucho frío y necesitas algo para ponerte con un calcetín fino que no se te cueza el pie. - Aha.
Esa supuesta incapacidad, además, sólo se manifiesta con respecto a lo que llevan ellos en los pies. Son increíblemente sensibles a los errores de las mujeres en cuanto a la adecuación del calzado a la ocasión.
- ¿Por qué llevas botas de montar? ¿te vas al lejano oeste o eres un mosquetero?
Muy graciosos.
Otra cosa curiosa de la absurda relación entre hombres y zapatos es que les da vergüenza.
- Hombre, zapatos nuevos. ¡Qué chulos!- No son nuevos, los compré hace años pero no me los había puesto fuera de casa.
Me enternecen. Es como esa gente que se echa una pareja y la tiene escondida y cuando por fin la presenta a su círculo de amigos lo primero que dice es "nos conocemos de hace tiempo", aunque no añade "pero no sé muy bien que hago con ella y me da vergüenza estar en público con ella".
Una cosa hay que reconocer a los hombres, son fieles a sus zapatos hasta la muerte. Si se comprometen con un par, si encuentran a su media naranja, no la dejaran hasta que literalmente se desintegren. Les dará igual la mugre y los agujeros. Llevarán los zapatos a arreglar, idearán mil remedios para intentar paliar el deterioro provocado por el paso del tiempo y el uso continuado. Irán al zapatero, pondrán nuevas suelas, harán apaños con superglue e incluso intentarán engañarse a sí mismos obviando los síntomas: "es verdad que tienen agujeros y calan si llueve... pero para los días secos son ideales".
Una vez desintegrado ese par imprescindible, único y especial "tú no lo entiendes", la búsqueda del siguiente par requiere una campaña de investigación, pruebas y research marketing capaz de desesperar a cualquiera... menos a otro hombre.
Se lanzarán a buscar un par exactamente igual al perdido. Y cuando digo exactamente igual me refiero a idéntico hasta el más mínimo detalle.
- ¿Qué tal estos? Son exactos.- No, los míos tenían la etiqueta en el otro lado y las anillas de los cordones no eran plateadas eran amarillo antiguo. - ¿En serio?- Además, yo tenía un 42 y estos del 42 no me valen así que no son exactos. - Ya, una cosita... hace 10 años tú tampoco eras exactamente igual que ahora, rey.
Para concluir este bonito y absurdo ensayo sobre el calzado masculino me gustaría señalar la incapacidad masculina para detectar la antisexicidad de sus zapatos.
Queridos hombres, que un par de zapatos sean comodísimos y os encanten no quiere decir que sean bonitos. Ni siquiera quiere decir que os queden bien.
Si además son feos, viejos y portan una noble pátina de mugre reflejo de la bonita relación que tenéis pueden, directamente, arruinar cualquier cita.
- Pero... ¿y esos zapatos?- ¿Qué zapatos? - es curioso como los tíos olvidan lo que llevan puesto y se miran los pies con sorpresa absoluta de encontrárselos metidos en zapatos.- Esos... ¡los que llevas puestos!- ¿Qué les pasa?- ¡Son horribles! y ¡Están viejos! y te hacen pie de ogro. - Pues a mi me gustan.
Pues eso, que para relación adictiva la de los hombres con sus zapatos.
*Un descerebrado muy conocido de este blog se empeñó en que los horribles y espantosos crocs eran un calzado magnífico para cualquier época del año en Madrid, incluido pleno invierno. A pesar de mis múltiples protestas al respecto ignoró mi criterio hasta que un frío día resbaló con los crocs y se partió el húmero. Un "te lo dije" como una casa.