Como siempre, lo voy a escenificar con un ejemplo personal:
En el año 1997 determinada empresa multinacional me llamó por si estaba interesado en cubrir la plaza de resonsable provincial para su delegación. Entre los cometidos que había estaba el de reclutar a los nuevos miembros motivarlos y de no ser válidos, despedirlos.
Ante mi pregunta de como se podía saber si un empleado nuevo era válido o no me indicaron que si los productos que se comercializaban acababan siendo contratados por familiares del empleado al cabo de un mes significaba que no valía para vender y debería de ser despedido.
Teniendo en cuenta que se trataba de una compañía del sector del seguro y con lo que difícil que es vender uno en el primer mes si no te ayudan los familiares, no me sentía capacitado para despedir a este empleado viendo que había empeñado a su familia en la contratación de un seguro, la mayor parte de las veces innecesario.
Pedí que les dieran un plazo mayor, pero dijeron que no.
No acepté el puesto porque en mis principios no cabía esa forma de actuar y las competencias del puesto así lo exigían.
¿Qué habrías hecho tú?
¿Te hubieses tragado tus principios y aceptado el puesto? ¿Crees que entre tus competencias están las que le puesto demendaba?
La respuesta no es sencilla y más con la perspectiva del tiempo.
En mi caso contaba con 24 años y prevalecían mis principios por encima de todo. Pero con el paso del tiempo y la experiencia laboral y profesional que se va adquiriendo, parece que aquellas competencias, de ser hoy, no me hubiesen parecido contrarias a mis principios.
¿Qué ha cambiado? ¿Mis principios? ¿Las competencias? ¿El mercado laboral? ¿Yo mismo? ¿O de todo un poco?
Por desgracia en esta vida, los palos sufridos hacen que uno vaya acostumbrándose a cosas que hace años consideríais impensables. Mis principios serían los mismos, no está en mi conciencia aún como algo bueno lo que me pedían en el puesto hace años. Mis competencias, si que han cambiado, como es lógico, la experiencia profesional adquirida da una perpectiva distinta del mundo laboral. El mercado laboral por supuesto que ha cambiado, y mucho. Y yo mismo he cambiado.
Todo esto ha hecho que mis principios se hayan adaptado más al mundo real. Eso no significa que los haya cambiado, sino que probablemente podría decir que se ’han ido apaciguando’ en determinadas ocasiones.
Con el paso del tiempo he estado en puestos en los que he tenido que despedir a empleados, y que duda cabe, que no es un plato de gusto. Pero cuando somos más jóvenes consideramos que nuestros principios son lo primero y no comprendemos que aunque los mantengamos, debemos de ajustarlos a la realidad que nos rodea.
Esa es la verdadera competencia que debemos de adquirir y que el tiempo me ha hecho ver que es la fundamental: saber adaptar nuestros principios a nuestro entorno. No romperlos, sino adaptarlos.
Si os preguntáis que habría hecho hoy ante la oferta de empleo, os digo que la habría aceptado, no porque mis principios aceptasen esa política laboral, sino por el hecho de que ya se (con el tiempo) adaptar mis principios a la realidad. No obstante, de la decisión tomada en aquel momento, nunca me he lamentado. Duermo tranquilo por la decisión que tome, cosa que no podría hacer si tuviese al día siguiente que despedir a alguien.