En las escuelas mexicanas se enseña a odiar a Hernán Cortés por haber destruido y españolizado el imperio azteca.
Ahora, un prestigioso historiador mexicano se ha salido de la norma y no culpa al conquistador de los males de aquel imperio que tenía la rueda, pero no sabía usarla, y los aztecas y sus sacerdotes y altas castas eran antropófagos.
Tampoco acepta la versión española de que Cortés conquistó casi solo el país: otros pueblos se le unieron contra los aztecas para dejar de ser su ganadería de carne.
Juan Miralles presenta estos días en España su “Hernán Cortés, inventor de México” (Tusquets), libro sorprendente para sus conciudadanos porque, por ejemplo, recuerda que el conquistador ordenó destruir templos aztecas no por maldad o ignorancia –era hombre culto-- , sino por el horror que le producían aquellas aras sacrificiales para comilonas.
Los mexicanos deberían empaparse con el libro de este historiador y, de entre ellos, el subcomandante Marcos, que no parece tener sangre india, sino europea.
Descubriría asombrado que los indígenas que defiende tienen menos derechos ahora que los que había establecido Cortés siguiendo órdenes del Emperador Carlos I de España y V de Alemania.
Sabría también que Emiliano Zapata, inspirador de los Zapatistas, fue asesinado en 1919 por exigir el cumplimiento de las Reales Células del Emperador.
Y que hasta las Leyes de Indias de Isabel y Fernando eran más humanas que algunas normas de la República Mexicana dictadas durante sus dos siglos de independencia.