Así de sencillo. Y así de complicado. Hace unos días, un bueno amigo y compañero de trabajo, recién estrenado como padre, me pedía consejo sobre algunas cosas. Pobre de mí, yo dar consejos. Mientras hablaba y me enredaba con mis propias palabras, -pues si ya de por sí me gusta darle a la sin hueso, si de maternidad se trata, se me activan las pilas alcalinas-, una vocecilla en mi interior me iba diciendo que no fuera tan vehemente. "Que luego te llaman talibana de la maternidad". Pero sí, esa vocecilla tenía razón. Terminada mi disquisición, afirmé con la misma vehemencia (sí, no lo puedo evitar, me sale de dentro) que iba a ser un buen padre y su mujer una muy buena madre. Que no se preocuparan, que hicieran lo que ellos pensaban que era mejor para su hijo. Y sí. Sé que serán muy buenos padres por el simple hecho de preocuparse y preguntarse si lo están haciendo bien. En otro momento de la semana, un comentario en Facebook afirmaba con cierta sorna que no pensaba que mi página fuera un sitio en el que se defendía el conductismo porque puse una foto de un libro para ayudar a quitar el pañal. Sí. Me he leído libros, manuales, digámosle como queramos, sobre cómo dejar el pañal, cómo dar el pecho, cómo ayudar a dormir a los niños. ¡Sí! He leído a nuestro querido rey del sueño (todos sabemos quién es así que no le voy a dar más difusión de la que ya tiene! Eso no quiere decir que haya seguido alguno de esos libros desde la primera hasta la última página como si mi hijo fuera un televisor y el libro su manual de instrucciones. Los libros sobre la educación y la infancia creo que hay que leerlos con una cierta distancia y pensando en nuestro propio caso, en nuestra situación, en cómo es nuestro hijo, cómo es nuestra realidad. Y a partir de aquí sacar nuestras propias conclusiones, que para algo tenemos raciocinio. Más que nada que luego no nos encontremos con que algunos de estos métodos, años después (previo lucro desmesurado, claro está) difundan una suerte de fe de erratas diciendo que mejor que no apliquemos este o aquel método a nuestros hijos que tiene unos efectos secundarios que no habíamos detallado en la edición anterior. También esta semana en una reunión con la profesora de mi hija pequeña, en un momento dado dijo algo así como que no achucháramos a nuestros hijos a hacer algo que quizás aun no estaban preparados. Si el de al lado lo hacía, pues paciencia, que al nuestro también le iba a llegar. Sabias palabras, creo yo. Cada niño tiene su momento de maduración, no todos hacen esos famosos "clicks" cuando cumplen cuatro meses exactos porque la luna se alinea exactamente en ese momento con los astros que vieron nacer a nuestro pequeño. Cada niño es único, porque es nuestro niño. Y nadie más que él ni nosotros, sus padres, sabemos qué es lo mejor para él.