El sol se pone, tiñendo el espartal que se extiende al salir del pinar de ocre. Aquí la tierra es diferente. El barro rojizo parece blando y fácil de cavar. Planto pinos piñoneros separados, a la sombra de matas grandes. Aquí puse hace un mes muchas jaras. No las encuentro, esto es más grande de lo que parece. Pero sí recuerdo dónde planté dos encinas y una jara. Me quedan dos espinos albares, así que los pongo cerca del pinar, en la tierra profunda. Me cuesta cavar, aparecen guijarros todo el rato, pero la tierra es buena. Cojo una piedra y golpeo el mango de la pala hundida, golpeo fuertemente varias veces, con furia. La pala se hunde. Me pongo en pie, le doy un pisotón al mango y un terrón sale disparado, desintegrándose en el aire y manchándome la cara. Procuro plantar los espinos cerca de los árboles, para que los pájaros que vayan a alimentarse de sus frutos puedan verlos desde lo alto y para que, si tienen que huir, lleguen pronto al pinar. A esto se le llama visión de futuro, oye. Me quedan varios piñoneros y los planto antes de que la nube que se acerca empiece a descargar más agua. Cómo llueve. Los sapos corredores ya se ponen en marcha. Busco uno de los Cistus que planté, bajo un gran pino, bajo la casa del Gran Duque, allí crece, inocente y orgullosa, como la rosa del Principito. Sus hojillas no se han secado, crece lento, pero viva sigue. Mi gran temor es que lo que planto muera, sobre todo lo que ya está crecido. Las semillas... bueno, suelo poner muchas y desperdigarlas por el mundo. Pero lo que planto no tiene protección. Este verano prometo ir a regar para evitar catástrofes. Al principio, sólo para que no mueran. Hay algunos ascomicetos pardos abriéndose paso entre las piedrecillas, bajo los Ulex, los Teucrium capitatum y los tomillos. Consigo encontrar dos encinas de las cuatro o cinco que planté, y cuál es mi alegría al comprobar que también siguen vivas. Son pequeñas, espinosas, y se yerguen modestamente orgullosas, como el Cistus. Me alegro mucho.
Me voy ya, la Natura no me da casi tiempo para irme. Llueve, la tierra se moja, las raíces absorben, crujen, se asientan y la tierra respira profundamente. Hasta la próxima.