Esta semana, el día 5 de Agosto, es el aniversario del fusilamiento en la tapia del cementerio de la Almudena de Madrid de las Trece Rosas, jóvenes, todas mujeres, que pertenecían a la JSU y al Partido Comunista. Y no, no murieron a causa de la guerra, fue una venganza mas de los vencedores. Sus nombres eran Carmen, Martina, Blanca, Pilar, Julia, Adelina, Elena, Virtudes, Ana, Joaquina, Dionisia, Victoria y Luisa. Una de ellas en la carta de despedida de su familia escribía: "que mi nombre no se borre de la historia"
Un gurruño con los colores rojo, verde, negro y blanco atado en uno de los extremos, en el otro la kufiyya parece querer darnos pistas de donde estaría la cabeza, entre una y otra no más de ochenta centímetros. ¿Cuanto dolor y rabia pueden caber en ochenta centímetros de muerte? Su nombre Ali Saad Daubasah, un año y medio, quemado, asesinado; ¿ su delito?, ser palestino, y además pobre, si es que a la edad de un año y medio se es algo mas que un niño.
Mohamad Hamid al Masri, diecisiete años, cae muerto por los disparos de soldados del ejército de Israel en Gaza; al parecer se acercó 'demasiado' a una patrulla. Laith al Jaldi, diecisiete años, muerto por herida de bala en Cisjordania el mismo día que se enterraba al niño Ali.
En Gaza, en Cisjordania, no es la guerra la que mata, como en España hace tiempo, es la venganza de los vencedores, de los ocupantes, da lo mismo. La venganza materializada en lo mas preciado de cualquier pueblo, sus niños, sus jóvenes, que es lo mismo que decir su futuro.
Indignación , asco, o simplemente ganas de llorar sin lagrimas en soledad, pero no tanto por las muertes de estos críos,- yo al menos no estoy preparado para ver que personas mueren sin sentido antes de empezar a vivir; indignación, asco por nosotros, por los que se nos cae la baba cuando vemos que en sus juegos se disfrazan del Madrid, del Barça, pero cuando les vemos en la prensa, en la televisión envueltos en una bandera y un pañuelo camino de su tumba, somos incapaces de mantener fija la mirada. Muerte y juventud, muerte y niñez, que pésimos y antinaturales binomios.
Tan sólo diecisiete años y tú tan viejo, celoso del brillo de sus ojos,has querido cerrar sus párpados, pero no lo conseguirás, que todos guardan esta luz y nuestros ojos serán relámpagos en tus noches.(Lluis Llac)
Quizás la petición que hacia Julia Conesa en su última carta, 'que mi nombre no se borre de la historia', nos parece imposible, pero solo no olvidando a estas jóvenes, niños, españoles o palestinos, será la forma de mantenerlos vivos, al menos en nuestros corazones, porque realmente uno muere solo por el olvido.