Lo importante hoy es participar: salir, hacernos visibles, que los políticos y financieros sean incapaces de visualizar un futuro sin nosotros, sus votantes, sus clientes, sus consumidores. Habrá quien titule mañana (los que lo dieron por muerto antes de hora) que el 15M resucita, pero siempre ha estado ahí, latente, aunque sin tanta visibilidad como en los días de clímax, de asambleas, cuando cada calle era un pasillo y cada plaza un hemiciclo para un debate que había muerto de aburrimiento y ahogado por la partiditis y la falta de ideas.
Como cada cuatro años, volverán a pedirnos el voto. Que no se preocupen, iremos a votar (fueron tantas las muertes y el dolor para que podamos hacerlo ahora, que es de desagradecidos y mal nacidos no hacerlo). Pero antes, también haremos uso de una forma de expresión más nuestra, más heterogénea, espontánea e imaginativa. Y legítima en democracia. Y para eso está la calle, que hoy, más enriquecida que nunca, se convierte en prácticamente el único ámbito público no deficitario. Y me viene a la memoria la frase que oí a un padre decirle a su hijo saliendo de Plaza Catalunya enfilando ya Pelai: “Hemos venido a protestar para que tengas un futuro mejor”. El niño, pequeño como era, debió visualizar ese futuro mejor a los mandos de una Play y tras esa imagen debieron sucederse los escaparates de esa calle. Seguramente no entendió la trascendencia del mensaje. La clase política, enfrascada ya en precampaña, va a lo suyo, que es el 20N y tampoco está entendiendo mucho. Y sigue visualizando ese futuro mejor buscando la mejor postura en un escaño. No seamos niños, ni políticos. Los libros de autoayuda coinciden: lo importante es visualizar el objetivo y dirigirse en movimiento hacia él. Y hoy, además, que nos vean y que nadie se atreva a concebir un futuro sin nosotros los ciudadanos.