Qué narices es el éxito

Publicado el 15 febrero 2017 por Sofiatura
Hay días en los que te preguntas qué haces mal. Qué más te hace falta intentar. Has sudado lágrimas; has mostrado entereza, tozudez, perseverancia, siempre al pie del cañón, sin dejar que tu ilusión y tus ganas decayesen por culpa de la desmotivación. Te dijeron que, sin lugar a dudas, ésa era la fórmula del éxito.

Pero ves que algo no funciona, que tu paciencia se agota porque no llegan los resultados esperados. Que tras mil y un intentos todavía sigues ahí, con un pie aún en la línea de salida, o a medio camino de ese kilométrico recorrido hacia esa montaña a la que llaman Éxito.
Y ahí es cuando empiezas a darte cuenta de que te han engañado.
Porque el éxito es un proceso mucho más largo y costoso que solo "escalar una montaña". Nunca te lo dicen, pero, en realidad, tienes que comenzar desde el mismísimo subsuelo, escarbando la tierra mientras las uñas se te ensucian y las yemas de los dedos te quedan en carne viva.

Después, una vez que consigues salir a la superficie, debes orientarte para encontrar el camino a la montaña. La ves allá, lejos, ínfima, un punto en el horizonte.  ¿Y ahora cómo saber cuál es la ruta más rápida y segura?
Tratando de averiguarlo, supones que el camino más "fácil" es un laberinto (imagínate cómo serán los otros) hecho de pasillos estrechos, oscuros, retorcidos. Y, cómo no, te pierdes una y otra vez, cayendo siempre en el mismo punto, hasta que, tras miles de vueltas, idas y venidas, consigues salir de allí.

Muerto de cansancio, ahora debes atravesar una especie de desierto árido y rocoso situado a los pies de la montaña. Suspiras con resignación. Y vas, paso a paso, no sin quemarte los pies. Deshidratándote, muriendo de calor, el tiempo y tus pasos se ralentizan de forma desesperante.
Cuando lo atraviesas por completo, finalmente llegas a la base de la montaña. Ahora es cuando comienza todo. Es muchísimo más grande de lo que creías: una altura imponente y abismal que debes superar tú, tan pequeño, tan lento e insignificante.
Y qué cansado estás ya.
Si das todo de ti y luchas por ello, puedes llegar a la cima. Si le pones ganas, si cuentas con el equipo necesario, si estás preparado para el desaliento y sobre todo crees en ti. Y también, para qué negarlo, si cuentas con la suerte suficiente.Pero tienes muchas más posibilidades de tirar la toalla a mitad de camino. Es más, puedes rendirte mucho antes, ya en el subsuelo, en el laberinto, el desierto rocoso o a escasos metros de la meta. Puedes perderte nada más empezar, o morir a un paso de la victoria.

Estos días me pregunto qué narices es eso del éxito. Cuando creía que se reducía solo a escalar una montaña, me doy cuenta de que esa palabra significa mucho más. Que el éxito se forma de pequeños logros, pero sobre todo de millones de intentos.
Y que, sobre todo, nada te garantiza llegar a esa cima, tan próxima al cielo. Mientras, aquí sigo, escarbando, orientándome, pisando tierras candentes, subiendo por una ladera cuesta arriba, aunque sea a paso de tortuga. Como no se sabe qué tan alto llegaré, prefiero seguir intentando. Igual la meta está más cerca de lo que parece.